Cuando se habla del mundo islámico se suele destacar su empuje demográfico. Sin embargo, los países de mayoría musulmana están experimentando una fuerte caída en su tasa de fecundidad. Muchos científicos y políticos parecen no querer darse cuenta. Quizá porque esto cuestionaría algunos dogmas habituales sobre la superpoblación del planeta.
Lo que verdaderamente está detrás de este fenómeno tiene que ver con un cambio de la idea de familia, sobre todo en el mundo árabe
Nicholas Eberstadt y Apoorva Shah son dos investigadores del American Enterprise Institute (AEI). Desde hace tiempo vienen analizando, sobre todo él, las tendencias demográficas del mundo, y especialmente las de los países menos desarrollados. Hace poco publicaron un estudio en Policy Review (nº 173, 1-06-2012) (una publicación de la Hoover Institution, que depende de la Universidad de Stanford) alertando de dos fenómenos llamativos: el primero, descrito desde un punto de vista científico, es el fuerte descenso de la fecundidad en el mundo musulmán; el otro, también significativo, es la poca atención que han prestado los científicos y los políticos a este hecho.
Razones para un olvido extraño
Aunque ni Eberstadt ni Shah son sociólogos, ofrecen dos posibles causas para este “olvido”. La primera es que los ciudadanos –e incluso los dirigentes– de Occidente han supuesto erróneamente que la inmovilidad política de muchos países musulmanes se traducía también en una inmovilidad de valores, tanto políticos como familiares.
En cuanto a lo político, la “primavera árabe”, pese a su fracaso parcial, ha servido para desbaratar muchos prejuicios. En cuanto a los valores familiares, que según los autores explican el descenso de la fecundidad, las sociedades occidentales aún observan el mundo musulmán a través de tópicos y anacronismos.
Pero Eberstadt y Shah no creen que los prejuicios sean la única explicación para el desinterés por un fenómeno demográfico tan trascendental. También hay una razón política: los datos sobre la fecundidad en los países de mayoría musulmana contradicen algunas teorías de la “planificación familiar”, como que a menor uso de la contracepción moderna, más aumenta la tasa de fecundidad (TFR por sus siglas en inglés); o que caminamos hacia un mundo superpoblado del que solo nos pueden salvar las políticas restrictivas de la natalidad.
Respecto a lo primero, los estados musulmanes utilizan un 11% menos de contracepción que otros no musulmanes con renta per cápita y desarrollo social parecidos, y sin embargo tienen una TFR inferior. En cuanto a la superpoblación del mundo, la implosión demográfica musulmana podría chafar las predicciones de muchos profetas maltusianos. Valga como ejemplo lo que ha pasado con Yemen: en el año 2000, la División de Población de la ONU (UNPD) estimó que en 2050 tendría una población de 102 millones de personas, pero en 2010 tuvo que rebajar la cifra hasta los 62 millones.
Un descenso del 40%
Según algunos de los estudios que con más rigor han medido el volumen de la población musulmana –teniendo en cuenta los límites técnicos y semánticos para dar una cifra– esta representa entre un 22% y un 24% de la población mundial. Un 10% de los musulmanes viven en la India, que es ya el tercer país de población musulmana en números absolutos, solo por detrás de Indonesia y Pakistán, y por delante de Bangladesh, Egipto, Nigeria (el único representante de África entre los primeros puestos) Irán y Turquía.
Entre un 75% y un 80% de los que profesan la religión islámica viven en 49 países donde esta es mayoritaria, y en 40 de ellos, los musulmanes representan más del 90% de la población. Por eso, conocer la TFR de estos 49 países es prácticamente conocer la evolución demográfica del Islam.
De acuerdo con los datos de la UNPD, en 48 de ellos la fecundidad descendió en los últimos 30 años una media de 2,6 nacimientos menos por mujer, frente a los –1,3 a nivel mundial y los –2,2 de los países menos desarrollados. El bajón fue especialmente acusado en el sur y en el este de Asia, y en cambio fue más suave en los países africanos de mayoría musulmana.
