Una joven con un futuro brillante conduce ebria y arruina dos vidas, la suya y la de John, un músico cuya familia ha fallecido en el accidente. Años más tarde, al salir de la cárcel, Rhoda va a verle, quiere pedirle perdón, pero no sabe cómo. Casualmente el día del accidente se descubrió un nuevo planeta, una copia idéntica de la Tierra, gente incluida. Rhoda mira al cielo y se pregunta, “¿qué haría mi otra yo?”.

Esperanzas y segundas oportunidades; ahogarse o seguir adelante; ¿cómo ser feliz? Estas son algunas de las cuestiones que plantean Cahill y Marling, realizadores casi exclusivos de esta ópera prima. Cahill ha escrito, producido, dirigido, filmado y montado esta película; Marling la ha escrito, producido e interpretado. Ambos demuestran –una vez más– que en una película lo primero es el guión, que los temas que afectan a las personas son los mejores, y que la imaginación y el buen hacer pueden suplir en buena medida la falta de medios. Está claro que no es una película de ciencia ficción al uso, sino que la historia es un pretexto para contar algo más, sincero, tierno y profundo. Pero el envoltorio es importante y hay un par de secuencias típicas del género muy bien resueltas.

Cabe destacar los silencios y los expresivos primeros planos de Marling, la escena del contacto entre los dos planetas y un final perfecto. También hay pequeñas imperfecciones en el guión, normales en una ópera prima, y un tono lento que no gustará a los amantes de la acción.

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