En una aldea perdida de China, dos familias conciertan el matrimonio de un hombre y una mujer maduros y un tanto marginados socialmente. Son dos personas desconocidas, silenciosas, con limitaciones físicas, poco atractivas y aparentemente sin mucho que ofrecer el uno al otro. Sin embargo, el matrimonio los acerca, se descubren, se acompañan, se ayudan y poco a poco afloran otros sentimientos.
Bellísima y delicada película china que, en su minimalismo, es un prodigio narrativo. Porque, aunque es cierto que la acción es mínima y que apenas hay diálogos, es tan potente la historia interior que se nos está contando –o mejor dicho, las historias interiores, porque son varias–, que ese tiempo suspendido es absolutamente fructífero. Porque, si uno tiene la paciencia de afrontar una manera de narrar que no es convencional, ni occidental –ni por el ritmo ni por la estructura–, descubrirá una bella parábola sobre el matrimonio y una demoledora crítica a la frivolidad con la que se afrontan muchas veces las relaciones afectivas. Y descubrirá también cómo se puede construir un maravilloso guion con pocas palabras si sabes trabajar la fuerza narrativa de las miradas, de los gestos, de la sonrisa, del tacto y el significado del silencio.
Lo dicho, un prodigio.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta