María Carolina Geel fue una escritora chilena que, el 14 de abril de 1955, asesinó a su amante de cuatro disparos en la cafetería del hotel Crillon, delante de una multitud de testigos y sin un motivo aparente. Fue condenada a tres años de cárcel, pero, gracias a un indulto pedido por la escritora Gabriela Mistral y concedido por el presidente Carlos Ibáñez del Campo, salió antes.
Esta sorprendente historia, ligada además a otro intento de homicidio de una escritora chilena –María Luisa Bombal– diez años antes en el mismo hotel Crillon, le sirve a la chilena Maite Alberdi para elaborar un juego de espejos que protagoniza una secretaria judicial que, impactada por el crimen y extasiada por la criminal, coquetea con la idea de ocupar su lugar en la vida.
Alberdi, que venía de dirigir dos sobresalientes películas de corte documental (La memoria infinita y El agente topo) cambia totalmente de registro para construir una ficción mucho más elaborada e intelectual… y también menos conseguida. Es una película poco convencional –y esto es un elogio– que trata de dialogar en diferentes niveles y con diferentes voces. Hay cine dentro del cine, hay una reflexión sobre la evasión a través del arte, hay un retrato de época, hay denuncia social y crítica feminista.
Hay demasiadas cosas, y en un tono entre irónico y onírico que hace que se acabe diluyendo un poco la historia. Con todo: una película interesante y original, con un personaje diferente interpretado con encanto por Elisa Zulueta.