Desde 1980, la tasa de fecundidad se ha reducido un 41% en los países de mayoría musulmana
Desde 1980, la TFR se ha reducido un 33% en el mundo y un 34% en las regiones menos desarrolladas, mientras que en los países de mayoría musulmana el descenso ha sido del 41%. En 10 de ellos, ha superado el 60%. De hecho, 6 de las 10 caídas de la fecundidad más pronunciadas desde que se tienen datos (años 50) corresponden a estados mayoritariamente islámicos, y cuatro de ellos árabes: Omán, Kuwait, Argelia y Libia.
En África no es como en Asia
El desarrollo económico, sobre todo si es rápido, suele ir asociado a fuertes bajadas de la TFR, pero ni el del Sureste y Este asiáticos (Singapur, Malasia, Indonesia, Tailandia, Japón, Corea del Norte o Hong-Kong) ni el de los países emergentes del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) supusieron caídas de la fecundidad tan pronunciadas como la del mundo musulmán.
Además, esta ha ocurrido con niveles de desarrollo, educación y presencia de métodos anticonceptivos muy inferiores a los de las regiones antes mencionadas. Hoy en día, la TFR de 21 países de mayoría islámica (que agrupan aproximadamente la mitad de toda la población musulmana) está en niveles parecidos a la de los Estados Unidos.
La TFR de los países musulmanes es menor que la de otros Estados no musulmanes con similares características socioeconómicas. Con todo, el mundo islámico no se comporta de manera homogénea en este aspecto: aunque el descenso de la fecundidad ha afectado a todos estos países, ha sido mucho más acusado en Oriente Próximo y en el sureste asiático que en el África musulmana.
Las teorías mecanicistas no explican todo
Hace 15 años, un estudio de Lant Pritchett –profesor de Desarrollo internacional en la Universidad de Harvard– señaló que cuando se analiza la evolución demográfica de los países poco desarrollados, el factor “maternidad deseada” (el número de hijos que las mujeres dicen querer tener) es el que mejor predice la TFR.
Las explicaciones centradas en el nivel de desarrollo socioeconómico y en la extensión de los métodos anticonceptivos guardan una relación mucho menos estrecha con la fecundidad de un pueblo. Según las investigaciones de Pritchett, el otro factor –además de la maternidad deseada– que tiene una fuerte relación con la TFR en los países poco desarrollados es la renta per cápita.
Sin embargo, cuando el estudio se centra en los países de mayoría musulmana, esta variable pierde gran parte de su peso específico. Las teorías sobre la TFR basadas en el desarrollo o la anticoncepción pecan de “materialistas” cuando intentan explicar la fecundidad en estos países. De acuerdo con Eberstadt y Shah, “actualmente, el factor determinante de la TFR en los países de mayoría islámica parece que tiene un carácter más actitudinal que material o mecanicista. Las explicaciones ‘desarrollistas’, con su énfasis en las transformaciones estructurales y técnicas, no ofrecen mucha luz para esclarecer las razones de la baja fecundidad en los Estados musulmanes”. Los autores consideran que el cambio que verdaderamente está detrás de este fenómeno tiene que ver con una alteración de la idea de familia, sobre todo en el mundo árabe.
Efectos del descenso de la fecundidad
Los autores del estudio señalan cuatro posibles efectos del descenso de la fecundidad en los países musulmanes. Por un lado, habría que revisar las predicciones sobre la población del planeta en el futuro. Seguir manteniendo los actuales números solo podría justificarse por la decisión de mantener a toda costa unas políticas maltusianas, que muchos perciben como una forma de dominio de los países más desarrollados sobre los demás.
Otro efecto es que en unos años, muchos de estos países experimentarán una caída en el número de personas en edad de trabajar, con lo que supone de freno al desarrollo económico. Según las predicciones de la Oficina del Censo de EE.UU., 14 estados de mayoría islámica empezarán a perder fuerza laboral antes de 2050.
Mucho antes, las pirámides de población de algunos de estos países, progresivamente más envejecidos, pasarán por un momento en el que habrá una gran concentración de personas de entre 20 y 30 años. Según sea la situación económica en ese punto, esto puede dar lugar a rápidos desarrollos económicos pero también a fuertes tensiones políticas y sociales dirigidas por jóvenes (“youthquakes”).
Por último, el envejecimiento de la población de estos países podría plantear un problema mayor al que supone en las regiones más desarrolladas. En estas zonas, la cultura del Estado del bienestar y la mejor situación económica han permitido mitigar los efectos de la baja fecundidad, algo que difícilmente sucederá en la mayor parte de los países musulmanes.