En el año 2142, un grupo de jóvenes decide huir de la colonia minera Jackson´s Star en busca de una nueva vida en un planeta menos sombrío y con más esperanzas de futuro. Con este sencillo argumento el uruguayo Fede Álvarez (No respires, Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte) da un giro al paradigma habitual de una saga alicaída.
La Nostromo había dado demasiadas vueltas por la galaxia desde que Ridley Scott y James Cameron firmasen dos de las obras maestras de la ciencia ficción, Alien, el octavo pasajero, en 1979, y Aliens: El regreso, en 1986. A partir de ahí, los cuatro intentos de reiniciar el viaje habían causado diferentes niveles de decepción, pero esta séptima parte de la saga sabe aprovechar lo mejor del legado para construir una notable película.
El guion que ha escrito Fede Álvarez junto con su colaborador habitual, el también uruguayo Rodo Sayagues, tiene una estructura perfectamente apoyada en los numerosos e imaginativos giros de la trama. Aunque en el último tramo hay algún exceso de vueltas, la película sabe crear un ritmo en el que hay espacio para el desarrollo de personajes, en especial con sus ingeniosas conexiones con robots de inteligencia artificial. La relación de amistad y casi filiación que protagonizan Cailee Spaeny (Civil War) y David Jonsson (Agatha Christie: Matar es fácil) es un motor dramático muy fiable, que hace que el interés por los personajes nunca decaiga.
Tanto visual como musicalmente, la película tiene una combinación de planos espectaculares y otros de corte más ochentero que, entre otras cosas, han permitido ajustarse a un presupuesto de 80 millones de dólares (por debajo de los capítulos precedentes de la saga). Con casi 300 millones ingresados en todo el mundo, Alien: Romulus es la décima película más taquillera del año, y una de las unánimemente reconocidas por la crítica, que ha apreciado esta nueva y original vuelta de tuerca.
