Desde que perdió a su mujer en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, Martin Bohm es un padre que intenta comprender y ayudar a su hijo. Pero no resulta fácil.
Jake es un niño de 11 años muy sensible, que lleva mucho tiempo sin hablar y que no deja que nadie le toque. Sus costumbres son cada vez más extravagantes: escribir listas interminables de números, subir a una antena de telecomunicación, etc. Su padre irá entendiendo que Jake tiene una capacidad de observación sobrenatural que le permite prever tragedias y conflictos en todo el mundo.
Como el mismo Jake explica en voz en off: “Solo tienes que saber dónde mirar. La mayoría de las cosas que la gente ve como un caos, realmente siguen leyes sutiles de comportamiento. Galaxias, planetas, caracolas. Los patrones nunca mienten. Pero solo algunos de nosotros podemos ver cómo encajan las piezas”. Y Jake es una de esas personas.
Tono sobrenatural
El guionista y productor californiano Tim Kring ya demostró talento para crear una historia de personas corrientes con poderes especiales en Héroes. Esta serie de cuatro temporadas (2006-2010) influyó en otras como Alphas, No Ordinary Family, Misfits o Los protegidos. Con Touch, Kring da un paso adelante: esta vez brinda una historia más trabajada, con menos altibajos y mayor profundidad en conflictos y personajes.
Kiefer Sutherland, célebre por su Jack Bauer de 24, cambia de registro y logra ser convincente en un papel dramático con mucha carga emocional. Danny Glover interpreta sabiamente a Arthur Teller, el personaje que da el tono sobrenatural a la serie.
La música es constante pero acertada, en la línea de la música incidental de películas como Up in the Air, American Beauty o Yo soy Sam: refuerza el mensaje de piezas que encajan, de reloj que funciona cuando las vidas de las personas se tocan correctamente.
Providencia y libertad
Algunos pueden ver en Touch una curiosa mezcla, especialmente tendenciosa, de cientifismo determinista con filosofías orientales. Pero, en mi opinión, la elección de este misticismo panteísta no tiene una intención adoctrinadora, sino más bien narrativa. En el fondo, es lo que hacen constantemente las películas de superhéroes. Nadie cree en los superpoderes, pero es evidente que la metáfora del hombre que recibe ayuda extraordinaria para enfrentarse a un mal superior funciona.
Touch coincide con las mejores películas de Shyamalan (El protegido, El bosque, La joven del agua) en mirar el mundo tras el 11-S con optimismo antropológico. El mensaje es bastante sencillo y universal: el hombre y el resto de la creación tienen un significado y también existe una providencia que respeta la libertad individual. De esta manera, se supera el determinismo radical que, entre otras cosas, haría que la serie fuese un sermón previsible y fácil.
Por el contrario, Touch trata de conflictos melodramáticos con maestría. La contenida interpretación del joven David Mazouz (que tiene una voz maravillosa: nada que ver con el doblaje español, que tritura la sutil magia del personaje) evita el riesgo de la sensiblería.
Todos los capítulos comienzan y terminan con la voz de Jake que abre y cierra cada una de las historias entrelazándolas de manera metafórica. “Cada cosa que hacemos –dice Jake– tiene un impacto en los que nos rodean. Cada decisión que tomamos envía ondas al mundo. Nuestros más pequeños actos de bondad pueden provocar una reacción en cadena de beneficios imprevisibles para personas que no conocemos. Puede que no seamos testigos de esos resultados, pero, de todas formas, ocurren”.