Amy es una enfermera, soltera y con dos hijas, que sufre una grave patología coronaria. Ante la necesidad de tener que seguir trabajando para tener seguro médico, encuentra la ayuda de un nuevo enfermero, Charles Cullen, con quien empatiza por su bondad y altruismo. Sin embargo, debido a algunas muertes repentinas en la UCI, se abre una investigación policial que le hace sospechar de Charlie.
Netflix apuesta por otro estreno de true crime, después del éxito de la serie Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer, esta vez con un largometraje. Es un film de corte clásico, sobrio y lineal en la narración, pero profundo e inquietante, basado en la novela de Charles Graeber. Lo dirige el danés Tobias Lindholm, guionista habitual de los últimos trabajos de Thomas Vinterberg, algunos de ellos auténticas obras maestras (La caza, Otra ronda). Sin embargo, es su primera dirección en Hollywood –exceptuando dos capítulos de la serie Mindhunter–, tras otros trabajos en Dinamarca, como Una guerra o la serie The Investigation (el caso del submarino), que lo consolidan como uno de los directores más prometedores de su país.
El guion se centra hábilmente en los dramas personales, que con menudos detalles se hacen sugerentes al espectador. Principalmente el de la protagonista y sus hijas, pero también el de Cullen, los policías en su investigación o los enfermos y sus familias. Es un acierto que otorga interés al relato, ya que la historia es previsible, lo que no es necesariamente negativo, al basarse en hechos reales. La película tiene escenas y planos de gran cine que demuestran maestría por parte de Lindholm, como la comunicación del fallecimiento de su mujer a uno de los enfermos, el interrogatorio, los planos finales de los protagonistas…
La banda sonora es desasosegante. Pertenece a Biosphere, principal referente de la música electrónica ambient. Pasa desapercibida, pero se adapta perfectamente al tono del largometraje y le confiere mucha personalidad.
Evidentemente, apostar por los conflictos de los personajes es oportuno, al contar con dos de los mejores actores de la industria. Jessica Chastain, recientemente galardonada con el Oscar por la fallida Los ojos de Tammy Faye, atesora muchas actuaciones memorables (El caso Sloane, El año más violento, La noche más oscura). Cuando se aleja de las sagas mediáticas, Eddie Redmayne demuestra su valía y versatilidad (El juicio de los 7 de Chicago, La teoría del todo).
Ambos rozan la perfección en unos papeles que implican gran destreza interpretativa. Por un lado, la delicadeza y el sufrimiento de la protagonista, sutil en lo sentimental, crudo y visible en la enfermedad. Por otro lado, la dulzura y candidez de un monstruo, junto a algunas reacciones que nos muestran quién es realmente gracias a un complejo arco dramático.