La enfermedad terminal de Vincent (Jay O. Sanders) reúne en su modesto apartamento de Nueva York a las dos hijas de su primer matrimonio –la controladora Katie (Carrie Coon) y la cariñosa Christine (Elizabeth Olsen), ambas esposas y madres–, y a la hija que tuvo en su segundo matrimonio, Rachel (Natasha Lyonne), soltera, caótica, depresiva y adicta a la marihuana, que ha estado cuidándolo durante el último año y que heredará su piso. Ayudadas por Ángel (Rudy Galvan), un latino especialista en cuidados paliativos a domicilio, afrontan como pueden la trágica situación, intentando rehacer sus relaciones después de años sin tratarse.
Con este intenso melodrama familiar accede al gran público el escritor y cineasta neoyorquino Azazel Jacobs, autor hasta ahora de varios cortos, de la serie televisiva Doll & Em (2013) y los minoritarios largometrajes independientes The GoodTimesKid (2005), Momma’s Man (2008), Terri (2011), The Lovers (2017) y French Exit (2020). Su mirada resulta enormemente sugerente, en primer lugar, por su sobria y rigurosa puesta en escena, que oxigena el tono teatral del guion con una planificación muy variada en el interior del piso y con sabrosas salidas al patio interior del edificio; apoyándose siempre en la woodyallenesca fotografía de Sam Levy y en la sutil música de Rodrigo Amarante.
Pero Las tres hijas brilla, sobre todo, por la honestidad con que muestra las heridas existenciales de sus personajes, sin juzgarlos, pero sin desdramatizar sus fragilidades, errores e incoherencias. Esto dota al filme de un humanísimo tono compasivo, maravillosamente subrayado por las excelentes interpretaciones de las tres protagonistas, que confirman la alta calidad de sus recientes apariciones en las series televisivas The Leftovers (Carrie Coon), Bruja Escarlata y Visión (Elizabeth Olsen) y Poker Face (Natasha Lyonne). También son muy valiosas las aportaciones de los secundarios, uno de ellos en una audaz incursión en el realismo mágico, que abre una puerta a la trascendencia.
Hacía tiempo que la pantalla no desbordaba tanta autenticidad y hondura dramática al mostrar las aristas del duelo y de las relaciones fraternales, y al elogiar sin complejos el inmenso valor de los cuidados paliativos bien planteados, en las antípodas del ensañamiento terapéutico. Este enfoque permite ser indulgente con el tono hiperrealista y soez de unos cuantos diálogos, y con la excesiva complacencia de la película hacia el consumo de marihuana.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002