Taylor vs. Dreher: Dónde encontrar la trascendencia en el mundo moderno

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Taylor vs. Dreher: Dónde encontrar la trascendencia en el mundo moderno
Rod Dreher y Charles Taylor (CC fotos: Elekes Andor y Lëa-Kim Châteauneuf)

Charles Taylor, filósofo, y Rod Dreher, periodista, han escrito sendos ensayos sobre una misma temática: cómo recuperar el sentido más profundo de las cosas. El primero cree que la poesía es un lugar idóneo para acoger el anhelo de lo sagrado; el segundo, que solo el cristianismo proporciona vivencias espirituales auténticas.

Si se piensa bien, hay pocos temas que conciten la atención de los filósofos tanto como el verdadero sentido de la existencia. Puede uno orientarse hacia la filosofía analítica, propugnar el marxismo o cuestionar la objetividad de la verdad, pero solo excepcionalmente algunos piensan que se puede vivir humanamente sin interrogarse sobre el propósito último de la vida.

Hombre y misterio

Esa búsqueda infatigable de realidades más hondas ha recorrido diversas sendas, hasta el punto de que cabría ver la cultura no tanto como una forma de sublimar nuestras necesidades básicas, ni como el desgraciado mecanismo que se ha inventado el destino para atemperar, como indicaba Freud en El malestar en la cultura, el instinto de destrucción, sino como la prueba palpable de que, además de acallar el hambre, precisamos de sentido.

Lo que satisface esa inclinación ha recibido muchos nombres, cada uno de los cuales pone de relieve una cara de ese misterio. Dios. Naturaleza o cosmos. Bien, en sentido platónico. O religión. Sea cual sea por el que se opte, no hay duda de que, según Charles Taylor, “constituye una constante humana, un deseo sentido al menos conscientemente por determinados individuos en todas las épocas y momentos de la historia cultural”.

En su último libro, titulado Cosmic Connections (Harvard University Press, 2024), el filósofo canadiense aborda esa idiosincrasia humana de un modo peculiar, alejándose de la tradición religiosa, para concluir que la pregunta por el fin de las cosas abre una dimensión “comunicativa”, “relacional” con el misterio, relación que, como es fácil colegir, tiene efectos transformadores sobre el individuo.

Sed de lo sagrado

Taylor ha acostumbrado a su público a un ritmo regular de libros. Con sus 92 años, él sigue cumpliendo su compromiso y alterna ensayos ligeros con otros de mayor alcance y, sobre todo, más generosos en cuanto al número de páginas. Un ejemplo de los últimos es esta obra, en la que vuelve a los desafíos y alteraciones provocadas por el mundo moderno, combinando –como siempre– filosofía, mucha literatura y algunos –escuetos– hilvanes de ciencia.

Cosmic Connections constituye un complemento idóneo a otra de sus más voluminosas obras: La era secular. Como en aquella ocasión, viene a afirmar que ni la ciencia ni la tecnología resultan suficientes para apagar la sed de lo sagrado, es decir, la inquietud que lleva a preguntarse por qué hay ser y no solo nada o vacío, y qué diablos hace en medio de este hermoso mundo natural una especie como la nuestra.

Crear el sentido

Con el comedimiento que le caracteriza, Taylor cree que los avances modernos no tienen vuelta atrás. Juzga que la ciencia no solo ha venido para quedarse, lo que es evidente, sino que, además, ha operado como un sustrato fértil para posibilitar el arraigo de incontables bendiciones. Sin embargo, no ha dejado incólume la imagen del mundo ni en pie los procedimientos por los que dábamos sentido a las cosas.

Concretamente, fue en el contexto del romanticismo “cuando la conexión cósmica antigua se hizo insostenible”. Y aunque la transformación se percibe en la filosofía –Hegel, Fichte o, ya más tarde y en otra latitud, Emerson–, para Taylor hay un campo en el que resulta mucho más patente: la poesía.

Es el arte, sugiere Taylor, lo que mantiene en vigor que el ser humano ha de intimar con estratos de la existencia más profundas si desea vivir en plenitud

El término no alude, como a simple vista pudiera parecer, a un género literario; hace referencia, en realidad, a lo creativo, lo cual revela que ya no se espera que el misterio o lo sagrado se descubra, sino que “se tiene que crear (poiesis, Dichtung) algo, una obra de arte, para que advenga. Este es el cambio crucial que se produce en la cultura moderna. Y es cualquier cosa, menos una regresión” hacia las antiguas formas de aproximarse a lo sagrado.

El canadiense comprende la poesía como una experiencia espiritual: mediante la recitación, el lector se inspira y las palabras evocadoras “resuenan” en su interior, abriendo un espacio y tiempo distintos, más densos o dilatados. Eso propicia la conexión cósmica y conmociona; llegado el caso, puede estimular a un cambio de vida.

Así pues, es el arte, sugiere Taylor, lo que mantiene en vigor que el ser humano ha de intimar con estratos de la existencia más profundas y reflexionar sobre lo imperecedero si desea vivir en plenitud.

