La caída del comunismo en Europa central y oriental supuso –o al menos debió suponer– un buen hito para la libertad religiosa en esos países: desaparecidos los grilletes ideológicos, los fieles de distintas confesiones –particularmente católicos y ortodoxos–, no toparían con obstáculo alguno para atravesar las puertas de las iglesias, por lo que el lleno estaría asegurado.
Sin embargo, una reciente investigación del Pew Research Center señala que, aunque grandes mayorías afirman creer en Dios (un 86% de media), el lleno no se ha producido, aunque sí –salvo en algunos países– una mayor identificación de la gente con el credo mayoritario, en términos de conciencia nacional. Al polaco, desde este punto de vista, le correspondería ser católico; al ruso, ortodoxo, y es ese el mecanismo por el que se identifican buena parte de los consultados cuando se les pregunta por su fe, aunque no asistan a misa ni frecuenten los sacramentos.
Los ortodoxos del este europeo entienden que Rusia debe velar por los cristianos ortodoxos allí donde se vulneren sus derechos, aunque sea más allá de las fronteras rusas
El Pew entrevistó a 25.000 personas jóvenes y adultas en 18 países, en su mayoría de la antigua órbita soviética, con excepción de Grecia, que ha sido incluida en el estudio. En los países excomunistas de matriz cristiana ortodoxa, el número de los que se dijeron cristianos experimentó un crecimiento desde 1991 a 2015. Así sucede, por ejemplo, en Rusia (de un 37% entonces a un 71% en la actualidad), Bulgaria (de 59% a 75%) y Ucrania (de 39% a 78%).
En los de tradición católica, en cambio, ha disminuido el porcentaje de los que se declaran de esta confesión. En Polonia, “bastión católico” donde los haya, un 96% se identificaba como católico en 1991, contra un 87% en 2015, mientras que en Hungría la cifra bajó del 63% al 56%. Si el declive, a simple vista, no es tan acusado, se debe, según el estudio, a que esas naciones mantuvieron su esencia católica aun bajo el yugo soviético.
Caso distinto es el de la República Checa. Entre el 44% de católicos de un cuarto de siglo atrás y el 21% de la actualidad hay un abismo que han ido llenando los que se declaran ateos o agnósticos (72%). Para encontrar una explicación, el Pew sugiere escarbar en las raíces de la historia, hasta el siglo XV, cuando aconteció la reforma del sacerdote Jan Hus, que impregnó en la población un sentimiento anticatólico, pero también con la caída del territorio en los dominios del imperio austrohúngaro y la identificación de la fe católica como la religión de los ocupantes. Los manuales antirreligiosos llegados desde Moscú en las cabinas de sus tanques solo pusieron la guinda al pastel.
Los católicos, más observantes
¿Más practicantes de la fe entonces en los países ortodoxos? No tan rápido. “A pesar de su descenso en varios países –dice el informe–, los católicos de Europa central y oriental son generalmente más observantes en lo religioso que los ortodoxos, al menos en los aspectos convencionales”.
En números generales, un 57% de la población de esas regiones se declara ortodoxa, frente a apenas un 18% de los que afirman ser católicos. Ahora bien, según el Pew, el 45% de los católicos en Polonia asiste a misa al menos una vez por semana, lo cual dobla el número de ortodoxos rumanos que van con la misma frecuencia. De igual modo, los católicos del este europeo participan con mayor asiduidad de prácticas como la comunión eucarística y el ayuno cuaresmal, y tienen mayor tendencia a compartir sus creencias o puntos de vista religiosos con los demás, así como a escuchar o leer la Biblia fuera del ámbito eclesial.
En países de mayoría ortodoxa, ser nacional del país implica, en el sentir popular, identificarse con el credo religioso mayoritario
Funcionarían así, para católicos y ortodoxos, dos esquemas diferentes: si entre los primeros se ha incrementado el número de personas que dicen “creer, pero sin pertenecer”, entre los segundos la tendencia es “creer y pertenecer, pero sin practicar”. Ciertamente los católicos son cada vez menos en Polonia, Hungría y la República Checa, pero los que están, participan más de la vida eclesial que las mayorías ortodoxas. Asimismo son más, en comparación con los ortodoxos, los católicos que creen verdades doctrinales esenciales de su fe, como la existencia del cielo y el infierno.
