The Apprentice es el título del reality que, durante catorce temporadas –desde 2004 hasta 2017–, presentó Donald Trump en la NBC (la última fue presentada por Arnold Schwarzenegger). La victoria de Trump en las elecciones de 2016 no se entendería sin esa presencia televisiva.
La película que se estrena ahora, en plena campaña electoral y después de pasar por el Festival de Cannes y sortear un buen número de dificultades legales, pone la lupa no en el Trump presidente, ni en el televisivo, sino en el anterior. En un Donald treintañero, vanidoso y ambicioso, pero también eclipsado por el padre y amenazado con la ruina de la empresa familiar. La película arranca con el inicio de la relación de Trump con el maquiavélico abogado Roy Cohn, un oscuro personaje que se convirtió en su mentor y del que aprendió tres importantes “leyes” que se recogen en una de las escenas más expresivas de la cinta: “La primera; ataca, ataca y ataca; la segunda: niégalo siempre todo; la tercera: pase lo que pase, di que has ganado”. Un buen resumen del mantra del trumpismo pero que hoy han adoptado políticos de todo signo.
Detrás de este título está el periodista norteamericano Gabriel Sherman, autor de una biografía de Roger Ailes, fundador de Fox News, que luego guionizó en la serie La voz más alta. Sherman conoció a Trump cuando el futuro presidente trabajaba en el sector inmobiliario y él se estrenaba como periodista en el New York Observer; después cubrió la campaña del partido republicano en el 2016, cuando Trump ya era una estrella televisiva. Sherman decidió investigar en la relación entre Trump y Cohn y quiso contar con un director extranjero. El elegido fue el iraní a Ali Abbasi, director de la notable Holy Spider.
El interés principal de The Apprenticce está, efectivamente, en conocer la relación de Trump con su mentor y algunos aspectos de la biografía del multimillonario. Desde el punto de vista formal, el tratamiento visual que simula los años 70 y 80 y la ecléctica banda sonora con temas como Yes sir, I can boogie, de Baccara, o Always on my mind, de Pet Shop Boys, funcionan muy bien. Los arcos de transformación de los protagonistas están bien contados y Jeremy Strong puede presumir de una interpretación solvente. La de Sebastian Stan como Trump es algo más plana, pero también es un personaje más complejo.
En cualquier caso, la película nunca llega a ser sobresaliente ni como cine político, ni como sátira ni como estudio de personajes. Se queda en correcta, un poco a medio camino. Desde el punto de vista cinematográfico, se le puede achacar una falta de profundización ética y un exceso de obscenidad para reflejar la inmoralidad de los personajes. Por otro lado, sobre la cinta se ciernen la sombra del oportunismo político, por el momento escogido para su estreno, y una posible batalla legal que podría acabar sepultando cualquier otro análisis de la producción.