Martha Nussbaum: inquietud por ampliar lo humano

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Martha Nussbaum

Martha Nussbaum (CC Robin Holland)

 

La trayectoria de la filósofa Martha Nussbaum (Nueva York, 1947) siempre ha transitado por caminos intermedios, como si su intuición principal hubiera sido la de evitar los extremos y las exclusiones, decidiéndose por el equilibrio. Deplora la unilateralidad y se ha destacado por una mirada inclusiva sobre la condición humana.

Así, por ejemplo, aunque ha defendido con firmeza los valores modernos y el universalismo liberal, es consciente de que las sociedades están preñadas de historia, de modo que las formas de vida aparecen siempre entremezcladas con la contingencia y la pluralidad.

De igual manera, esta pensadora tan apasionada por el mundo clásico como para reivindicar el legado de Aristóteles, de Séneca o Cicerón, no ha podido obviar los logros de la Ilustración, ni ha pasado por alto que la razón está, como una isla, en medio del océano proceloso y exuberante de las emociones. Por eso, lo que amamos, respetamos o despreciamos constituye una luz –o acaso una sombra– que ilumina –o nubla– el paisaje del mundo, determinando las decisiones éticas.

Dicho de otro modo: no hay contradicción entre razón y emoción porque nuestras valoraciones poseen pretensiones cognitivas. Al fin y a la postre, nos explica Nussbaum, las emociones son “respuestas inteligentes a la percepción del valor” y hay que tenerlas en cuenta si aspiramos a lograr bienes humanos.

Una gran contribución de Nussbaum es llevar hasta el extremo el deber humano de compasión

Ver lo invisible

Las emociones son las puertas por medio de las cuales captamos valores o disvalores. Como una lupa, posibilitan vislumbrar detalles no alcanzados por el uso exclusivo y parcial de la razón. Si Nussbaum ha explorado este campo –hasta hace muy poco desatendido por los filósofos– ha sido porque entiende que la emotividad es una fuerza capaz tanto de promover la igualdad como, por desgracia, de rehabilitar violencias y perpetuar discriminaciones, como estudia en su obra Emociones políticas.

No es de extrañar que esta profesora de Ética y Filosofía del Derecho de la Universidad de Chicago haya seguido la línea abierta por Rousseau sobre la compasión para abordar el problema de la justicia social. Compadecerse del que sufre es, además de una exigencia moral, un deber político. La compasión creativa nos capacita para comprender a quien sufre y nos compromete con su suerte, despertando una fraternidad dormida y conminándonos a la acción benévola.

Si tuviéramos que destacar una contribución de Nussbaum sería la de llevar hasta el extremo este deber humano de compasión. Es esta lo que late en su irrenunciable vocación por el universalismo y la aleja de los pensadores posmodernos. Es una humanista dispuesta a reconocer dignidad donde menos lo esperamos. En verdad, y a diferencia de las emociones segregadoras, como la vergüenza o el asco, la compasión nos conecta con la especie. Bien institucionalizada, la mirada compasiva identifica injusticias ocultas y hace posible reconocer a quienes, por desgracia o exclusiones sistémicas, ejercen en la historia el papel de víctimas.

Nussbaum ha puesto en el centro del debate contemporáneo una cuestión que había desaparecido: la de la vida buena

También la compasión explica el compromiso cívico de esta intelectual acostumbrada a remangarse en las contiendas de hoy, como el género o, más recientemente, la condición de los animales. Con una concepción cósmica de textura estoica, entiende que todo lo natural es digno de respeto, de admiración, y que el horizonte que constituye la humanidad siempre está desplazándose, en un movimiento casi indefinido, y cada vez más abarcador.

Felicidad frágil

En retrospectiva, y con independencia de la retahíla de premios y distinciones que ha merecido, esta pensadora ambiciosa tiene en su haber varios logros filosóficos, entre los cuales merecen destacarse tres. En primer lugar, ha conseguido devolver vigor a la reflexión moral y política, situando en el centro del debate contemporáneo una pregunta que, debido a la quimera kantiana sobre el deber, había desaparecido: la cuestión por la vida buena.

No es que Nussbaum crea que hay una naturaleza humana inalterable o admita esencias metafísicas; tampoco propone una concepción comprehensiva acerca de la persona. No renuncia al pluralismo liberal, por decirlo así. Pero sí que, frente a los que suscriben una neutralidad absoluta y dogmática, apunta que, desde un punto de vista empírico, las diferentes nociones sobre lo humano convergen en determinados bienes o aspiraciones. O sea: es imposible decir qué vida es óptima, pero no podrá serlo la del individuo que no disfrute de agua potable o esté condenado al analfabetismo.

