Pansy vive enfadada con todo el mundo. Apenas sale muy de vez en cuando de casa para chillar e insultar a todo el que se cruza con ella. Una vez en casa, su paciente familia recoge los restos de una mujer agotada de traumas y mala sangre.
Los británicos Marianne Jeanne-Baptiste y Mike Leigh coincidieron en el mejor momento de sus carreras. Era el año 1997, y Secretos y mentiras se convirtió en una de las películas de la década, con un drama familiar construido a partir de heridas del pasado curadas con la sinceridad del presente. Mi única familia sigue el mismo esquema, pero en el camino pierde demasiados matices en favor de una insistencia exagerada en el humor ácido de la protagonista. Apenas existen contrapuntos dramáticos en el resto de personajes, que habitualmente callan ante los monólogos interminables de una mujer que, evidentemente, tiene problemas.
En el fondo la película pretende poner a la familia como el bálsamo, el único lugar al que acudir en medio de la tormenta. Pero esa idea queda demasiado indefensa ante el torbellino de cinismo que ocupa una protagonista omnipresente.
