El rito cuenta la historia de Michael Kovak que entró en el seminario sin tener auténtica vocación y que ahora, cuatro años después, tiene dudas de fe. Uno de sus tutores le recomienda hacer un curso de dos meses en el Vaticano antes de tomar una decisión definitiva. En Roma conoce al padre Lucas Trevant, un veterano exorcista, y a Angelina, una periodista interesada en descubrir qué hay de cierto en los casos de posesión.
El sueco Mikael Håfström, especialista en crear atmósferas inquietantes (Evil, Drowning Ghost, 1408), sorprende gratamente al ser capaz de innovar en un género, el terror sobrenatural, que cuenta en su haber con una obra emblemática con la que siempre será comparada, El exorcista.
En efecto, El rito trata de posesiones diabólicas y de sacerdotes que realizan un exorcismo, pero ahí termina todo parecido. El libro en que se basa el guión no es una novela, sino un reportaje sobre hechos reales, y su tono realista y sencillo es el que ha elegido Håfström para escribir y dirigir la cinta.
No hay exceso de efectos especiales, ni gestos muy teatrales cuando se manifiesta la posesión. La presentación de Hopkins es la de un sacerdote campechano, que al terminar el rito dice “ya está”. “¿Eso es todo?” pregunta Kovak. “¿Qué esperaba: puré de guisantes y cabezas que dan vueltas?”
Por supuesto, hay sustos, pero lo principal es la sugerencia, un ambiente desasosegante y un realismo cuya verosimilitud provoca una inquietud mayor: el diablo existe. Y al mismo tiempo, la historia ofrece un sugerente debate entre un incrédulo y un hombre de fe. El veterano Hopkins y el joven Colin O’Donoghue están muy bien y contribuyen al buen resultado final: una obra honrada e inteligente que supone una buena sorpresa para los que gustan de este tipo de películas.