Un comercial que nunca había tenido problemas para vender su producto se encuentra en una situación desesperada: o consigue colocar una partida a un poderoso cliente americano o se quedará en la calle. Sorprendente película del director y guionista catalán Xavi Puebla, que, con un estilo minimalista, frío y sobrio, consigue un brutal retrato de las almas que puede llevarse por delante la crisis económica. Y ojo, que no hablo de los bolsillos que se lleva por delante, ni de las familias, ni siquiera de las vidas… aquí lo que está en juego es directamente el núcleo de la persona, lo más íntimo, lo que debería ser sagrado…
Y la película sorprende porque, a pesar del tema que aborda, A puerta fría se aleja –en el tono y en la estética– del cine social para emparentar directamente con una mezcla de cine negro nórdico y thriller. Prácticamente hay un único escenario, la fotografía es oscura, hay largos silencios, humo de cigarrillos, conversaciones soterradas y mucha frialdad. El retrato de la crisis es gélido y, al mismo tiempo, tremendamente sórdido, con una elegancia que también sorprende y que reafirma la tesis de que una buena elipsis puede impactar más que una escena brutal. En ese sentido, el final de la película, aunque abrupto, es sublime.
El tono minimalista de la cinta, su necesaria y eficaz indulgencia con los protagonistas –convincentes Antonio Dechent y María Valverde– y el tiempo real en el que se narra la historia (80 ajustados minutos de metraje) no dejan espacio para grandes consideraciones. Éstas quedan para después, cuando se cierra el telón y el espectador entiende que, antes que una crisis económica, hay una crisis de valores y que mientras no recuperemos estos, el resto de las medidas serán parches. O dicho de otro modo, que perder el alma por dinero nunca fue un negocio rentable.
