Una extraña maldición, una especie de virus que se traduce en que el afectado comienza a sentir la persecución de seres horribles y que se transmite por vía sexual. La única solución es que le “pases” el virus a otro, por la misma vía. Se está alabando It Follows como uno de los sleepers del año, una renovación del género y una apuesta inteligente frente al cine de terror. Y algo de esto hay: es una película de bajo presupuesto, que funciona moderadamente bien, que evita algunos clichés –no todos, que el gancho morboso del planteamiento es bastante básico– y que tiene un trabajo digno de interpretación y puesta en escena.
Pero It Follows, con su impactante escena inicial, promete mucho más de lo que luego da. Había mucha vía que se podía explorar y explotar, desde la curiosa relación eros-tánatos, la trivialidad de las relaciones sexuales, o sobre todo, el antiheroísmo y la antiépica que esconde esta mortal versión del tradicional juego del “tú la llevas” y que, en el fondo, es una metáfora del individualismo que marca a fuego la sociedad actual. Material había más que de sobra para haber hecho una película de terror con un discurso diferente y estimulante. Pero Mitchell no se complica –ni en eso ni en un paso anterior que sería “identificar” a los fantasmas– y tira por la calle del medio. El final en la piscina, con esa escena bien localizada y de estética impecable pero carente de sentido y lógica narrativa con lo anterior, es solo un ejemplo de lo que venimos diciendo.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
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