Recep Tayyip Erdogan (geralt/Pixabay)
Recep Tayyip Erdogan inaugura un nuevo mandato presidencial en Turquía tras su victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 28 de mayo. El mismo año en que se conmemora el centenario de la fundación del Estado moderno turco por el histórico Atatürk, el actual líder islamista asegura su poder para los próximos cinco años, que se sumarán a los 20 que ya lleva al mando de una república turca cada vez más afianzada en su deriva autoritaria. La alta participación electoral –87% en la primera vuelta y 85% en la segunda– da una idea del compromiso de los votantes turcos y de la importancia de estos comicios.
Erdogan ganó con un 52,16% de los votos, mientras que el candidato opositor, Kemal Kılıçdaroglu, obtuvo el 47,84%. La perspectiva es la de una Turquía dividida y polarizada entorno a la figura del presidente que renueva su mandato. Por primera vez, Erdogan ha necesitado una segunda ronda electoral para confirmar su victoria, ya que, en la primera, con un 49,52%, se quedó a medio punto de la mayoría necesaria. Kılıçdaroglu, por su parte, se hizo con el 44,88%, y Sinan Ogan, candidato de la alianza ultraderechista ATA, cayó con un 5,17%, cerca de tres millones de votantes decisivos para la segunda vuelta.
Ogan, eliminado de la carrera presidencial, decidió apoyar a Erdogan y animó públicamente a sus seguidores a votar al presidente. Sin embargo, su alianza ultraderechista ATA se dividió, ya que el líder del Partido de la Victoria, Umit Ozdag, respaldó al opositor Kılıçdaroglu. Por otro lado, la participación bajó ligeramente en las zonas kurdas del país, lo que se atribuye al giro nacionalista de Kılıçdaroglu en la campaña previa a la segunda vuelta.
El pasado domingo 14 de mayo, además de la primera vuelta de las presidenciales, se votaba a los representantes del Parlamento. La Alianza Popular, liderada por el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), consiguió mayoría absoluta, reforzando las posibilidades de su líder –Erdogan– de conseguir la presidencia en la segunda vuelta. El Partido Republicano del Pueblo (CHP) de Kılıçdaroglu quedó como segunda fuerza política por detrás del AKP, pero su Alianza Nacional no reunió voto suficiente para lograr la alternancia de poder en la cámara.
Gana el nacionalismo
Erdogan ha conseguido proyectar una imagen fuerte de la nación turca tanto dentro como fuera de Turquía y previsiblemente seguirá en esa línea durante los próximos cinco años. El nacionalismo ha sido un tema muy importante durante la campaña, pero nos da una clave más allá de las elecciones para entender la sociedad turca y la proyección de las políticas antiinmigración y la situación de la minoría kurda. En una tribuna publicada la semana pasada en Le Monde, el historiador Olivier Bouquet afirmaba que “el plebiscito que busca la sociedad turca es más nacionalista que democrático”, y que, por lo tanto, “nos encontramos ante una Turquía que afirma sus intereses y valores nacionales”.
De hecho, apunta Bouquet, nos encontramos con nacionalistas de extrema derecha en la alianza de Erdogan, en la coalición opositora de Kılıçdaroglu y en la ya mencionada ATA de Ogan. Podríamos decir que el discurso nacionalista se articula principalmente en torno a dos cuestiones: la minoría kurda y los refugiados sirios. Para los ultraderechistas como Ogan, no hay duda: la expulsión total de todos los refugiados, el destierro de los partidos kurdos de la política nacional y la lucha contra el terrorismo kurdo, principalmente contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Por su parte, tanto Erdogan como Kılıçdaroglu han jugado la carta del nacionalismo de forma más ambivalente. El primero ha contado con el partido islamista kurdo en su coalición, con tres diputados de esta formación en sus listas electorales. Por otro lado, el partido prokurdo HDP respaldó la candidatura de Kılıçdaroglu poco antes de la primera vuelta, pero sin poder entrar en la coalición opositora por el reparo de los nacionalistas de Buen Partido (iYi). Erdogan aprovechó la situación para señalar a Kılıçdaroglu por recibir apoyo de un partido al que acusa de tener conexiones ideológicas con el PKK.
