Tres candidatos, tres estilos

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Las candidaturas de Viviane Morales (Colombia), Jair Bolsonaro (Brasil) y Fabricio Alvarado (Costa Rica) a las elecciones presidenciales de sus respectivos países han despertado el interés por el “voto cristiano” en América Latina, más fragmentado de lo que se cree. Entre los tres hay diferencias en el fondo y en las formas, lo mismo que entre las bases sociales en que se apoyan.

El hecho de que esas elecciones estén poniendo en primer plano debates candentes en torno a la vida, el matrimonio, la educación o la libertad de conciencia, está llevando a algunos medios a hablar del auge del “populismo religioso” en la región, pese a que no se trata de asuntos estrictamente confesionales. 

Hay populismo, desde luego, en el afán por presentarse a sí mismo como el único representante legítimo de la voz del pueblo, frente a las élites. Y en buscar la división social para sacar ventaja en las urnas, sirviéndose del carisma personal, la demagogia o la agitación de sentimientos peligrosos como el miedo o el hartazgo social. Pero no se es populista por negar la existencia de un derecho al aborto, por afirmar que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, o por defender el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones morales. 

Para juzgar si hay populismo en los candidatos cristianos que concurren a las elecciones presidenciales en América Latina, es preciso comparar tonos y propuestas para no meter a todos en el mismo saco. 

Mano dura ¿religiosa?

Al igual que ocurrió con Donald Trump, cuya sobreexposición mediática en la larga carrera electoral le vino como agua de mayo, hoy causa sensación el exmilitar Jair Bolsonaro, diputado federal por Río de Janeiro desde 1991, quien también podría estar explotando el lenguaje provocador como trampolín político. “Sin contundencia, no te escuchan. Tenemos excelentes diputados que explican sus ideas de forma pulida y que, por eso, no encuentran eco en los medios”, declaró en una entrevista de 2011 con lectores de la revista Época.

De Fabricio Alvarado se desconocen muchos detalles de su programa, centrado en mejorar la calidad de vida de los costarricenses

En el camino deja un reguero de comentarios irrespetuosos, impropio de quien apela al supuesto “voto cristiano”, si bien Bolsonaro alega que algunas de sus declaraciones están sacadas de contexto. De cara a las elecciones presidenciales de octubre, cabe esperar que modere su discurso.

Según la primera encuesta realizada tras el ingreso en prisión de Luis Inácio Lula da Silva, este ganaría –si finalmente puede presentarse– con el 30-31% de los votos, seguido de Bolsonaro (15%-16%). El sondeo, realizado por el instituto Datafolha, revela también el repunte de otros candidatos que hasta ahora estaban pasando más desapercibidos.

Los analistas coinciden en que el ascenso de Bolsonaro en los sondeos tiene mucho que ver con la situación actual del país. Frente a la violencia en las calles y la corrupción, él promete mano dura contra el crimen, paz social e integridad. En la entrevista citada afirmó querer gobernar el país “de forma parecida a como se hizo en el período entre 1964 y 1985”, bajo un régimen militar que él niega que fuera una dictadura. A su favor tiene una trayectoria política libre de corrupción.

Aunque se define como “un católico que ha frecuentado la Iglesia Baptista durante diez años”, no está claro que sus credenciales religiosas sean tan decisivas. “Hay personas que están muy implicadas en una Iglesia y que recurren a la política para garantizar que su visión del mundo sea escuchada, y hay personas que usan la religión como plataforma”, explica a The Washington Times la antropóloga brasileña Débora Diniz, activista pro-choice.

Más que los “valores cristianos” a los que apela, seguramente lo que mejor define el estilo político de Bolsonaro es el populismo punitivo, que prima la indignación social ante determinados crímenes frente a otras consideraciones. Varias de sus propuestas más controvertidas –hoy por hoy, su página web no tiene un programa claro que resuma sus ideas, aunque sí enlaces a sus entrevistas– van en esa línea: defiende la pena de muerte, el derecho a la compra de armas, la reducción de la mayoría de edad penal… En el breve perfil que ofrece en su web, se presenta como un valedor “de la familia, de la soberanía nacional, del derecho a la propiedad y de los valores sociales del trabajo y de la libre iniciativa”, entre otros temas.

Ciudadanos del Estado de derecho

Un perfil muy distinto es el de Viviane Morales, ex fiscal general de Colombia, senadora y diputada en varias legislaturas, que aspira –con escasas opciones– a la presidencia de la República por el Partido Somos. Licenciada en Derecho con distinción académica y especializada en Derecho Público con estudios en Francia, desembarcó en la política hace 30 años durante el proceso constituyente para impulsar –con éxito– el reconocimiento de la libertad religiosa en la Constitución de 1991.

Viviane Morales subraya el derecho de los evangélicos a participar en la vida pública como cualquier otro ciudadano

Morales, que es evangélica, rompió hace pocos meses con el Partido Liberal, cuando este exigió a los aspirantes a candidatos por sus siglas la adhesión a un documento que fijaba la postura oficial de la formación respecto de los Acuerdos de Paz con las FARC y otros temas en los que ella y otra precandidata, también senadora, exigían libertad de conciencia, según informa El Tiempo.

