Tras el éxito de Juno (2007, Oscar al mejor guion original) –una película desenfadada sobre una muchacha de 16 años que, contra su inicial propósito, decide llevar a término el embarazo–, se rodó un amplio número de filmes sobre jóvenes que optan por la maternidad pese a dificultades y presiones. 24 Weeks (2016) supuso un cambio de tendencia: la protagonista claudica porque el feto tiene serias malformaciones; pero el aborto no se presenta como algo positivo –tampoco en Nunca, casi nunca, a veces, siempre (2020)–, sino como inevitable en una situación insostenible.
El acontecimiento –León de Oro en el Festival de Venecia– va más allá. La película adapta el libro autobiográfico de Annie Ernaux (2000), que narra desde un punto de vista subjetivo su embarazo no deseado en 1963. Sobre el proceso de adaptación, la autora y directora Audrey Diwan dice que trató de trasladar el texto a imágenes con un “proceso físico, a través del cual trasformé la narración en una experiencia corporal”.
El principal recurso fílmico que emplea es la cámara subjetiva, que mira por encima del hombro de la protagonista Anne (un recurso usual en los hermanos Dardenne). Anamaria Vartolomei, que interpreta ese papel, ha declarado que la cámara estaba “bajo mi piel”, como se aprecia, sobre todo, en la cruda e impactante escena del aborto.
Para presentar el aborto –entonces, penado con cárcel– como una “liberación”, El acontecimiento incide en la pérdida de oportunidades que acarrearía tener un hijo, pero elude presentar a este como un ser humano; del niño se habla en abstracto, nunca del ser concreto que está gestando; en la película, además, sospechosamente, no aparece ni un solo niño.
Desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, la película es sencillita y le pesa ese exceso de subjetividad y ese sesgo. Al concederle el León de Oro parece que ha prevalecido el discurso sobre los valores fílmicos.