Por eso, en segundo lugar, hay que destacar el hecho de que Nussbaum, más allá de las fronteras culturales, entienda que hay valores como la dignidad o la libertad que deben ser rescatados e implementados en todos los lugares del mundo. Su apuesta por una solidaridad universal en su libro La tradición cosmopolita –donde se muestra fiel al ideal estoico– ha recibido mucha atención en el debate contemporáneo a causa del reciente repliegue de la globalización. Tanto la compasión como la idea de ciudadanía común se basan en la constatación de la igualdad entre las personas.

En tercer y último término, desde sus inicios, Nussbaum ha indagado sobre la vulnerabilidad humana. En este sentido, la obra que la lanzó al estrellato, La fragilidad del bien (1986), aborda la importancia de la suerte y el contexto material en el florecimiento de lo humano. El diálogo que mantiene con la tradición clásica, especialmente los grandes trágicos y Aristóteles, le sirve para revelar que la felicidad es un bien antojadizo, voluble, inseguro y frágil y que, además de la forja del carácter o la virtud, existen bienes externos ineludibles para la dicha.

Las condiciones de una vida buena

Hay, pues, “una brecha entre ser una persona buena y gozar de una vida humana floreciente”, explica. Y esta constatación es la que fundamenta uno de sus proyectos teóricos más ambiciosos. Nos referimos a su teoría de las capacidades, mediante la cual, y en colaboración con el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, trata de concretar qué significa exactamente llevar una vida digna.

Garantizar a todos unas “capacidades” básicas, materiales y morales, es una exigencia ética y política

 El enfoque de Nussbaum ha sido relevante, marcando un antes y un después en la lucha contra las desigualdades económicas en el campo moral. A su juicio, la economía del desarrollo no se tiene que basar en cálculos macroeconómicos, ni en ideales abstractos de una justicia universal. Tampoco debemos centrarnos en el reconocimiento de los derechos humanos. Lo que resulta imprescindible es satisfacer necesidades que posibilitan el desarrollo de la persona, en toda su extensión.

Partiendo de que cada individuo es un fin en sí mismo y de que hay condiciones básicas para el despliegue de las potencialidades humanas, Nussbaum, con arrojo, ha concretado una lista de “capacidades” irrenunciables, sin las cuales ellas nadie puede realizarse.

Las capacidades son un mínimo: una exigencia tanto moral como política, y universalmente vinculantes. “Toda sociedad debe garantizar a todos los ciudadanos –explica la propia Nussbaum– un conjunto básico de oportunidades para funcionar en ciertas esferas fundamentales de la vida humana que, con toda probabilidad, demostrarán ser importantes para cualquier persona”.

Pobreza moral

Con el elenco de capacidades que propone, la autora de Las fronteras de la justicia muestra que, además de miseria económica, hay una pobreza cultural y ética contra la que debemos luchar. Desde este punto de vista, amplía la idea de calidad de vida, dotándola de contenido, de sustancia, puesto que, en una sociedad en la que no se garanticen, no puede brotar felicidad alguna. Por decirlo de un modo más claro: hay prerrequisitos materiales y morales sin los cuales difícilmente podríamos calificar una existencia de humana.

Entre las diez capacidades que Nussbaum identifica se encuentran la vida, la salud, la integridad corporal, pero también la capacidad de cultivar el pensamiento, ejercer la libertad moral, exigencias de respeto y afiliación, cierto grado de control sobre el entorno y la posibilidad de establecer relaciones con la naturaleza y otras especies.

El enfoque de las capacidades transforma la concepción de la justicia social. De las diez facultades que detalla derivan los derechos y las libertades fundamentales. También esas capacidades delimitan la extensión del poder político.

Algunos autores han cuestionado la lista, pero hay que valorar la valentía de la pensadora americana, su capacidad para generar debate y su obsesión por evitar que la lucha por una sociedad más justa se desarrolle en un plano meramente teórico. Lo que le interesa no es pensar qué es lo justo, sino contribuir a un mundo donde la justicia aspire a realizarse.

Nussbaum sostiene que para la política y el derecho es más importante conocer las novelas clásicas que memorizar las normas

Nussbaum cree que la constatación de la vulnerabilidad del otro –del más cercano, pero también de quien vive lejos, pero dentro de la cosmópolis humana– reclama tomar partido. A este respecto, ha sido crítica con el liberalismo de Rawls y su teoría de la justicia, estimando que su propuesta contractualista resulta excluyente y no tiene en cuenta ni a seres humanos con necesidades especiales ni los deberes de cuidado hacia otras especies.

