Los insultos, ataques y manifestaciones de discriminación contra los cristianos constituyen el 80% de todos los que se registran contra los fieles de las distintas religiones en el mundo, y un país de tanto peso global como el Reino Unido no ha estado a la altura que podría esperarse en defensa a los seguidores de este credo. Así lo reconoció días atrás el ministro de Asuntos Exteriores británico, Jeremy Hunt.
Hunt hizo esas declaraciones durante la presentación del informe encargado por el Foreign Office al obispo de la diócesis anglicana de Truro, Philip Mounstephen, un texto en el que se documentan las múltiples violaciones a la libertad de religión y creencia en varios países.
“No estoy convencido de que nuestros esfuerzos en nombre de los cristianos hayan abarcado la magnitud del problema, o de que realmente hayan reflejado la realidad de que son los cristianos los que cargan con el mayor peso de la persecución”, señaló Hunt, y añadió: “Tal vez a causa de una equivocada corrección política, o una instintiva reticencia a hablar sobre religión, el gobierno británico no se ha enfrentado siempre a esta situación”.
Según reconoció el político conservador, aspirante a primer ministro en la votación entre miembros del partido que elegirá entre él y Boris Johnson, aunque sea “imposible” eliminar de raíz el fanatismo anticristiano, “no podemos encogernos de hombros”. El Reino Unido, aseguró, no dejará de lado sus responsabilidades: “Yo estoy decidido a asumirlas”.
Expropiaciones aquí, palizas allá…
El documento elaborado por el prelado de Truro es la versión final de un primer texto dado a conocer en primavera, y del que muchos titulares coincidieron en subrayar un aspecto: la definición como “genocidio” de las acciones de varios actores estatales y no estatales en África del Norte y Oriente Medio contra las minorías cristianas.
El Rev. Mounstephen ilustra la situación con cifras del Pew Reserch Center, que advirtió de un incremento de la persecución entre 2015 y 2016: si en el primer año los cristianos fueron objeto de hostigamiento en 125 países, en 2016 ya lo fueron en 144. “Los cristianos –afirmaba el Pew– han sido acosados en más países que cualquier otro grupo religioso, y lo han sufrido en los países de mayoría musulmana de África del Norte y Oriente Medio”. Otra fuente, la ONG Open Doors, revela por su parte que 245 millones de seguidores de Cristo, residentes en 50 países, sufren altos niveles de persecución (30 millones más que en 2018).
La hostilidad y sus consecuencias se manifiestan de muchas maneras, según el informe del obispo anglicano. En Palestina, la presencia cristiana ha caído por debajo del 1,5% por diversos motivos, mientras que en Siria la población de fieles ha disminuido de 1,7 millones a 450.000, y en Iraq, escenario de una limpieza étnica contra los cristianos, ha bajado de 1,5 millones en 2003 a 120.000 en la actualidad.
De igual modo, en Myanmar los musulmanes rohingyas no son los únicos en quienes hacen blanco los ataques del ejército. En las prisiones de Corea del Norte y en Eritrea, entretanto, se tortura a los cristianos; en la India, la policía les propina palizas y los detiene injustificadamente, y en Cuba se les expropian terrenos dedicados a lugares de culto a los protestantes que no tienen inscritas sus congregaciones en el registro oficial, o se acosa a intelectuales católicos “problemáticos”.
Una fe que desafía a los tiranos
¿Por qué esta saña particular contra los fieles de Cristo? “Porque la fe cristiana siempre ha sido subversiva”, apunta el informe del Rev. Mounstephen.
Según explica, la afirmación de que Cristo es el Señor “no son palabras vacías”: si Jesús era el Señor, implicaba que el César no lo era, y ello atrajo la persecución desde el principio. La fe cristiana presenta, en tal sentido, un desafío radical “a cualquier poder que se declare como absoluto, y hay muchos de estos en el mundo actual”.
Ese carácter retador a la tiranía se encuentra precisamente en la base de las democracias de Occidente, como herencia cristiana, y los gobiernos democráticos avanzados deben continuar apoyando ese principio “dondequiera que se encuentre bajo amenaza”.
Los diplomáticos, a estudiar el fenómeno religioso
El documento del obispo Mounstephen achaca la indiferencia mostrada hasta ahora por el Reino Unido hacia los cristianos perseguidos, a una pretendida “culpa poscolonial” que anima a evitar injerencias en los antiguos dominios. Solo que si una minoría soporta, ella sola, la mayor parte de la discriminación por motivos religiosos, “no debe recibir tan poca atención”.
Por ello, el documento finaliza con un grupo de sugerencias al Foreign Office, que han sido favorablemente acogidas por su titular Hunt. En primer lugar, se pide a Londres que plantee una propuesta de resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU que urja a los gobiernos de África del Norte y Oriente Medio a proteger a los cristianos y a permitir la presencia de observadores internacionales que certifiquen el cumplimiento de esa protección.
Asimismo, se solicita al gobierno británico que deje a un lado el lenguaje impreciso con el que usualmente se alude a la persecución. “Creo que debemos llamarla claramente cristofobia”, subrayó Hunt en la presentación del texto.
Otra medidas sugeridas serían la imposición de sanciones a los perpetradores de graves violaciones de los derechos humanos por motivos religiosos, y el establecimiento de una línea de apoyo financiero para ayudar a los cristianos perseguidos.
Por último, se pide al Foreign Office que imparta una adecuada formación en materia religiosa a su personal, tanto al de su sede en Londres como al de sus embajadas y consulados. Es una idea que ya tuvo antes el Ministerio de Asuntos Exteriores holandés, para que sus funcionarios comprendan mejor la sociedad y la cultura de otros países. El informe británico propone también que las representaciones diplomáticas reaccionen de manera ágil y adecuada ante las violaciones a la libertad religiosa que puedan constatar.