Papa Francisco: la literatura, una puerta de entrada a la “polifonía de la Revelación”

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El papa Francisco saluda a los fieles durante una audiencia en 2023 (foto: Europa Press)

Con la espontaneidad y sencillez que caracterizan su estilo comunicativo, hace una semanas el papa escribió una sentida apología de la buena literatura; un tema que, a primera vista, pudiera no parecer competencia de un «sumo pontífice». Sin embargo, como él mismo se encarga de explicar en el texto, la lectura es una de las actividades que más pueden contribuir a humanizar a una persona: a hacerle consciente de quién es, a que reconozca la voz del otro, y la de Dios.

El 17 de julio de 2024 el papa Francisco publicó una original Carta dedicada al papel de la literatura en la formación. En principio, la Carta está pensada para los sacerdotes, pero es igualmente válida para todos los cristianos y para cualquier persona que desee ampliar y profundizar su formación. En sus primeras líneas, comenta el papa que las vacaciones de verano son una buena ocasión para dedicarse más a la lectura, aprovechando los periodos de más descanso.

Es también el verano una buena oportunidad, dice el papa, para aparcar “la obsesión por las pantallas” y los medios audiovisuales. Para Francisco, las redes sociales y los medios de comunicación digitales han sustituido en los últimos tiempos a la lectura (también en los seminarios), a la vez que se ha rebajado la literatura a la consideración de mero entretenimiento para pasar el rato, propósito que no comparte el papa.

Al contrario que las redes sociales y los medios audiovisuales, tan presentes en la cultura de hoy, la literatura exige otro tipo de interlocutor mucho más activo, que se implica y participa más en lo que lee, pues en cierta forma “reescribe la obra, la amplía con su imaginación, crea su mundo, utiliza sus habilidades, su memoria, sus sueños, su propia historia llena de dramatismo y simbolismo”.

En la Carta recuerda el papa sus años de profesor de literatura en un colegio jesuita, en Santa Fe, entre 1964 y 1965. Allí descubrió el papel formativo de la literatura para sí mismo y sus alumnos, y se aficionó a los “artistas trágicos”, a aquellos escritores que son capaces de bucear en sus propios dramas, que son también los de este tiempo.

Para el papa Francisco, la lectura de obras literarias tiene un papel formativo indispensable e insustituible. Los sacerdotes, dice, deben estar en contacto con aquella literatura que propicia “el diálogo con la cultura de su tiempo, o simplemente con la vida de personas concretas”. Las obras literarias son muchas veces la puerta de entrada para comprender “la polifonía de la Revelación” y para acercarse al misterio, además de permitir entrar en contacto con las luces y las sombras del corazón humano.

Valora el papa positivamente los efectos benéficos de la literatura también desde un punto de vista pragmático: “ayuda a adquirir un vocabulario más amplio (…), estimula la imaginación y la creatividad (…), permite aprender a expresar los propios relatos de una manera más rica”. También hace posible reducir los niveles de deterioro cognitivo y rebajar “el estrés y la ansiedad”. Pero Francisco va bastante más allá de estas “utilidades”, pues para él la literatura prepara especialmente a los lectores a afrontar las diferentes situaciones que se pueden presentar en la vida y a conocer las preocupaciones, dramas, peligros y miedos de nuestros contemporáneos. Con palabras del poeta Paul Celan, que el papa emplea como colofón de esta Carta, “quien realmente aprende a ver se acerca a lo invisible”.

Más todavía, con palabras de Jorge Luis Borges, a quien cita en esta Carta, la literatura posibilita “escuchar la voz de alguien”. Esta es la puerta de entrada para “tocar” el corazón del ser humano, para que se conmueva y se abra. Si hay mucha gente incapaz de emocionarse ante lo que está fuera de ella, la literatura puede proporcionar la necesaria sensibilidad para abrirse al otro y a la trascendencia.

Enfocada así, la literatura –para los sacerdotes y para todas las personas– es un potente ejercicio de transformación personal, un entrenamiento “para buscar y explorar la verdad de las personas y de las situaciones”, con un enfoque particular y a la vez universal.

La literatura cambia, pues, a los lectores, los hace más abiertos y sensibles “frente a las experiencias de los demás”, además de obligarles a salirse de sí mismos “para entrar en lo profundo de su interior”. Reflexionando sobre las limitaciones y las fragilidades de los demás tenemos también la oportunidad –concluye el papa Francisco– de “reflexionar sobre nuestra propia vida”, lo que multiplica nuestra comprensión del prójimo.

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