Más de tres millones y medio de refugiados sirios huyeron a Turquía como consecuencia de la guerra civil de 2011 y viven allí desde entonces. La propuesta de devolverlos a Siria se convirtió en el tema central de la campaña de cara a la segunda vuelta de las presidenciales. El ultraderechista Ogan dio su apoyo a Erdogan a cambio de un calendario pactado para la repatriación de todos los refugiados. Kılıçdaroglu, por su parte, dio un giro nacionalista a su discurso diciendo que votar a Erdogan supondría recibir millones de refugiados más en el país, mientras que la oposición se comprometía a expulsarlos a todos y asegurar las fronteras.
La deriva autoritaria de los últimos años
Las continuas mayorías del AKP desde que Erdogan consiguiera el cargo de primer ministro en 2002 han supuesto para Turquía una estabilidad política necesaria tras décadas de fragmentación y violencia que llevaron a los militares a tomar el control hasta tres veces mediante golpes de Estado. Sin embargo, en los últimos diez años, la tendencia del gobierno hacia el autoritarismo se ha ido haciendo cada vez más acusada en lo que se refiere a la censura mediática, la subordinación del poder judicial al ejecutivo o el acoso a los adversarios políticos.
Turquía estaría dentro de lo que los expertos llaman un régimen de autoritarismo competitivo, que se caracteriza por tener elecciones limpias, pero carecer de otras garantías democráticas como la libertad de expresión y asociación, la completa separación de poderes, o un sistema eficaz de control al gobierno. El V-Dem Democracy Report recoge la evolución de Turquía que en la última década ha pasado de “democracia electoral” a “autocracia electoral”, que tiene una definición similar a la del autoritarismo competitivo.
Esta deriva autoritaria se acentuó a partir del año 2017, cuando Erdogan, entonces presidente de la república tras tres mandatos como primer ministro, sometió a referéndum unas reformas constitucionales que daban todo el poder ejecutivo al presidente –hasta entonces un cargo ceremonial–, eliminando la figura del primer ministro. Desde entonces, Erdogan ha ido acumulando importantes poderes legislativos y de control del poder judicial, rompiendo el equilibrio de poderes en favor de su persona.
Límites a la libertad de expresión
El control de los medios de comunicación es clave para los líderes que quieren afianzar su poder de manera autoritaria. Turquía no es excepción. El mencionado informe de V-Dem explica que “los gobiernos con tendencias autoritarias son los que más están incrementando el uso de la desinformación. La utilizan para orientar las preferencias de los ciudadanos, provocar más divisiones y reforzar su apoyo”. En el caso de Turquía, una nueva ley de 2022 penaliza la distribución de “información falsa”, lo que en la práctica es una herramienta para censurar las críticas al gobierno o a la persona del presidente.
Por otra parte, los informes de Reporteros Sin Fronteras (RSF) denuncian el acoso y encarcelamiento de periodistas independientes en Turquía, así como el control que el gobierno ejerce sobre los medios de comunicación públicos y privados por distintas vías. Una de las maneras es otorgar subvenciones a aquellos medios que apoyan a Erdogan. RSF calcula que el 85% de los medios están bajo el control del actual presidente. Lógicamente, esto le ha dado una ventaja decisiva durante la campaña electoral, por no mencionar el peso de la continua proyección de una imagen favorable durante sus años en el cargo.
Turquía no había destacado especialmente por ser un país en el que se respetara la libertad de prensa antes de que Erdogan llegara al poder. Sin embargo, ésta se ha deteriorado notablemente en las últimas dos décadas. En el año 2002, Turquía ocupaba el puesto número 100 en el ranking anual de RSF que estudia cuál es el nivel de libertad periodística en países de todo el mundo. Aunque esta cifra ha sufrido altibajos a lo largo de los años, la tendencia ha sido a la baja, cayendo en 2023 al puesto 165.
En su discurso tras reconocer la derrota, el opositor Kılıçdaroglu denunciaba que “todos los medios del Estado se han movilizado en favor de un partido político y se han puesto a los pies de un solo hombre”. También afirmaba que continuará en la misma línea que hasta ahora para lograr la democracia. Lo cierto es que la victoria de Erdogan frustra los planes de la oposición de volver al sistema parlamentario anterior a 2017, de recuperar los derechos y libertades deteriorados y de acercar posturas con la Unión Europea y Estados Unidos.