Ingrid y Martha se reencuentran después de muchos años sin estar en contacto. La enfermedad terminal de Ingrid les lleva a aprovechar el tiempo que les queda para repasar sus vidas conectadas por su sensibilidad literaria.
Primera película de Pedro Almodóvar rodada íntegramente en inglés en la ciudad de Nueva York. Con dos actrices extraordinarias como protagonistas, Tilda Swinton y Julianne Moore, el director manchego centra especialmente la acción en sus diálogos en casas lujosas decoradas con sus colores intensos habituales. Con este argumento, tomado de una novela de Sigrid Nunez, era predecible una cierta profundidad al tratar sobre la muerte, la enfermedad o la maternidad, en la línea de sus películas más premiadas y sugerentes: Todo sobre mi madre, Hable con ella, Volver o Dolor y gloria. Pero esta vez la hondura resulta muy escasa, con diálogos que sorprenden por su baja temperatura emocional y su poco ingenio.
Tampoco en las tramas secundarias se puede encontrar el peso dramático y los matices que deberían tener en una historia de estas características; más bien son un vehículo para transmitir el discurso ideológico perfectamente reconocible de Almodóvar. Es doloroso ver a actores de la talla de John Turturro, Raúl Arévalo o Juan Diego Botto en la piel de personajes que sustituyen el desarrollo dramático por mítines breves, casi en formato TikTok, sobre el cambio climático, la polarización o la eutanasia.
La referencia final a la obra maestra con la que John Houston se despidió del cine en 1987 –Dublineses, basada en la novela de James Joyce–, podría ser una de esas conexiones brillantes de Almodóvar. Pero la nieve que cae con esa música final de Alberto Iglesias apenas deja un regusto estético y artificial, pues la historia planea en una latitud tan epicúrea e individualista, que ni siquiera Houston y Joyce pueden remediarla.
La habitación de al lado ganó el premio a la mejor película en el pasado Festival de Venecia, donde superó a títulos que sonaban como favoritos como Aún estoy aquí de Walter Salles, o The Brutalist de Brady Corbet.