El día que Samuel Beckett recibió el Premio Nobel de Literatura en 1969 no parecía el hombre más feliz del mundo. Así arranca la película, con una huida de ese momento de gloria hacía un espacio imaginario en el que empieza un diálogo platónico consigo mismo, recordando su pasado y su conflicto permanente con la literatura, la familia o las mujeres.
El director es el británico James Marsh, ganador del Oscar al mejor documental por la espléndida Man on Wire en 2008, y que había tenido un gran éxito con el biopic de Stephen Hawking en La teoría del todo (2014). Dance First es muy diferente a esos dos títulos. Es una película tan existencialista y amarga como el protagonista, brillantemente interpretado por Gabriel Byrne en su época adulta, y por el irlandés Fionn O’Shea (Normal People, Dating Amber) en su juventud.
La recreación histórica del París de mediados de siglo es muy meritoria, teniendo en cuenta que esas escenas fueron rodadas en Budapest. Menos logrado está el guion de Neyl Forsyth (The Gold), al que le falta algo de temperatura emocional y profundidad psicológica, a pesar de ofrecer un recorrido con algunos diálogos muy inteligentes y una estructura dramática de cierta originalidad.