Chris Carson es un policía de Liverpool en servicio nocturno perpetuo, al cual sobrevive gracias a bebidas energéticas baratas. Junto a él está Rachel, una agente novata a quien deberá unirse para resistir al inframundo de la droga, la violencia y la delincuencia callejera. A lo largo de las dos temporadas, los episodios desarrollan casos aislados, aunque entrelazados con una trama principal en torno a Casey, una joven yonqui que roba una cantidad ingente de cocaína.
Tiene mérito que Tony Schumacher, con su debut, haya logrado una atmósfera tan oscura y envolvente, propia del género que elige. Destaca el trabajo del director de fotografía Matthew Lewis (Hierve, Acusado): tanto los primeros planos como las escenas con cámara en mano capturan la tensión imparable que atraviesa toda la historia. Cabe elogiar también un reparto que incluye caras conocidas, como la de Ian Hart (Harry Potter y la piedra filosofal) y Philippe Barrantine (Hierve).
Sin embargo, quien brilla y desprende carisma es Martin Freeman (Sherlock, Fargo). Con el papel protagonista, revela la complejidad humana a través de una intensa expresividad, al dar voz a un personaje que, aunque fuerte por fuera, está roto por dentro.
Con un ritmo trepidante, el thriller explora la lucha moral por no sucumbir a los mismos actos que se castigan, ahondando en la carga de conciencia que surge al adentrarse en los abismos de la corrupción. Ni las sesiones con su psicoterapeuta ni el grupo de apoyo le sirven al protagonista para salir ileso de sus demonios internos, un pasado traumático y un matrimonio al borde de la ruptura. Sólo la lucha por ser un buen hombre será lo que preserve los escasos resquicios de su vida familiar que le quedan.
