Madrid, 1936. El joven Miguel Gila se ve –literalmente– arrastrado a la guerra: se deja llevar por su entusiasta amigo Pedro a la oficina de reclutamiento y parten voluntarios para acabar con los fascistas en un par de días. La suerte los separa enseguida y lo vemos, con un puñado de camaradas, perdidos en la sierra, intentando sobrevivir. En pleno caos utiliza su humor y talento de dibujante para hacer reír y procurar consuelo a sus compañeros.
¿Es el enemigo? es una película desconcertante. Anuncia carcajadas, pero solo hay sonrisas. Viene a ser una nueva versión del payaso triste. En este caso, la tristeza está justificada: un hombre bueno inmerso en un mundo absurdo y cruel –feroz crítica a la guerra, a toda guerra–. El punto de vista es el del pobre recluta que no sabe qué hace ni por qué.
A pesar de las absurdas matanzas, hay poca acción. Lo que sí abunda es el dolor, la nostalgia y el caos. Y un hombre que representa a todos, que lleva consuelo a los demás a través del humor. Es lo que hace interesante a este filme.
El resultado es irregular. Una película amable y atípica, con un ritmo extraño: no es una cinta bélica, ni una comedia. Es un retrato que, a pesar del buen trabajo de Óscar Lasarte, decepciona un poco, porque Gila es Gila desde el principio. La guerra no le hace evolucionar, sólo le da material para sus bromas. Este retrato es interesante, pero para quienes conocen a al humorista, en su mayoría gente mayor.
El guion está libremente inspirado en la autobiografía del protagonista, escrita con mucho humor. Estuvo en la guerra, sobrevivió a un fusilamiento –sale al final de la película–, fue prisionero y lo pasó mal. El resto de la narrativa y la ambientación es convencional con algún cliché.