Entre el 3 y el 9 de agosto de 1936, el atleta estadounidense James Cleveland Owens (1913-1980), conocido como Jesse Owens, marcó un hito en la historia del deporte y de la lucha por la integración racial. Delante de Adolf Hitler, de su ministro de Propaganda Joseph Goebbels y de la prestigiosa cineasta Leni Riefenstahl, ese sencillo estudiante afroamericano de la Universidad de Ohio echó por tierra los esfuerzos de todos ellos por convertir los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 en un altavoz mundial del racismo nazi y concretamente de la supuesta supremacía de la raza aria.
En su guion, Joe Shrapnel y Anna Waterhouse sintetizan este apasionante argumento con fluidez narrativa, un sutil detallismo en la caracterización de los personajes y una gran hondura dramática y ética al afrontar los numerosos conflictos de los personajes. De este modo, adquieren entidad sus duras críticas a cualquier racismo –tanto en la Alemania nazi como en los Estados Unidos de los años 30– y a la politización o comercialización del deporte, así como su atractiva exaltación de las virtudes humanas básicas, enriquecidas por una elogiosa visión de las convicciones cristianas de Jesse Owens y otros personajes. Además, ofrece persp ectivas novedosas de las diversas tendencias dentro de la jerarquía nazi, de la libertad artística de Leni Riefenstahl y de otras rebeldías contra Hitler, como la del famoso atleta alemán Luz Long, que protagoniza una de la mejores subtramas de la película.
El notable reparto cumple con creces, especialmente el poco conocido Stephan James, que da vida a Jesse Owens con gran veracidad. Solo cabe lamentar la escasa personalidad fílmica de la puesta en escena del estadounidense Stephen Hopkins. En manos de un director mejor, este guion podría haber dado lugar a una de las mejores películas de la temporada. De todas formas, tal y como está, se trata de un filme notable e inspirador, que puede gustar a un público muy amplio.
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