Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 88/13

(Actualizado el 26-11-2013)

El consejero es un abogado que ha ganado mucho dinero y que ahora solo piensa en casarse. Tal vez por ello decide hacer un peligroso trato con narcotraficantes: el consabido “una última operación y me retiro”. Tanto sus socios como sus amigos le aconsejan que no lo haga. Naturalmente, algo saldrá mal. Casualmente, el motor de las complicaciones resulta ser –detalle muy de McCarthy– una buena acción.

El guion original de Cormac McCarthy –el primero que escribe para el cine– tiene todas las características de este autor, pero en su forma más grosera. Hay mucho diálogo, a ratos brillante, pero sobre todo pretencioso, degradado, pretendidamente escandaloso y… aburrido. Para compensar, hay estallidos de violencia brutal, desagradable.

El consejero es un thriller con poco suspense y poca acción. Cada hecho, cada posibilidad, cada horror que va a aparecer en pantalla, es telegrafiado con antelación. Y a pesar de algunos destellos valiosos, la película es plana y anodina. Fassbender es incapaz de manifestar la más mínima emoción aunque tiene el papel principal, y los demás personajes –mal desarrollados– son meros comparsas de esta fábula amoral que advierte que no es país para guaperas.

Naturalmente, se trata de una película de Ridley Scott, que, a falta de contar una buena historia, sabe poner un buen envoltorio. La fotografía es soberbia y ha juntado un reparto estelar para dar ¿vida? al texto de un gran novelista, pero deafortunado guionista. El resultado es una cinta de bella factura, pretenciosamente dura, supuestamente provocadora… y, al final, un fraude.