Otra cuestión en la que difieren ambos grupos, allí donde son mayoría, es en la identificación automática entre religión y nación, un aspecto ya mencionado al principio. En Armenia, el 82% de los encuestados consideró que para ser tenido por un verdadero armenio, hay que pertenecer a la Iglesia ortodoxa local, y así también se manifestó el 81% de los georgianos y el 78% de los serbios. Por contraste, en los países de mayoría católica, el 64% de los polacos consultados expresaron una opinión semejante, y así también un 58% de los croatas y un 43% de los húngaros.
En cuanto a la presencia y la acción pública de la Iglesia, también hay desacuerdo entre los de Europa centrooriental: si en los países de tradición católica está más claro que debe haber una incuestionable separación entre la Iglesia y el Estado, en los ortodoxos entienden que el Estado debe apoyar a la Iglesia en la difusión de las creencias y valores religiosos. El tema de la financiación de las iglesias locales mayoritarias sigue idéntica tendencia.
Moscú, guardiana de la fe
Está, por último, la relación de esos países y comunidades de creyentes con la entidad nacional que ha marcado y continúa marcándoles el paso a algunos en la región: Rusia. Hay algunos datos que llaman la atención, como que para muchos, en los países de mayoría ortodoxa, Moscú viene a ser el depositario de la ortodoxia más auténtica y el defensor de las diversas variantes de esa fe, geográficamente atomizadas.
En primer lugar sobresale la preeminencia que conceden los ortodoxos de distintas naciones europeas al Patriarcado de Moscú, cuya autoridad es percibida por encima de la del de Constantinopla. Si, como es de esperar, el 69% de los ortodoxos rusos estima que su Patriarca es la figura más elevada de la ortodoxia, frente al 4% que le otorga esa categoría al de Constantinopla, sorprende que de modo semejante piensen también los serbios, que conceden el primer puesto al Patriarca de la Iglesia serbia, el segundo al de la rusa, y el tercero –a mucha distancia– al griego. También los ortodoxos búlgaros van en esa línea, y de modo parecido los de Estonia, Letonia y Armenia, donde hay fuertes minorías rusas.
En los países excomunistas de tradición cristiana ortodoxa, el número de los que confesaron cristianos creció entre 1991 y 2015, una tendencia contraria a la que se observó en los de tradición católica
Muy en consonancia con esto, los ortodoxos europeos que ven a Rusia como una suerte de “reserva espiritual de Oriente”, entienden que Moscú debe velar por los cristianos ortodoxos, de la nacionalidad que sean, allí donde se vulneren sus derechos, aunque sea más allá de las fronteras rusas. Así lo cree el 79% de los armenios, el 74% de los serbios, el 72% de los rusos y –ojo– el 69% de los griegos. Los ucranianos son los que menos entusiasmo muestran por delegar esas responsabilidades en Rusia (apenas un 38% lo estima así), lo cual es perfectamente comprensible.
Además, sobresale el hecho de que los consultados en los países de mayoría ortodoxa están de acuerdo en que hay un conflicto de valores con Occidente, y en que Rusia puede constituirse en un muro para contener a los países occidentales y equilibrar su influencia. Es lo que creen un 76% de los bielorrusos, un 80% de los serbios, un 83% de los armenios, etc.
Con estos números, si alguien creyó alguna vez que lo de “Tercera Roma” le quedaba grande a Moscú, tendrá que tomar nota, porque iba algo desencaminado.
Amigos, sí; pero familiares…Interrogados acerca de la hipótesis del restablecimiento de la comunión entre católicos y ortodoxos, los primeros se mostraron más favorables a ello, en comparación con los segundos. En Ucrania, por ejemplo, el 74% de los católicos aplaudiría la iniciativa, 40 puntos porcentuales más que sus pares ortodoxos. De igual modo, los católicos se dijeron más dispuestos a acoger en su propia familia, como nuevo miembro, a un ortodoxo (en Ucrania, lo manifestó el 92% de los primeros y el 56% de los segundos). En cuanto a otros credos, un 56% de los católicos aceptaría como familiar a persona judía, algo con lo que se dijo de acuerdo un 43% de ortodoxos. Las tornas cambian en cuanto a los musulmanes: apenas un 15% de los católicos se mostró favorable a la idea, frente a un 28% de ortodoxos. |