Mediante fragmentos de Wordsworth, Baudelaire, Rilke o Eliot, entre otros, Taylor muestra cómo la poética contemporánea engrasa la relación del ser humano con el sentido último, con el cosmos. Lo más positivo es que los nuevos itinerarios no exigen renunciar a los frutos de las ciencias, ni a la verdad sensible, porque esos poetas propensos a explotar el simbolismo son conscientes de que hay dimensiones que jamás podrá entender la lógica científica. Los valores, la belleza, las obligaciones morales o el amor son realidades a las que el ser humano no accede empírica, sino hermenéuticamente.

Taylor frente a Dreher

Taylor, pues, sitúa en la literatura el último rescoldo de sensibilidad religiosa que permanece en el mundo postilustrado. Y reconoce que el arte –determinado arte, hay que precisar– provoca las mismas catarsis que los rituales. Llega a dotar a aquel de cierta aura sacramental. Por esta razón, resulta interesante leer conjuntamente la obra de Taylor con Living in Wonder: Finding Mystery and Meaning in a Secular Age (Zondervan, 2024), el último ensayo de Rod Dreher, que puede ser interpretado como una contestación no premeditada a Cosmic Connections.

Dreher, miembro de la Iglesia ortodoxa, defiende el cristianismo como el camino seguro y más válido para la revelación de lo sagrado

Si empleáramos la terminología del canadiense, cabría afirmar que Dreher propone, justamente, el retroceso a formas de conectar con lo sagrado premodernas. Para el autor de La opción benedictina, por el contrario, Taylor encarnaría al individuo de hoy, escéptico hacia lo sobrenatural, aunque decidido a apagar su anhelo de trascendencia con sucedáneos profanos.

Dreher, miembro de la Iglesia ortodoxa, defiende el cristianismo como el único camino en el que se revela lo sagrado. Descafeinar el radicalismo de esa fe, preterir su orientación trascendente o suplir con dosis de poesía más o menos elevada su mensaje revolucionario no solo constituye una infidelidad, sino que deja al mundo sin la salvación que requiere.

¿Fe o divertimento espiritual?

El periodista norteamericano lanza, pues, un torpedo al centro de la cultura posmoderna, contumazmente nihilista, descreída, individualista y con intuiciones espirituales romas, planas; un diagnóstico al que quizá le falta optimismo. En cualquier caso, lo más hiriente para Dreher es que los cristianos hayan optado por amoldarse a esos rasgos.

“Temerosos y avergonzados por lo sobrenatural –sostiene–, nuestros líderes eclesiásticos y teólogos han sustituido el Evangelio descarnado de Dios por un deísmo moral con fines terapéuticos”.

Salvando las distancias –distancias que son, no hay que esconderlo, abismales–, hallamos en Dreher ecos kierkegaardianos. Por ejemplo, en Temor y temblor el filósofo danés reprueba a esos clérigos que, tras predicar sobre el sacrificio de Isaac, expulsan de su vida la posibilidad de que Dios intervenga en el mundo. Asimismo, Kierkegaard fustiga al cristiano “cultural”, que conoce al dedillo los mandamientos, pero no es consciente de las exigencias que comporta la contemporaneidad de Cristo.

Reencantar el cristianismo

Ante esta situación, “es urgente reconectar visceralmente de nuevo con la fe cristiana de forma radical”. La frase no deja de recoger un deseo análogo al de Taylor, que busca recuperar la vivencia sobrenatural con versos y retórica. Ahora bien, para Dreher el sentido no se crea ni adviene al mundo desde fuera: radica en la misma entraña de lo real, nutriéndolo. Solo espera que el ser humano lo acoja.

Al interesarse por la presencia de lo sobrenatural en el tiempo, en el aquí y en el ahora, Dreher juega con diversos testimonios, incluyendo casos de posesión diabólica y otros ejemplos algo extravagantes. No tiene –asegura– ninguna pretensión política, pero este ensayo echa sobrada leña para mantener vivo el fuego de la guerra cultural.

Para él, además, no son solo las trazas de la cultura contemporánea las que adormilan el sentido sacramental del mundo. Hay espacio en Living in Wonder para diatribas en contra de las nuevas tecnologías, ya que trastornan los canales que emplea Dios para conminarnos a una vida más plena en su compañía.

Mientras que el libro de Dreher está destinado a quienes creen, Taylor ha escrito un ensayo filosófico en el que pesa más lo positivo de la cultura contemporánea que lo negativo. Y donde no se acepta del todo el valor epistémico de la religión. Ese no es el único reparo de una obra menos rigurosa que las anteriores.

Sea como fuere, Taylor ve que la pasión por lo sagrado es un rasgo que compartimos todos los hombres. Quién sabe si hoy es el arte la puerta para dar el salto de fe del que hablaba precisamente Kierkegaard, y dejar al alma inundarse con lo auténticamente sanador y verdaderamente espiritual.

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