Todos los episodios de Atasco empiezan de modo parecido. Un plano contrapicado muestra un monumental atasco en las afueras de Madrid. La cámara desciende, se cierra el plano y cada automóvil esconde su propia historia. Y las hay de todo tipo: cómicas, sarcásticas, tiernas, tristes, románticas y agridulces.
La serie original de Prime Video se ha ganado al público –lleva varias semanas en el top de las más vistas– gracias a una fórmula que funciona, y que funciona especialmente en este tiempo estival (lo que demuestra que la fecha de estreno de una película o serie no es algo anecdótico). La primera temporada de esta producción dirigida por Rodrigo Sopeña (La habitación de Fermat, La hora de José Mota) y producida por Onza Entertainment y Publicis Rebellion consta de seis capítulos de alrededor de 25 minutos. Es decir, una de esas series diseñadas para consumir con agilidad y sin remordimientos.
Uno de los puntos fuertes de Atasco es la coralidad: tanto en las historias que se van entretejiendo como en un reparto que aglutina a casi todos los intérpretes que hacen –o han hecho– comedia en España en las dos últimas décadas. Como en cualquier producción de este tipo, hay historias mejores y peores. Hay subtramas que se reducen a un sketch y otras que recorren varios episodios. En cualquier caso, sorprende el nivel de escritura de algunas historias aparentemente muy simples y que, sin embargo, esconden una cuidada estructura de timing y puntos de giro. Una estructura necesaria para que la serie no se convierta en una sucesión de gracias –o desgracias– protagonizadas por rostros famosos.
La buena acogida del público y la flexibilidad de la fórmula auguran nuevas temporadas. Me atrevo a sugerir un consejo: aunque el lenguaje soez de la serie tiene su explicación narrativa –nunca fue un atasco la cuna de ningún Góngora– el exceso de exabruptos puede terminar hastiando al espectador.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta