Jerusalén.— El 13 de junio la Knesset juraba un nuevo gobierno en un día histórico que pone fin a doce años consecutivos de Benjamín Netanyahu como jefe del ejecutivo israelí. Con 60 votos a favor, 59 en contra y una abstención, Naftali Bennett se convirtió en el nuevo primer ministro, puesto en el que rotará con su compañero de coalición Yair Lapid. Ambos lideran un gobierno sin precedentes que está integrado por ocho partidos políticos de todo el espectro ideológico.
Las elecciones del pasado 23 de marzo ya se habían planteado enfrentando a dos bloques: a favor y en contra de Netanyahu. El Likud, partido de Netanyahu, obtuvo la victoria consiguiendo 30 escaños e intentó formar una coalición con sus socios habituales, los partidos ortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá, a los que se añadía el partido Sionismo Religioso. Netanyahu también inició conversaciones entonces con Bennett, líder de Yamina, partido de derechas, cercano ideológicamente al Likud, y que no se había posicionado a favor de ninguno de los dos bloques antes de las elecciones.
Aun así, necesitaban otra fuerza política para conseguir mayoría y los únicos no posicionados en ningún bloque eran los árabes del partido islamista de Mansour Abbas, con el que Netanyahu inició conversaciones. Sin embargo, el líder del Sionismo Religioso se negó rotundamente a cualquier acuerdo con los árabes para formar gobierno, lo que dejaba al bloque sin posibilidades de alcanzar los números necesarios en la Knesset.
Dadas las circunstancias y acabado el plazo para formar gobierno, el presidente del país, Reuven Rivlin llamó al líder de la oposición y de la segunda fuerza más votada, Yair Lapid, y le encomendó la misión de formar gobierno. El partido de Lapid había conseguido 17 escaños y tenía de su parte a todas las fuerzas políticas del bloque del no, pero necesitaba atraerse a los dos mismos líderes que Netanyahu había intentado: Bennett y Abbas. Las negociaciones de Lapid con ambos parecieron fluir desde el principio, pero tuvieron que ser suspendidas cuando estalló el conflicto con Gaza a principios de mayo.
Tras el alto al fuego, volvieron a las conversaciones decididos a evitar unas cuartas elecciones. El resultado es el que vemos hoy: un nuevo ejecutivo que pone fin al liderazgo de Netanyahu y representa a un amplio espectro de la sociedad israelí.
Un discurso para una nueva etapa
Naftali Bennet no tuvo nada fácil el discurso previo a la toma de posesión como nuevo primer ministro del Estado de Israel. Desde el momento en el que se levantó para dirigirse a la tribuna, los abucheos, gritos e insultos por parte de sus enemigos políticos en la sala no cesaron. El presidente de Cámara se vio obligado repetidas veces a llamar al orden a los diputados.
Por primera vez, la coalición de gobierno incluye un partido árabe
El líder de Sionismo Religioso, Bezalel Smotrich, se levantó mostrando carteles con fotos de víctimas del terrorismo e insultando a gritos a Bennett. Smotrich fue expulsado de la sala, seguido minutos después por su compañero ideológico Itamar Ben-Gvir, al que echaron por un comportamiento similar, más varios diputados del Likud, Shas y otros afines a Netanyahu.
Las primeras palabras de Bennett fueron para agradecer a Netanyahu sus años de servicio al país, así como al presidente Rivlin. “El bastón de mando pasa, como en una carrera de relevos, a la siguiente generación”: así describía Bennett el momento que se está viviendo. Como retos externos señaló la amenaza nuclear de Irán y la imagen de Israel en el mundo; en el interior, “la vorágine de odio y lucha interna” a la que se ha llegado “elección tras elección”.
No faltó el reconocimiento a Yair Lapid por su “responsabilidad nacional y generosidad política, porque sin él no estaríamos hoy aquí”. Señaló la oportunidad que supone el nuevo gobierno, pues “representa a muchos ciudadanos israelíes”, añadiendo que trabajarán “sobre lo que estamos de acuerdo, que es mucho, y lo demás lo dejaremos de lado”. Pidió a los ciudadanos “madurez y autocontrol en este momento sensible de cambio político”.
