A los 12 años compuso su primera canción, pero a principios de 2022, cuando llevaba más de 200 millones de discos vendidos en todo el mundo, una extraña enfermedad decidió aparecer en su vida. El síndrome de persona rígida somete a los afectados a ataques de pérdida del control de movilidad y, lógicamente, de su capacidad respiratoria.
Soy Celine Dion sigue a documentales como La vida de Michael J. Fox o Val en su intención de mostrar a estrellas del espectáculo en sus encuentros inesperados con el dolor. Lo más sorprendente de esta producción es que una artista de voz impagable pero más bien distante en el escenario, se muestre tan sincera y conmovedora en la enfermedad. En su fatigosa debilidad surge una heroína desconocida, con un amor incondicional por el arte, que recuerda agradecida los grandes momentos de su carrera profesional y su intensa vida familiar, como la menor de una familia católica de 14 hermanos.
La documentalista norteamericana Irene Taylor Brodsky (Árboles y otros enredos, El lado oculto de los Boy Scouts) realiza su mejor producción con un retrato en el que opta por un naturalismo voluntariamente desgarrador, que ensalza la fascinante lucha de los que se mantienen firmes y constantes en las contradicciones más crueles. Por eso el epílogo final del documental es tan acertado e impactante, con una sorprendente interpretación de la canadiense de uno de los grandes éxitos de Got Talent (Who I Am, de Wyn Starks), cuya letra resume perfectamente el significado de esta última etapa de su vida.