Corea del Sur, 1960. El tío Samsik es un intrigante benefactor, muy popular durante la guerra civil entre las dos Coreas en 1950, y que ahora, una década más tarde, pone su influencia al servicio de diversos proyectos que buscan la reconstrucción del país e implantar la democracia. Sin embargo, la corrupción, los “viejos métodos”, los intereses de alianzas poderosas y las organizaciones secretas están más activos que nunca.
Shin Yeon-shick (Coweb, Cassiopeia, Dongju: The Portrait of a Poet) escribe y dirige un intenso y complejo drama político. Aunque el trasfondo histórico respeta los acontecimientos de la primavera de 1960, cuando tras unas elecciones generales fraudulentas el pueblo se echó a la calle, el resto es parte de la ficción creativa de Yeon-shick, que reconstruye con verosimilitud las luchas de poder intestinas entre distintas facciones políticas y, sobre todo, las relaciones humanas que se entretejen en ellas. Estrategias frecuentes en países de larga tradición autoritaria que en la posguerra mundial trataron de erigirse en democracias.
La serie es una producción surcoreana que ha generado cierta expectación, al contar con actores del calibre de Song Kang-ho (Parásitos, Crónica de un asesino en serie), en su primera actuación para la televisión, y otros como Byun Yo-han, Jin Ki-joo o Lee Kyoo-hyung, muy conocidos en el país y que componen un reparto de lujo. La complejidad de la serie, sin embargo, le ha restado cierta popularidad en plataformas, ya que estamos ante una historia exigente, con una narrativa que se va construyendo con maestría pero a modo de puzle. Las distintas piezas y personajes del drama se presentan principalmente en dos tiempos: uno en 1960, durante unos interrogatorios militares, y otro en los meses previos a las elecciones generales. El hilo central de la narrativa son las relaciones entre el tío Samsik, clavillo del abanico de personajes que pueblan la historia, Kim San, un ambicioso joven que desea implantar un programa de reconstrucción económica, y Kang Seon-min, un miembro del partido Liberal.
Todas las piezas van girando y colocándose, algunas a ritmo lento, otras de manera vertiginosa, hasta que el puzle se cierra y revela todo el embrollo. Es una técnica audaz, pues obliga a tener paciencia a la hora de comprender el complejo entramado de la historia, aunque ayudan las repeticiones que se incluyen para socorrer al espectador. Tras la sordidez de la trama principal afloran temas clásicos como la ambición y caída, la amistad e incluso ciertas relaciones paterno-filiales, que salvan un poco el panorama descrito. Una serie madura, inteligente y bien llevada, que sin embargo exige al espectador un alto interés por las intrigas políticas, al estilo de otras series occidentales como House of Cards, y mucha atención.
