Sahra Wagenknecht, la estrella de la izquierda conservadora alemana

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Sahra Wagenknecht: la estrella de la izquierda conservadora alemana
Cartel electoral de Bündnis Sahra Wagenknecht en Postdam unos días antes de los comicios regionales en Brandemburgo, celebrados el 22 de septiembre de 2024 (foto: Achim Wagner/Shutterstock)

Los resultados históricos del nuevo partido Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW, Alianza Sahra Wagenknecht) como tercera fuerza en las recientes elecciones regionales de Turingia, Sajonia y Brandemburgo han elevado muchos interrogantes en torno a su fundadora y al ideario político del partido. Porque, ¿qué defiende exactamente el BSW? ¿Es comunista o socialista, liberal o conservador, de izquierdas o de derechas? ¿Cuáles son sus objetivos, sus líneas rojas? Y, ante todo, ¿qué papel se prevé que vaya a desempeñar en el tablero político alemán?

La reencarnación de Rosa Luxemburg, la voz de Vladímir Putin en Alemania o el azote de la izquierda hegemónica son algunos de los apelativos que se han empleado para describir a una de las políticas alemanas más notorias de las últimas décadas. Hija de madre alemana y padre iraní, Sahra Wagenknecht empezó su carrera política durante sus años universitarios. Primero en el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), al que se incorporó en 1989, seis meses antes de la caída del muro de Berlín, y en el Partido del Socialismo Democrático (PDS) tras la reunificación, del que Wagenknecht fue miembro de la ejecutiva y, a partir de 1991, líder de su Plataforma Comunista.

Tras la unión del PDS y Trabajo y Justicia Social-La Alternativa Electoral en 2007 para formar el partido de izquierdas Die Linke, Wagenknecht fue miembro del consejo de directores y obtuvo un escaño en las elecciones federales de 2009 para el Bundestag. En mayo de 2010 fue elegida vicepresidenta del partido y en noviembre de 2011 líder adjunta del grupo parlamentario, cargo que abandonó ocho años más tarde.

Wagenknecht ha sido en los últimos años una china –muy persistente y muy incómoda– en el zapato de la cúpula de Die Linke al ser abiertamente crítica con los apoyos ofrecidos por el partido en cuestiones como la política medioambiental, la Crisis de Refugiados, la respuesta a la pandemia de Covid-19 o la adhesión a la visión occidental en la guerra en Ucrania contra Rusia.

El BSW se presenta como una opción completamente nueva, más allá de la derecha y la izquierda, para el pueblo alemán

Tras su intento fallido de fundar un nuevo movimiento extraparlamentario llamado Aufstehen (Levantarse), Wagenknecht anunció en octubre de 2023 su decisión de abandonar Die Linke por agotamiento y burnout, pero muchos sospecharon que esta renuncia era el paso previo a la fundación de su propio partido, dados sus persistentes desacuerdos. Y así fue.

El 8 de enero de 2024, Wagenknecht fundó la Alianza Sahra Wagenknecht – Razón y Justicia (BSW), que desde ese mismo día cuenta con representación en el Parlamento alemán por la adhesión al partido de diez diputados de Die Linke. Con un punto de partida tan prometedor, Wagenknecht se fijó para el BSW objetivos ambiciosos. Entre ellos, ser la voz del pueblo, la salvación frente al dominio de Alternativa para Alemania y una opción completamente nueva, más allá de la derecha y la izquierda, para el pueblo alemán, porque como, dice la primera frase de su programa político, “nuestro país no está en buena forma”.

El nacimiento de una nueva izquierda

El fenómeno Wagenknecht es singular y políticamente interesante por varias razones. Por una parte, ha conseguido posicionar al BSW como una de las principales fuerzas políticas del país en cuestión de meses, pero además ha creado un partido político con características únicas entre los electoralmente relevantes dentro del panorama occidental.

En él se entremezclan reivindicaciones propias de la izquierda socialista y comunista, como políticas gubernamentales intervencionistas y redistributivas o elevados impuestos sobre las grandes fortunas, con aspectos que se enmarcan dentro del pensamiento culturalmente conservador, como la importancia de preservar y fomentar las tradiciones, una clara oposición a la inmigración masiva o la defensa primordial de los intereses nacionales.

Es decir, se podría describir como un partido de izquierdas aderezado con ideales conservadores. O un partido social y económicamente de izquierdas y culturalmente de derechas. O, en palabras de la propia Wagenknecht, una izquierda conservadora.

