El renombrado actor Mathieu se refugia en un balneario –casi vacío por estar “fuera de temporada”– de la costa atlántica francesa, buscando encontrarse a sí mismo o simplemente escapando de una especie de pánico escénico. En la misma población vive Alice, junto a su marido e hija. Durante largos paseos por la playa desierta o en un café, ambos rememoran el tiempo en que, 15 años atrás, mantuvieron una relación en París. Mientras Mathieu se encuentra anímicamente abatido, Alice parece disfrutar de su nueva vida.
Al no recurrir a flashbacks, su pasado común se reconstruye únicamente a través de sus conversaciones, lo cual implica que toda la película descansa sobre las excelentes interpretaciones de Guillaume Canet y Alba Rohrwacher. Sobre todo, la actriz italiana (La soledad de los números primos, Lazos) demuestra que se encuentra entre las mejores intérpretes europeas del momento.
Stéphane Brizé aborda este reencuentro con un toque romántico, pero con cierta distancia, que se plasma en la fotografía de Antoine Hébérle, caracterizada por tonos fríos invernales. Estos tonos reflejan el estado de ánimo del actor: Fuera de temporada juega –incluso en sus momentos de humor– con la discrepancia entre la imagen de un actor famoso y sus dudas existenciales.
En sus mejores momentos, recuerda a la magnífica Vidas pasadas, de Celine Song, aunque subraya más la melancolía por lo que podría haber sido y no llegó a ser. Sin alcanzar la profundidad de la película de Song, la de Brizé ofrece asimismo una reflexión adulta sobre opciones vitales.