Destacó que “se abre una nueva página en las relaciones del Estado de Israel y los ciudadanos árabes del país”, representados por Mansour Abbas en el gobierno. Con respecto a ellos, aseguró que se iba a atender “la lucha contra el crimen y la violencia, la crisis de vivienda y las brechas en educación e infraestructuras”. También habló de expandir los acuerdos de paz con los países árabes.
Insistió en que este gobierno “ha venido a trabajar para todos”. A los que no habían dejado de gritarle durante todo el discurso les dijo al final: “No se está causando daño a nadie. Es un cambio de gobierno en una democracia”.
Una foto histórica: Bennett, Lapid y Abbas
Es este un gobierno sin precedentes por muchas razones. Para empezar, el puesto de primer ministro será rotativo, durante los dos primeros años lo ocupará Bennett, a pesar de tener menos de la mitad de escaños que Lapid, que lo sustituirá al frente del ejecutivo a partir del 27 de agosto de 2023. Por otro lado, los líderes de los diferentes partidos de la coalición son ministros de las principales carteras. Asuntos Exteriores corresponde a Lapid, líder de Yesh Atid, hasta que asuma el puesto de primer ministro. La cartera de Justicia la asume Gideon Sa’ar, cabeza del partido Nueva Esperanza; Finanzas es para Avigdor Lieberman, de Israel Nuestro Hogar; Interior, Ayelet Shaked, mano derecha de Bennett en Yamina; Transporte lo asume la líder de los laboristas, Merav Michaeli; Sanidad es para Nitzan Horowitz, de Meretz. La importante cartera de Defensa continuará en manos Benny Gantz, líder de Kahol Lavan, y ministro hasta ahora de Netanyahu.
Las derechas piensan que el nuevo gobierno es de izquierdas, y viceversa
Mansour Abbas, cabeza del partido islamista Ra’am, la fuerza política con menor representación parlamentaria –cuatro escaños–, ha sido, sin embargo, el hombre clave para hacer posible esta coalición. Al no contar finalmente con el apoyo de la Lista Conjunta, el otro partido árabe de la Knesset, Lapid necesitaba el apoyo de Abbas. Este tendió la mano para negociar, como ya había hecho con Netanyahu, y el resultado fue una foto histórica en la que Bennett, Lapid y Abbas firman los acuerdos para la coalición, siendo así la primera vez que se incluye a un partido árabe. Aunque sin cartera ministerial, Abbas será el representante de los intereses de los árabes israelíes en el nuevo gobierno y actuará en varias comisiones parlamentarias.
Debido al variado elenco de partidos que lo conforman, muchos no tienen claro qué rumbo ideológico puede tomar el gobierno. Se da la paradoja de que las derechas piensan que es un ejecutivo de izquierdas y viceversa. Por eso, los árabes de la Lista Conjunta están en la oposición, pues los puestos claves del gobierno los ocupan políticos que quieren legalizar asentamientos o tienen ideas nacionalistas poco reconciliables con los intereses que ellos defienden.
Todos los hombres de Netanyahu
El nuevo gobierno está integrado por partidos de derechas, centro, centro-izquierda, izquierda y el partido islamista de Abbas. El objetivo común estaba claro desde antes de las elecciones de marzo: destronar a Bibi (apodo por el que se conoce a Benjamín Netanyahu). Sin embargo, a Bennett, Lapid, Sa’ar, Lieberman y Ganz les une otra cosa: todos han sido políticos muy cercanos a Netanyahu y han ocupado carteras ministeriales importantes en su gobierno.
Según el analista político israelí Anshel Pfeffer, Bibi ha perdido el poder “simplemente porque ha mentido y maltratado a muchos aliados políticos y partidarios, además de haber roto muchas promesas también”. Él mismo ve hoy cómo a la cabeza de la mitad de los partidos que lideran el nuevo gobierno están esos jóvenes políticos que un día le admiraron y le eran leales.
En su último discurso como primer ministro, seguido del de Bennett y durante el cuál la Cámara guardó absoluto silencio, Netanyahu declaró: “¡Volveremos pronto!”. La prueba de que la oposición será despiadada fue clara durante el discurso de Bennett: no lo van a tener nada fácil.