El término “linkskonservativ” –izquierda conservadora– fue acuñado por el filósofo Peter Sloterdijk después de que en una entrevista publicada en la revista alemana Cicero en febrero de 2016 se mostrase muy crítico con la política de la entonces canciller Angela Merkel con respecto a la acogida masiva de refugiados. En respuesta a las numerosas críticas recibidas, Sloterdijk explicó que había expresado su preocupación, no desde una postura nacional conservadora o de derechas, sino desde una “preocupación conservadora de izquierdas por la cohesión social que estaba siendo amenazada”. Según explica Wagenknecht en su libro Los Engreídos (2021), la política “conservadora de izquierdas” debe orientarse en una época caracterizada por la incertidumbre hacia el anhelo de los ciudadanos de “estabilidad, seguridad y cohesión y, por tanto, de más igualdad social”.

En su programa electoral europeo, el BSW defendió una política migratoria restrictiva, con una visión fundamentalmente crítica de esta

Independientemente de cómo se defina ideológicamente su partido, los últimos resultados son llamativos: con un 11,8% de votos en Sajonia, un 15,8% en Turingia y un 13,5% en Brandemburgo, apenas ocho meses después de su fundación, el BSW ha logrado un ascenso sin precedentes en la historia de la República Federal de Alemania por una sencilla razón: por ser el primer partido de izquierdas en abordar claramente preocupaciones de la población que solo eran tratadas por la derecha.

¿Una AfD descafeinada, con tintes marxistas?

Wagenknecht reprochó repetidamente a su antiguo partido Die Linke no tener soluciones realistas a los problemas resultantes de sus políticas migratorias liberales y sus exigencias de fronteras más abiertas. Según Wagenknecht, a causa de este liberalismo, han surgido en las últimas décadas en Alemania “sociedades paralelas de influencia islamista”, en las que “la ley y el orden solo se aplican de forma limitada”. En su programa electoral europeo, el BSW llamó la atención por defender una política migratoria restrictiva, con una visión fundamentalmente crítica de esta. Una visión que comparte con la AfD.

Las similitudes entre ambos partidos, sin embargo, no quedan reducidas al tema de la inmigración. Ambos atraen el llamado “voto-protesta” que rechaza la política de los partidos establecidos y presenta una actitud crítica hacia las alianzas occidentales, especialmente a la gran dependencia europea de Estados Unidos. Ambos partidos, además, hacen hincapié en una mayor atención a los intereses económicos nacionales y son críticos con la culpabilización de Rusia como único responsable de la guerra en Ucrania.

En cambio, en la ordenación de las prioridades de los votantes de ambos partidos sí hay claras diferencias. Según el sondeo Politbarometer de febrero de este año, llevado a cabo por la cadena pública alemana ZDF, los problemas más importantes para los votantes del BSW son la inflación, el aumento del coste de vida y la brecha social entre ricos y pobres, mientras que para el votante de la AfD los puntos más significativos tenían que ver con el asilo, los refugiados y la integración.

Para Wagenknecht, los autoproclamados progresistas no están del lado del pueblo, sino que se dedican a intereses de minorías cada vez más pequeñas y estrafalarias

El azote de la izquierda “lifestyle”

En su libro Los Engreídos, Wagenknecht condenó el ascenso de la llamada “izquierda lifestyle” o el liberalismo moderno de izquierdas, formada por la clase media académica, programadores de software y expertos en marketing, cuyas obsesiones con la corrección política, el cambio climático y la inmigración no regulada amenazaban con alienar a la clase trabajadora. Para Wagenknecht, los autoproclamados progresistas –representados, principalmente, por el partido de Los Verdes– no están del lado del pueblo y de los desfavorecidos, sino que se dedican a intereses de minorías cada vez más pequeñas y estrafalarias.

En el lenguaje inclusivo y la corrección política especialmente extendidos en círculos de izquierdas, el BSW no ve una prueba de un progreso social hacia la inclusión, sino más bien un “nuevo autoritarismo político que pretende educar a las personas y regular su estilo de vida o su lenguaje”, según se puede leer en su programa político.

Wagenknecht se opone al empeño de la izquierda woke por reeducar a la población. Contraria a los nuevos enfoques de la política de género, en los que se niega la existencia del sexo biológico y que inventa constantemente nuevas normas de pensamiento y comportamiento, denuncia que su imposición obliga al ciudadano “normal” a guardar silencio para no decir algo equivocado. Como se puede leer en el programa electoral europeo del BSW, desde hace años se está produciendo en Alemania y Europa un creciente estrechamiento de la opinión “permisible”, donde voces críticas son difamadas, estigmatizadas y marginadas.

Una economía de mercado ¿justa?

