A inicios de los años 60, la vida de la huérfana Beth Harmon cambia radicalmente cuando su madre adoptiva empieza a ser consciente de que su hijastra tiene un don extraordinario. Aunque es tan solo una adolescente, la chica compite en torneos de ajedrez de adultos en los que muestra que es capaz de ganar a cualquiera.
Gambito de dama es una serie de 2020, pero se parece más en su producción al cine de los grandes estudios de los años 50 y 60. La coreografía visual que componen el diseño de interiores, los vestuarios y localizaciones recuerdan a esos musicales llenos de vida y color de Vincente Minnelli o Stanley Donen. La fotografía de Steven Meizler (The OA), el diseño de producción de Uli Hanisch (Babylon Berlin) y el vestuario Gabriele Binder (La vida de los otros) hacen que esta miniserie sea un auténtico espectáculo en cada plano. También la omnipresente banda sonora del compositor norteamericano Carlos Rafael Rivera (Caminando entre tumbas) se apoya en los planos de larga duración para mostrar el lujo en el que se sumerge esta jugadora solitaria y adicta a los tranquilizantes.
En esta serie, el espectador viaja con la protagonista desde Kentucky a los mejores hoteles de Rusia, Londres o París. El detallismo con el que se muestra este itinerario es lo más valioso de esta ficción, junto con la interpretación de Anya Taylor-Joy. Con apenas 24 años, esta actriz de Florida ha dejado de ser una promesa. Su versatilidad y carisma ha quedado claro en películas tan diversas como La bruja, Emma o Los nuevos mutantes. En Gambito de dama construye a la perfección un personaje acostumbrado a ocultar su interioridad desde la más tierna infancia.
El creador de Gambito de dama, el director y guionista Scott Frank, ya sorprendió en 2017 con un western para televisión que bebía de los autores clásicos como John Ford o Howard Hawks. Godless tenía las mismas virtudes de esta nueva miniserie de Netflix, pero también comparte sus carencias. La elegancia formal de las dos series y el acierto en el casting son imbatibles, pero el guion no llega a estar a esa altura. El tempo resulta demasiado contemplativo en escenas en las que la trama y el desarrollo de los personajes redundan en aspectos conocidos. La belleza formal de cada plano no esconde una frialdad evidente entre los personajes, y una distancia emocional del espectador con la protagonista del relato. Esto hace que la serie sea muy valiosa en muchos aspectos, pero menos memorable de lo que debería.