La cinta comienza con el atentado que Reagan sufrió en 1981. Luego un tal Víktor Petróvich, en teoría antiguo agente del KGB, explica que fue Reagan quien provocó el hundimiento de la Unión Soviética. La película –es su problema–, no olvida ningún momento importante del presidente, desde la infancia hasta el alzhéimer. Abarca demasiado: su trayectoria de actor, sus dos matrimonios, sus actividades políticas. Destaca su sindicalismo, su fobia por el comunismo, su profunda fe cristiana y su creencia en el sueño americano.
El guion tiene un claro tono hagiográfico, lo que no afecta la calidad de la cinta. Dejando de lado cuestiones que pertenecen al campo de la historia, de la película de Sean McNamara (Soul Surfer) conviene destacar que la producción, la reconstrucción de los hechos y las interpretaciones son notables. Ahora bien, el relato contiene demasiadas anécdotas de interés diverso, y cada una de ellas tiene una intención didáctica. Por ejemplo, que su experiencia de socorrista le enseñó a interpretar las corrientes profundas.
La película resulta demasiado larga y algo superficial. Con todo, se trata de una cinta que se ve bien, especialmente si reconoces los hechos narrados, y quiere hacer justicia a un presidente que merece mejor recuerdo del que una parte de la población tiene.