Darren Aronofsky consiguió que la normalmente benévola crítica del Festival de Venecia abucheara Mother! El abucheo dio lugar a un fogoso enfrentamiento entre defensores y detractores de la cinta. Para unos, es la obra maestra de un visionario; para otros, la tomadura de pelo de un prepotente convencido de ser un autor. Son dos extremos, pero reconozco que me encuentro más cerca del segundo y que Mother! me resultó bastante ridícula.
Y eso que reconozco también el gran trabajo de Jennifer Lawrence, interpretando a una intensa mujer empeñada en reformar una enorme y destartalada casa familiar, mientras trata de tapar las grietas de su relación con su marido, un también intenso y brillante Javier Bardem que interpreta a un autor –otro– obsesionado con su obra.
También valoro la eficacia del ambiente asfixiante e incómodo –puro Aronofsky– que surge cuando la casa –la intimidad de un matrimonio– se ve invadida por extraños. Y me parece interesante esa reflexión sobre el delicado equilibrio entre el nosotros familiar y el nosotros social. Del mismo modo que resulta interesante la reflexión sobre los excesos del arte y la necesidad del reconocimiento del artista, una necesidad que muchas veces se torna excesiva.
El problema es que estas ideas no están insertadas en un relato, en una narrativa, sino en un festival de pirotecnia que parece querer subrayar solamente una idea: Reconocedlo, soy un genio. Y como soy un genio, no necesito ni siquiera una historia, ni ninguna coherencia, ni ninguna lógica para mezclar lo que me venga en gana, ahora un ritual satánico, ahora una película bélica, ahora una oda a la maternidad, ahora un ajusticiamiento yihadista, ahora aparece un personaje, ahora desaparece y después lo aliño todo con unas cuantas referencias bíblicas. Y si me preguntáis, claro que tiene sentido porque hablo del caos del mundo actual y ahí cabe todo.
Y no, Aronofsky, no… Porque los genios, los visionarios, saben –en medio del caos– encontrar el relato, la lógica –aunque sea ilógica– del discurso, de la argumentación. Y tú pierdes la historia en los primeros veinte minutos. Y no pierdes a los personajes porque son buenos actores. Que si no…, no te quedaría ni eso. Sería la nada. Tierra quemada.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta