No es fácil ser ponderado con cineastas tan creativos y temerarios como el californiano Tim Burton, que lleva cuatro décadas agitando el género fantástico. En 1988 llegó al gran público con la gamberra Bitelchús, para moverse después entre obras maestras –como Big Fish o La novia cadáver– y despropósitos –como El planeta de los simios o Sombras tenebrosas–, pasando por la cinefilia en blanco y negro de Ed Wood, la morbosidad de Sweeney Todd, el extravagante expresionismo de sus dos Batman, el demoledor sarcasmo de Mars Attacks! y Alicia en el País de las Maravillas, o el poético romanticismo de Eduardo Manostijeras, Charlie y la fábrica de chocolate o Dumbo. Ahora, 36 años después de Bitelchús, Tim Burton se desmelena demasiado en su continuación.
Atormentada todavía por el incansable demonio Bitelchús (Michael Keaton), Lydia Deetz (Winona Ryder) presenta ahora un popular programa televisivo de casas encantadas, mientras intenta superar la misteriosa desaparición de su esposo en una expedición a Brasil y recuperar el amor de la rebelde y racionalista hija adolescente de ambos, Astrid (Jenna Ortega). Un hecho trágico en vísperas de Halloween les obliga a reunirse en el caserón familiar de Winter River, donde alguien invoca tres veces a Bitelchús, y el travieso demonio regresa al mundo de los vivos para desatar su propio caos aquí y en el inframundo de los muertos.
Esta divertida patochada goza de un ritmo trepidante, excelentes efectos visuales, una ambientación muy imaginativa, un sensacional vestuario de Colleen Atwood y una animada música de Danny Elfmann, enriquecida con nostálgicas canciones retro. Todo ello, presentado al estilo de los paroxísticos cortos animados de Tex Avery y Chuck Jones para la Warner, expresamente homenajeados en el filme, que también incluye un par de sugerentes secuencias animadas.
Ese tono legitima en parte el premeditado y agotador histrionismo de Michael Keaton y otros muchos actores, que, por otra parte, se suaviza con las contenidas interpretaciones de Winona Ryder y Jenna Ortega. Su dramático desencuentro materno filial es sin duda lo mejor del alocado y caótico guion de Alfred Gough, Miles Millar y Seth Grahame-Smith, que ya colaboraron con Tim Burton en la notable serie televisiva Miércoles, también protagonizada por Jenna Ortega.
Menos interés tiene su cutre visión del cristianismo, aunque al menos asume a su manera la diferencia entre el bien y el mal, el valor de la familia, el verdadero sentido del amor y la existencia de una vida después de la muerte. Hasta aparece el infierno…
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002