Las posiciones de Joe Biden

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Joe Biden

(Actualizado el 18-03-2020)

Tras las primarias celebradas ayer en 6 estados norteamericanos, Joe Biden consolida su posición como el candidato demócrata con más opciones de enfrentarse a Donald Trump. Los partidarios del que fue senador por Delaware (1973-2009) y vicepresidente con Barack Obama (2009-2017), destacan su carácter conciliador como una de sus mejores bazas. Pero sus posiciones políticas, más moderadas que las de Sanders, andan lejos del centro.

Biden se ha impuesto a Sanders en 5 de los 6 estados en juego ayer. A estos hay que añadir los 10 de 14 que ganó el Supermartes (3 de marzo) y Carolina del Sur (29 de febrero), el estado donde dejó atrás su mala racha en las tres primeras citas de la carrera por la nominación. Ahora Biden lidera la contienda con 896 delegados (se necesitan 1.991 para ganar), frente a los 741 de Sanders.

Una campaña personal

Al igual que Obama, Biden es un político de modales suaves. Esta cualidad resulta atractiva para los descontentos con la polarización. Pero si esa suavidad en las formas no va acompañada de políticas moderadas, el retroceso de la crispación no está asegurado. Recordemos que la victoria de Trump tiene mucho de respuesta al combativo segundo mandato de Obama.

Los medios de izquierdas ya han empezado a construir la narrativa “Biden, el conciliador” vs. “Trump, el divisivo”. John Avlon, uno de los analistas estrella de la CNN, presentaba el posible duelo entre ambos como una elección entre una política modelada por las virtudes de “la decencia, la empatía y la experiencia”, que a su juicio encarna Biden, y el modo de gobernar de Trump.

El propio Biden ha jugado esta carta, al definir las elecciones presidenciales del próximo noviembre como “una batalla por el alma de nuestro país”. En su visión para EE.UU. apela a la esperanza, la inclusión, la igualdad de oportunidades, la reconstrucción de la clase media… Se muestra decidido a unir al país y, de paso, a un partido agitado por la nueva generación de “demócratas socialistas”.

Biden es un hombre del establishment. Pero analistas a la izquierda ven en su programa económico (Maggie Astor, del New York Times) y en su retórica (Dylan Scott, de Vox) cierto tono populista, sin duda más amable que el de Sanders o Warren: Uncle Joe siempre está del lado del little guy.

En lo personal, Biden es admirado por la entereza con que ha afrontado su dura historia familiar: recién elegido senador, a los 29 años, perdió a su mujer y a una hija de un año en un accidente de tráfico; en 2015, su hijo mayor falleció de cáncer cerebral.

Larga trayectoria política

El equipo de Biden ha puesto mucho énfasis en destacar aquellos aspectos de su trayectoria política que más atractivo tienen para los demócratas de hoy: no ha temido enfrentarse a grandes compañías petroleras ni a la Asociación Nacional del Rifle; abanderó el primer proyecto de ley contra el cambio climático, así como la ley de violencia contra las mujeres y una iniciativa federal contra el cáncer; impidió el nombramiento del jurista conservador Robert Bork como juez del Tribunal Supremo; participó en la reforma sanitaria de Obama; cuenta con amplia experiencia en política exterior…

Puede que la campaña de Biden no despierte grandes entusiasmos, pero está resultando eficaz. Tras dos carreras fallidas a la nominación presidencial demócrata (1988 y 2008), nadie duda de que ahora es el favorito de la cúpula del partido. Y ha recibido el respaldo de buena parte de sus rivales que han ido abandonando la carrera por la nominación: Pete Buttigieg, Amy Klobuchar, Mike Bloomberg, Kamala Harris, Beto O’Rourke, Cory Booker…

Sin embargo, Biden decepciona a los más izquierdistas. De su historial político, le reprochan que en los años setenta se opusiera al transporte obligatorio escolar de niños blancos y negros para lograr el equilibrio racial en determinadas zonas; que abanderara una política de mano dura contra el crimen en los años noventa; que se mostrara implacable en su interrogatorio en el Senado con Anita Hill, la mujer que denunció al hoy juez del Supremo Clarence Thomas por presunto acoso sexual; que en el pasado fuera tibio con el aborto; que votara a favor de la guerra de Irak; que haya defendido hasta hace poco la política de deportaciones a inmigrantes indocumentados que llevó a cabo la Administración Obama…

Biden contra Sanders

Los partidarios de Biden aprecian precisamente que sea un puente con la era Obama. Pero sus críticos a la derecha le ven más a la izquierda que cuando era vicepresidente, sobre todo en aquellas cuestiones que hoy son prioritarias para los demócratas: sanidad, educación, desigualdad, cambio climático…

Frente a la propuesta de “Medicare para todos” de Sanders, que implica la prohibición de contratar seguros médicos privados, Biden aboga por ampliar la reforma sanitaria de Obama con la opción de un seguro público para quienes no puedan pagar uno privado.

