El director alemán Dominik Moll adapta una novela de Colin Niel en esta coproducción franco-alemana que triunfó en el festival de Tokio y que arranca con la desaparición misteriosa de una mujer, cuyo coche se ha encontrado abandonado en medio de la nieve.
La cinta se construye sobre el planteamiento que hizo famoso el Rashomon de Kurosawa: relatar el mismo suceso desde distintos puntos de vista para poner de manifiesto la inherente parcialidad de la subjetividad humana.
Ninguno de los personajes implicados goza de una comprensión completa de los hechos. Por ello, la película se divide en capítulos, uno dedicado a cada personaje. Alice mira todo desde sus vivencias sentimentales; Joseph sufre un trastorno emocional que deforma la realidad en función de sus carencias afectivas; Marion es una camarera lesbiana que busca desesperadamente el amor verdadero; Amandine presta su imagen para páginas eróticas de Internet; Michel interpreta lo que ve a partir de la información falsa que le llega por las redes sociales… El espectador es quien va a descubrir toda la verdad, comprendiendo a la vez lo limitada que es nuestra capacidad de conocer.
La película no se limita a ofrecernos un interesante juego narrativo, sino que nos lleva por los vericuetos de la maldad humana: la infidelidad, la lujuria, la avaricia, el egoísmo, la venganza… Aunque al final hay un premio para el personaje más inocente, el único que piensa más en los demás que en sí mismo. Es una pena que una película bien dirigida, y original en su planteamiento, reduzca su público por incluir escenas innecesarias de sexo explícito, y por cargar las tintas en un pesimismo antropológico.