El 16 de septiembre de 1977, María Callas muere en París, recluida en su apartamento y rodeada del eco de su gloria pasada. Ha perdido la voz, esa voz que llenó los más prestigiosos escenarios del mundo, de los que sólo quedan recuerdos. Un equipo de televisión, producto de su imaginación, reabre viejas heridas, pero también revive momentos gloriosos. Mientras deambula por las calles parisinas, crece en ella un anhelo: subir al escenario por última vez, volver a sentir los aplausos.
Pablo Larraín (Jackie, Spencer) desdibuja los límites entre realidad y ficción. Imágenes de 16 mm en blanco y negro evocan la década de 1970 y reconstruyen la tumultuosa relación entre María Callas y Aristóteles Onassis. Como una ópera, la película discurre por espacios que se transforman en escenarios. Las calles cobran vida con transeúntes que rompen a cantar espontáneamente frente a la Torre Eiffel, como si la magia de la Callas se hubiera apoderado de la ciudad. El ambiente otoñal subraya la melancolía de lo efímero.
Para encarnar a “La Diva”, Angelina Jolie siguió un entrenamiento operístico de siete meses. Interpreta, por ejemplo, el “Ave María”, del “Otello” de Verdi, al comienzo de la película, mientras que en otras secuencias se emplean grabaciones originales de Callas. Al respecto, Pablo Larraín decía en una entrevista con el autor de estas líneas: “El entrenamiento vocal fue crucial no solo para la música, sino para la construcción integral del personaje. A través del canto, Angelina descubrió la esencia de Callas: su forma de caminar, de hablar como ella. El canto le permitió adentrarse en el alma del personaje de una manera maravillosa”.