Musulmanes en Estados Unidos: ¿Ciudadanos bajo sospecha?

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Ser americano y musulmán al mismo tiempo no es fácil de llevar en Estados Unidos. Especialmente desde que se propusiera construir una mezquita en la Zona Cero. La aprobación municipal para edificar un centro cultural islámico a cuatro manzanas del extinto World Trade Center ha causado un gran revuelo en la ciudad de Nueva York.

Unos aseguran verlo como una señal de la tolerancia y la libertad religiosa que caracteriza a la sociedad neoyorquina y, por extensión, a la americana; otros la interpretan como un paso adelante del Islam por imponerse a las demás religiones y gobernar el mundo; y los últimos creen que supone una infamia contra el recuerdo de todas aquellas personas que murieron en el atentado del 11-S, incluso algunos destacados musulmanes piensan que no es el sitio más apropiado para construir una mezquita, aunque sólo sea por una cuestión de sensibilidad.

Lo que el atentado unió, la mezquita lo separa

Si algo ha demostrado la sociedad americana desde el atentado terrorista del 11-S hasta hoy ha sido su capacidad para distinguir entre el Islam como religión y el terrorismo islámico. De igual modo, tras aquella fatídica fecha, los musulmanes americanos han hecho grandes esfuerzos para integrarse y estrechar las relaciones con los no musulmanes, para dejar claro su rechazo al terrorismo, para dar a conocer mejor el Islam, participar en proyectos interreligiosos y desempeñar un papel activo en su vida pública (Cfr. Aceprensa, 20-03-2009).

Pues bien, el proyecto de construcción del centro cultural islámico denominado Park51 (originalmente Córdoba House) cerca del lugar donde se ubicaban las Torres Gemelas ha hecho olvidar todos los esfuerzos de integración realizados durante estos años por parte de la sociedad americana. Los musulmanes dicen estar preocupados, no tanto por su seguridad sino por ver cómo aumentan la sospecha, la ignorancia y el odio con respecto a ellos. En definitiva, denuncian la “islamofobia” como una manera de racismo aceptada en América.

Es el caso -según cuenta la revista Time (02-09-2010)– del Dr. Mansoor Mirza, ciudadano del Condado de Sheboygan en Wisconsin, de origen pakistaní, que no había tenido ningún problema con sus vecinos hasta que en el debate municipal donde se discutía su solicitud de abrir una mezquita muchos de aquellos, incluidos algunos de sus pacientes del hospital donde trabaja, se opusieron, y no precisamente por cuestiones legales sino por prejuicios religiosos, alegando que el Islam es una religión del odio.

Los musulmanes americanos también se encuentran expectantes ante la proximidad del aniversario del atentado que ha dado pie a diversas ocurrencias cuyo alcance se ha visto multiplicado por la excesiva cobertura de algunos medios de comunicación. Allí está por ejemplo la promesa del pastor evangélico, Terry Jones, líder de una iglesia de apenas 50 feligreses, de quemar ese día una montaña de coranes para demostrar la animadversión de la nación americana contra los musulmanes. Hasta el General Petraus, Comandante en jefe de las tropas americanas en Afganistán, se ha visto obligado a advertir sobre las consecuencias que para sus soldados pueden tener este tipo de anuncios ya que espolean a los talibanes. Las reacciones no se han hecho esperar, desde Hillary Clinton hasta el Vaticano han condenado este tipo de iniciativas excéntricas.

Una supuesta “islamofobia”

Según una encuesta de Abt SRBI publicada en la revista Time, el 46% de los americanos cree que el Islam es más propenso que otras religiones a impulsar la violencia contra los no creyentes. A pesar de ello, las encuestas muestran también que la mayoría de los musulmanes se sienten más seguros y libres en Estados Unidos que en ningún otro país de Occidente. Sólo un 37% de los americanos conoce a un musulmán. En 2007, un estudió de Pew Research Center cifró el número de musulmanes en Estados Unidos en 2,35 millones, menos que los 6 y 8 millones que calculaban las estimaciones previas.

La supuesta “islamofobia” americana no parece alcanzar los niveles de otros países en los que los musulmanes son una minoría. No hay equivalente en Estado Unidos para la prohibición francesa del burka o la prohibición suiza de construir minaretes en las mezquitas. La semana que viene además, dos docenas de líderes cristianos, judíos y musulmanes de todo el país se reunirán en Washington en un encuentro para profundizar sobre el sentimiento anti-musulmán.

La población musulmana en Estados Unidos está más dispersa que en Europa. Según Ihsan Bagby, especialista en Estudios Islámicos de la Universidad de Kentucky, el número de mezquitas desde 2001 ha aumentado de 1.200 a 1.900.

Un centro interreligioso

Feisal Abdul Rauf, principal promotor de Park51, ha asegurado en un artículo para The New York Times (7-09-10) que el centro “contará con espacios de oración separados para musulmanes, cristianos, judíos y hombres y mujeres de otras confesiones”.

Antes que Park51, Rauf prefiere referirse al proyecto como “Cordoba House”, su nombre original, “inspirado en la ciudad española donde musulmanes, cristianos y judíos coexistieron en la Edad Media durante un periodo de gran enriquecimiento cultural creado por los musulmanes”. Algo que por otro lado, muchos historiadores españoles ya pusieron en tela de juicio cuando el presidente de Estados Unidos Barak Obama hizo la misma alusión a la tolerancia cordobesa en su discurso de junio de 2009 en El Cairo.

No cabe duda de que el debate de la Zona Cero pone a Estados Unidos frente al reto de minimizar las consecuencias del estigma que el terrorismo islámico dejó en el corazón de Nueva York aquel fatídico 11-S en forma de miles de víctimas y de un odio contenido que parece inmune al paso del tiempo.

Un olvido inexplicable

En medio de la polémica en torno a la Zona Cero y a los sentimientos islamófobos de los americanos, la destrucción de la iglesia ortodoxa griega de San Nicolás, único lugar de culto desaparecido tras el atentado contra las Torres Gemelas, ha pasado desapercibida tanto para las autoridades municipales como para los ciudadanos.

Mientras que el proyecto musulmán de 15 plantas ha sido atendido y aprobado, la archidiócesis greco-ortodoxa de América (canónicamente ligada al patriarcado de Constantinopla) lleva años intentando sin éxito que su templo de sea reconstruido cerca de su ubicación original en la Zona Cero.

Hace tan sólo unos días, L´Osservatore Romano recogía la denuncia de la Archidiócesis de esta iglesia ortodoxa fundada por griegos inmigrantes en 1916 que tenía cuatro plantas y quedó completamente destruida con la caída de la torre sur.

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