Cinco años después del estreno de Los miserables, ganadora del Premio del Jurado en Cannes y de cuatro premios César, Ladj Ly regresa a la gran pantalla y lo hace de nuevo con un drama social. Al igual que en el anterior largometraje, Los indeseables sitúa su trama en la ciudad ficticia de Montfermeil, en un barrio de inmigrantes que atraviesa desde hace años problemas de pobreza y precariedad en las viviendas. La situación de los habitantes se agrava cuando el nuevo alcalde emprende un plan de reconstrucción urbanística que incluye la demolición del edificio en donde vive Haby, la protagonista. Una serie de decisiones mal tomadas por el gobierno impulsa a Haby a encabezar un movimiento de protesta política en contra de los abusos del ayuntamiento.
La película comienza con el funeral de una mujer musulmana recién fallecida. Varios hombres cargan con el ataúd por las estrechas escaleras del edificio, ya que el ascensor lleva años sin funcionar. La falta de espacio contribuye a trasladar la sensación de claustrofobia y angustia en el espectador, que a cada minuto se vuelve más consciente de la realidad cotidiana de los distritos marginales.
La preocupación por constatar el abandono de los barrios franceses de extrarradio es una constante en Ladj Ly. Quizá la audiencia esperaba encontrar algo de innovador en la nueva película del cineasta; sin embargo, el argumento se desarrolla en el mismo escenario y el reparto incluye algunos actores del film anterior. La injusticia, la corrupción política y el desamparo de la periferia son temas que reaparecen. No obstante, la combinación de todo ello parece diluir la eficacia de la denuncia, que resultaba más centrada en Los miserables.
El ritmo decae en varias ocasiones, pero algunas escenas con gran carga emocional logran retomar la atención del espectador. Aunque el dilema ético se presenta con mayor contundencia en la cinta anterior, Ly plantea varias reflexiones interesantes sobre la desigualdad social y el abandono del gobierno hacia comunidades de distinta raza y religión. Quizá el mayor acierto de la película se da cuando la incursión de uno de los personajes en la casa del alcalde pone en duda la validez de la violencia como método alternativo en la lucha social.