Sanders quiere que las universidades públicas sean gratuitas para todos; Biden limitaría la gratuidad de las matrículas universitarias a los hijos de familias con bajos ingresos y a los estudiantes de los community colleges, instituciones públicas donde se estudian carreras de dos años, ya de por sí más baratas que las universidades.

El exvicepresidente también quiere aumentar la financiación federal de los colegios para alumnos de familias con menos recursos, implantar la educación temprana para los niños de 3 y 4 años, subir los sueldos de los profesores…

A diferencia del senador por Vermont, Biden es un entusiasta de los tratados de libre comercio. Y tiene entre sus prioridades la reforma migratoria y la del sistema judicial penal.

Sanders ha respaldado el Green New Deal promovido por Alexandra Ocasio-Cortez. Biden dice que adopta las líneas generales de ese nuevo pacto, pero presenta un plan propio para alcanzar una energía 100% limpia de emisiones de carbono en 2050. Una de sus particularidades es el apoyo a las nuevas tecnologías nucleares.

Todas estas propuestas exigirán aumentar los impuestos. Es conocido el entusiasmo de Sanders por subir la factura fiscal de los ricos, algo que ha hecho parecer “centrista” a Biden. Es cierto que el exvicepresidente es el candidato demócrata que ha propuesto la subida de impuestos más moderada, pero también lo es que el aumento propuesto más que duplica el de Hillary Clinton en las primarias de 2016, según estimaciones del periodista del New York Times Jim Tankersley.

Catolicismo a la carta

La campaña de Biden oferta paquetes de medidas para contentar a un espectro variado de votantes, en continuidad con la política identitaria de Obama: hay un plan para la comunidad LGBTQ+, otro para la latina, otro para la negra, otro para la América rural… Quizá el más rocambolesco de todos sea el de la comunidad católica. El exvicepresidente imagina un catolicismo donde solo importan las causas que promueve su partido.

Al igual que otros demócratas católicos que apoyan el aborto, Biden apela al argumento “estoy personalmente en contra, pero no impongo mis convicciones”. La paradoja es que mientras él razonaba así, Obama no tenía inconveniente en obligar a todos los empleadores –incluidas las instituciones de inspiración religiosa– a garantizar a sus empleadas el acceso gratuito a los anticonceptivos, la píldora del día después y la esterilización.

Por otra parte, no hay por qué hablar de religión y de imposiciones en este asunto, como recordó a Biden otro político católico, el republicano Paul Ryan, para quien su oposición al aborto “se basa en la ciencia y en la razón”. Para el entonces congresista, lo único que añadía su fe a este debate era una sensibilidad mayor para ayudar a las mujeres “atrapadas en el dilema de una crisis de embarazo”.

La postura de Biden sobre el aborto se ha visto arrastrada hacia un extremo del arco ideológico, a medida que las posiciones del partido se iban radicalizando. De afirmar en los años setenta que el Supremo había ido “demasiado lejos” en la sentencia Roe v. Wade, ha pasado a defender –desde el pasado junio– la financiación del aborto con fondos federales, también en el extranjero. De las restricciones que ha apoyado a lo largo de su carrera, Biden sigue manteniendo su oposición al llamado partial birth abortion, que provoca la muerte del feto por succión del cerebro en el sexto o séptimo mes de embarazo.

En lo que sí es consecuente Biden es en su reciente postura a favor de abolir la pena de muerte, un cambio significativo respecto de su Ley contra los delitos violentos (1994), que creó nuevas penas capitales. 

Además, Biden se ha opuesto siempre a la legalización de la marihuana, un tema en el que claramente es más conservador que muchos de sus colegas. Actualmente apoya la despenalización –cosa que no hizo con la Administración Obama–, pero no la legalización a nivel federal. Y es partidario de dejar la decisión en manos de los estados.

En la era Trump, Biden bien podría tomar la bandera del bipartidismo y la conciliación. Un dato alentador es que sus seguidores están más dispuestos que los de Sanders a llegar a acuerdos con los republicanos, aunque eso suponga renunciar a algunas posiciones demócratas. Pero a la vista de cómo ha evolucionado Biden en asuntos económicos y culturales, no hay que descartar que sus convicciones más moderadas acaben cediendo a las exigencias de un partido sediento de revancha.

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