Dos gendarmes primerizos y una joven idealista que combina el periodismo y la carrera de Derecho se enfrentan a la vida adulta en Bélgica a principios de los 80. Se conocen de siempre, pero la compleja situación política y social del país irá generando tensiones entre ellos, especialmente con la sospecha de corrupción policial relacionada con una ola de atentados, que genera una situación de alarma social.
Al igual que ha sucedido en los últimos años con Noruega o Dinamarca, Bélgica aparece con esta serie en el mapa internacional del mercado audiovisual utilizando una historia real y bastante desconocida de su país. Sus creadores, Wouter Bouvijn y Willem Wallyn, llevaban años haciendo thrillers que no habían interesado más allá de sus fronteras. Con 1985 han dado un salto de calidad imponente. Esta ficción que combina tramas y personajes desde una óptica social, política y psicológica, tiene un ritmo sereno y medido que activa al espectador al ofrecerle muchas piezas que deben encajar.
Los epílogos documentales de cada capítulo permiten a sus creadores no tener que concretar todos los detalles de una investigación que duró casi una década, y así centrarse en la evolución dramática de los personajes. La selección de los tres actores protagonistas es sensacional, y favorece que cada uno tenga vida y encanto en la pantalla. A Timen Govaerts le habíamos visto en papeles secundarios de películas belgas de tanta repercusión como Girl, de Lukas Dhont, o Tori y Lokita, de los hermanos Dardenne; pero en el caso de Mona Mina Leon y Aimé Clays, su aparición en la serie es todo un descubrimiento.
Gracias a ellos, la serie tiene una atractiva y matizada representación de una juventud que tiene que definir sus prioridades, con decisiones que van desde el heroísmo a la mediocridad de dejarse llevar.