Con Steven Spielberg como productor, el californiano Michael Bay llevó al cine en 2007 los famosos muñecos articulados, creados en 1984 por la empresa de juguetes japonesa Takara Tomy, comercializados después por ella misma y la estadounidense Hasbro, y que ya por entonces habían protagonizado varias populares series de televisión y un notable largometraje de dibujos animados. Después se hicieron otras cuantas series y películas, animadas y de acción real, así como numerosos cómics y videojuegos, que han generado más de 25.000 millones de dólares en ingresos. Ahora la franquicia eleva su calidad con una notable precuela animada, que desvela el origen de la ancestral lucha entre los Autobots y los Decepticons, dos grupos de robots gigantes del planeta Cybertron, capaces de transformarse en coches, camiones, aviones y otros objetos.
A ratos, el guion es algo confuso y repetitivo, y aporta poco a su habitual exaltación de las virtudes básicas y el sentido del sacrificio. Además, el desenlace es algo abrupto e incluye alguna transformación menos clara. En cualquier caso, se mantiene siempre un grato sentido del humor y se logra individualizar y humanizar a cada uno de los numerosos personajes, dotando así de alma a un apabullante despliegue de acción, hasta ahora nunca visto en una película animada. Los diseños de personajes y fondos son magníficos, la estricta animación alcanza un nivel estratosférico y nunca flaquea el ritmo, ni la iluminación, ni los efectos visuales más sofisticados, bien fortalecidos por la vibrante partitura de Brian Tyler. En este sentido, se nota que dirige Josh Cooley, un veterano guionista y artista de storyboard, formado en Pixar, que debutó como director en 2020 con Toy Story 4.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002