“Soy Robbie Williams. Esta es mi historia. Pero no voy a contarla de una forma normal, porque yo no me veo como me ven los demás. Sinceramente, siempre me he considerado algo menos evolucionado”. Con esta declaración de principios comienza el tráiler de esta original película biográfica, producida por el famoso cantante inglés –uno de los grandes del pop-rock de las últimas décadas–. La dirige el australiano Michael Gracey, un veterano técnico de efectos visuales y realizador de videoclips que sorprendió en 2017 con el vibrante musical El gran showman y confirmó su potencia en P!nk: All I Know So Far, hagiográfico documental sobre la premiada artista estadounidense. Ahora ha desempolvado su antiguo oficio de mago de los efectos y se la ha jugado presentando en todo momento a Robbie Williams como él mismo se ve: con el cuerpo y el rostro de un chimpancé.
Así expuesta, esa opción narrativa parece demasiado grotesca, pero te cautiva en cuanto ves a un Robbie Williams como un frágil bebé chimpancé o como un sufrido chaval mono, alentado siempre por su cariñosa abuela y apasionado de la música como su padre, un modesto cantante al que echa mucho de menos porque está siempre de gira. Además, la temeraria apuesta se confirma como ganadora cuando ya es adulto, porque el personaje entonces es interpretado por el propio cantante –simiescamente tuneado a sus 50 años–, salvo en algunas escenas en que le sustituye el actor Jonno Davies. De este modo, se impone su inimitable autenticidad cuando aparece angustiado ante la posibilidad de ser un cualquiera, u obsesionado con demostrar que puede triunfar sin ayuda de nadie, o exultante encima de un escenario ante miles de personas, o paralizado por el miedo escénico, el peso de la fama, los altibajos sentimentales, la soledad, las adicciones al alcohol y a las drogas… Como se ve, aunque no depara muchas sorpresas y cede a veces a una convencional crudeza verbal y sexual, el guion ofrece sugerentes perspectivas dramáticas para que el filme se mantenga siempre muy por encima de la media.
Por su parte, además de la espléndida integración de acción real y animación en el protagonista, Michael Gracey mantiene un ritmo fresco y ofrece un sabroso resumen de la carrera musical de Robbie Williams, con generosas recreaciones de conciertos míticos y brillantes coreografías, algunas muy modernas y otras que rinden un nostálgico homenaje al musical clásico. Siempre sin que la película pierda su condición de sincero y oxigenante examen de conciencia de un artista consciente de sus cualidades, limitaciones y errores, y que quiere ser una mejor persona, como indica una de sus canciones más famosas, Better Man.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002