Imaginación literaria

Pero ¿qué es lo que tienen los ensayos de Nussbaum para convertirse en auténticos best-sellers? A pesar de que muchos de ellos se acercan al millar de páginas y abordan problemas especializados, son muy atractivos porque siempre acude a las grandes obras de la literatura para dilucidar dilemas morales. En su opinión, los límites de la moral únicamente pueden vadearse a través de la imaginación, y la literatura –la buena– nos ejercita en la solidaria tarea de aproximarnos a quien es diferente.

Los grandes hitos de la cultura, desde Sófocles a Dickens, entrenan la simpatía y afinan nuestra sensibilidad moral a través de la imaginación. Nussbaum sostiene que para la política y el derecho es más importante el estudio de las novelas clásicas que la memorización de las normas o las estrategias partidistas.

Al hilo de ello, la filósofa ha mostrado creciente preocupación por el desprestigio de las humanidades. Ha llegado incluso a calificar su paulatina desaparición como una crisis “gigantesca y de enorme gravedad a nivel mundial”. El economicismo utilitarista, el interés por la rentabilidad y la obsesión por la ciencia aplicada están desbancando a las disciplinas humanísticas, con el consiguiente perjuicio moral y político.

Las humanidades estimulan el pensamiento crítico, la imaginación, el compromiso cívico y fomentan la búsqueda del desarrollo humano. Gracias a ellas, como hemos visto, se cultiva la empatía necesaria para unir nuestro destino con el de quienes nos rodean, por lo que resultan fundamentales para la democracia.

En Sin fines de lucro, uno de sus ensayos más celebrados, Nussbaum afirma que la educación liberal prepara para asumir responsabilidades cívicas y que los jóvenes “deben educarse para ser participantes en una forma de gobierno que requiere que las personas se informen sobre las cuestiones esenciales que deberán tratare”. Con todo, más allá de la función política que pueden desempeñar los saberes humanísticos, son capitales “sobre todo, para dar sentido a nuestra vida”.

Últimos debates

Sería difícil repasar en detalle la obra de una autora con cultura tan vasta e intereses tan variados. Ha tenido tiempo de aportar su granito de arena siempre que se le ha requerido y, junto a sus trabajos más académicos, ha escrito en prensa para divulgar sus ideas o defender sus convicciones. No se ha obcecado, sin embargo, en sus tesis, y en una trayectoria tan larga ha podido matizar o cambiar determinados puntos de vista.

Sin ser radical, ha defendido un feminismo de corte igualitarista en consonancia con su interés por ampliar los contornos de la lucha por una existencia digna. Públicamente se ha mostrado enemiga de la pornografía, ya que entiende que la primera lección de la ética es evitar la cosificación de las personas.

En su último ensayo, Citadels of Pride, combate el narcisismo masculino que está detrás de la objetivización de la mujer. Es la masculinidad tóxica lo que ha multiplicado los casos de abuso y devaluado la sexualidad femenina. En el ensayo, aunque cree que el MeToo ha puesto de manifiesto abusos latentes, también explica que puede conducir a la humillación pública del varón. En su opinión, para proteger la igualdad, la lucha contra los delitos sexuales debe canalizarse judicialmente.

Ahora bien, no se opone a la legalización de la prostitución porque opina que criminalizar su práctica supondría desconocer que muchas mujeres se ven obligadas a venderse urgidas por la necesidad económica.

Con setenta y cuatro años, en un diálogo con Saul Levore, abogado y economista, ha reivindicado la vejez como una etapa de la vida rica y llena de experiencias. En Envejecer con sentido, publicado hace cuatro años, asegura que la cultura actual está infecta de estereotipos muy negativos sobre los ancianos y que es necesario revalorizar la vejez. Ella sigue en activo y, como siempre, está inmersa en miles de proyectos. “No tengo planes de jubilación”, afirma esta pensadora multifacética, sugerente e independiente que no ha dejado de interesarse por los caminos que conducen a la plenitud humana.

6 Comentarios

  1. Destacas como principal contribución de M. Nussbaum, la de llevar al extremo el deber humano de compasión…. Pero ese extremo no llega, por ejemplo, al no nacido: Es una firme partidaria del Aborto….

    Realmente es una liberal al estilo anglosajón, partidaria del divorcio, la anticoncepción, el matrimonio homosexual…, etc.
    A ver, no es Judy Butler. Pero eso no es suficiente para presentarla como referente moral en una publicación de inspiración Cristiana… Creo.
    Fíjese que le han dado el premio Príncipe de Asturias. Con eso está todo dicho.

  2. Te agradezco mucho, José María Carabante, esta magnífica síntesis de la obra y pensamiento de Nussbaum. Me parece una invitación muy oportuna a leerla, porque apunta temas muy interesantes para la reflexión y acción políticas. Da la impresión de que esta pensadora da pistas muy interesantes para desatascar algunos problemas que sufre nuestra civilización. ¡Gracias!

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