Morales apoya el proceso de paz, pero cree que es posible mejorarlo, como explica en una entrevista a Christianity Today (CT). Casada con un exguerrillero converso al cristianismo, la exfiscal cree que, para legitimar los Acuerdos entre quienes se oponen a ellos, es preciso escuchar a las víctimas. De ahí que promoviera encuentros voluntarios entre ellas y los guerrilleros. 

Otra de las causas que le han hecho famosa es el impulso de un referéndum que pretendía restringir la adopción a las parejas de un hombre y una mujer. Pese a que los organizadores presentaron algo más de 2 millones de firmas –la ley exigía 1,6 millones–, el Congreso no aprobó la convocatoria. Morales también se ha movilizado, con manifestaciones organizadas conjuntamente por evangélicos y católicos, para defender el derecho de los padres a educar a sus hijos, sobre todo en cuestiones de sexualidad. “Actuamos bajo el Estado de derecho; no pretendemos poner fin al Estado laico”, dice en la entrevista de CT, subrayando que los evangélicos tienen derecho a participar en la vida pública como cualquier otro ciudadano. 

La lucha contra la corrupción, especialmente dentro de la política y del sistema judicial, es otra de sus prioridades. Pero su discurso en este tema no se limita a las élites: “Creo que la respuesta está en que cada persona se aparte y diga: ‘No actuaré de manera corrupta’”.

Un sondeo de abril la sitúa en quinto lugar, con el 1,7% de la intención de voto. El favorito es el candidato del partido uribista Centro Demócratico, Iván Duque (42,2%), que aventaja por casi diez puntos al siguiente candidato, Gustavo Petro, de izquierdas (33,4%). 

“Nunca más se metan con la familia”

Contra todo pronóstico, en Costa Rica, el exreportero de TV y cantante evangélico Fabricio Alvarado, del Partido Restauración Nacional, fue el candidato más votado de los 13 que participaron en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 4 de febrero, con casi un cuarto de los votos. 

En alusión velada a la opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, favorable al matrimonio entre personas del mismo sexo, el propio Alvarado atribuyó su inesperado ascenso al descontento social ante ese fallo: “Costa Rica hoy le ha dejado muy claro algo a los políticos tradicionales: nunca más se metan con la familia”. En diciembre, un sondeo daba a Alvarado el 3% en intención de voto.

La mención a los “políticos tradicionales” venía a cuento del gobierno saliente de Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), quien motivó con una consulta el fallo de la Corte, dado un mes antes de la primera vuelta. Con su decisión, el tribunal pretendía zanjar para los 20 Estados que reconocen su jurisdicción, un asunto muy discutido en la región.

Alvarado perdió en la segunda vuelta frente al candidato del PAC, Carlos Alvarado, periodista y politólogo, por el 39,4% contra el 60,5% de los votos. Pese a la derrota, su candidatura sirvió para poner en el primer plano de la política nacional el debate sobre la redefinición del matrimonio.

Más que los “valores cristianos” a los que apela, seguramente lo que mejor define el estilo político de Jair Bolsonaro es el populismo punitivo

Pero su programa traía otros muchos temas, de los que no siempre se han hecho eco los medios internacionales: una reforma educativa, con la que pretendía mejorar la selección de los profesores e impulsar el bilingüismo en la escuela pública; una reforma administrativa, para reducir la burocracia; un plan de lucha contra la corrupción; un plan de apoyo al emprendimiento, sobre todo en las zonas pobres del país; un plan fiscal para contener el gasto público; un plan de mejora de las infraestructuras, así como medidas en temas de seguridad ciudadana, asistencia social, medioambiente, deporte y cultura…

Sus votantes le aprecian por su defensa de los valores familiares, pero también por preocuparse de que “el costarricense esté mejor y viva mejor”, dice una seguidora citada por CNN en Español. “Ha sabido integrar a diferentes sectores”, sumando “a personas que hace escaso mes y medio eran militantes activos de otras fuerzas políticas”, explica a la misma cadena un analista político.

Frente a quienes lo acusan de ensalzar la discriminación por orientación sexual, él se define como una persona que defiende sus convicciones “con mucho respeto, entendiendo que todos somos humanos y que todos lo merecemos. (…) Creo que debemos ser pacificadores, no me gusta el conflicto”. La misma idea del respeto a cada persona aparecía en su programa de estas elecciones, en la que se comprometía a combatir “toda forma de discriminación, sea por razones de etnia, edad, religión, sexo, raza, preferencias sexuales o condición física e intelectual”. 

A juzgar por esta declaración de intenciones, no parece que Alvarado fuera a emprender una cruzada contra nadie. Otra cosa es que se le pueda acusar de populista por pretender encarnar la voz de la gente corriente frente al establishment. Populista o no, lo cierto es que el cantante evangélico tenía tanto derecho a defender sus causas –y a ser confrontado con argumentos– como el politólogo socialdemócrata.

 


Serial “Elecciones presidenciales en América Latina”

  1. El truco del “populismo religioso”
  2. Tres candidatos, tres estilos

 

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