Otra de las críticas de Wagenknecht a la izquierda liberal es la de haberse centrado demasiado en asuntos sociopolíticos, hasta perder de vista las verdaderas cuestiones centrales de la izquierda: la distribución material de la riqueza y la justicia social. Este tipo de afirmaciones han llevado a que el BSW sea calificado de comunista en lo socioeconómico y conservador en lo cultural. Sin embargo, no está tan clara esta dicotomía.

Aunque en algunos ámbitos económicos, el BSW represente posturas tradicionalmente de izquierdas (principalmente, en la política fiscal y financiera) y opere con eslóganes políticos que proceden del vocabulario populista de izquierdas, su lenguaje económico y su programa muestra sincretismo, al conciliar ideas y eslóganes de diferentes sistemas de pensamiento y tradiciones ideológicas.

El tono adoptado para presentar sus posiciones económicas destaca por nombrar a enemigos claros, como las grandes empresas, los grupos financieros y la política comprada por ellos, culpables de la injusticia distributiva y los desequilibrios social. Un tono que se enmarca dentro de la tradición populista de la izquierda alemana, donde también encaja un nacionalismo económico que enfatiza la importancia y la soberanía del Estado de bienestar nacional y el deber de protegerlo de influencias extranjeras.

Wagenknecht defiende la “Friedenspolitik”, una posición que culpa a la OTAN de la escalada en Ucrania y se opone a la entrega de armamento a este país

Sin embargo, hay un punto que llama la atención dentro de esta estela populista-comunista: el programa del partido de Wagenknecht se abstiene de cualquier reivindicación anticapitalista. Más bien, el propósito que se deduce de su programa es el de una economía de mercado que funcione de una forma “justa”, con una competencia leal y un sector de pymes fuerte. Un sector que, según Wagenknecht, se ha visto fuertemente afectado por las consecuencias de la guerra en Ucrania y las políticas climáticas.

Más paz y menos verdes

Alemania oriental, de la que procede Wagenknecht y en la que se han realizado las tres elecciones regionales de este último mes, ha tenido históricamente fuertes vínculos políticos, culturales y económicos con Rusia, y desde que se inició la guerra en territorio ucraniano, Wagenknecht ha defendido una Friedenspolitik –política de la paz–. Esta posición culpa a los Estados de la OTAN de la escalada en Ucrania, se opone a la entrega de armamento a Ucrania, y defiende un acercamiento a Rusia mediante negociaciones y conversaciones de paz para poner fin a la guerra. Uno de los primeros pasos que dar es la terminación de la política de sanciones que, recalca Wagenknecht, perjudica a la economía alemana.

Tras el inicio de la guerra en Ucrania, las numerosas sanciones a Rusia y el cierre del NordStream 2, las consecuencias económicas para las empresas alemanas que han perdido sus negocios en Rusia son preocupantes. Por ello, en lugar de una “nueva confrontación de bloques con crecientes restricciones comerciales y una escalada de sanciones económicas”, el partido de Wagenknecht defiende el acceso directo a las materias primas y las fuentes de energía de Rusia y Asia Central, que durante años ha garantizado una ventaja competitiva para la industria alemana.

Con respecto a la política medioambiental, el BSW no niega el cambio climático y sus consecuencias perjudiciales, pero según Wagenknecht, tras el encarecimiento de la energía por las consecuencias de la guerra, la política de protección climática –en sus propias palabras, un activismo ciego con medidas poco meditadas– se presenta como un riesgo para la economía alemana y para la población: además de perjudicar la posición de Alemania como emplazamiento empresarial, encarece la vida de los consumidores y pone en peligro sus puestos de trabajo.

¿Un alfil o una futura reina?

Los resultados de estas elecciones regionales han sido un pequeño aperitivo de lo que podría ser el plato principal de las elecciones federales del año que viene, con posibles alianzas y posibles fracasos. Die Linke y Los Verdes se han estrellado electoralmente, y el éxito tanto de AfD (30,7% en Sajonia; 32,9% en Turingia y 29,6% en Brandemburgo) como del BSW sugiere que la inmigración y su gestión sigue siendo uno de los grandes temas que dominarán el discurso público y, por ende, las próximas elecciones. También han revelado que la Alemania posterior a la reunificación sigue estando dividida a lo largo de su antigua frontera: mientras que los alemanes occidentales están mostrando un creciente descontento con la actual coalición SPD-Verdes-FDP, pero manteniéndose dentro de los límites de la política dominante, los alemanes orientales se están rebelando contra el establishment político.

Para Friedrich Merz (CDU), el BSW es el movimiento de una sola mujer

El papel que tendrá el BSW en la configuración de los gobiernos regionales de Turingia, Sajonia y Brandemburgo aún está por ver. El BSW no se ha adherido al cordón sanitario impuesto a la AfD, pero descarta la coalición en estas tres regiones, donde Wagenknecht considera que viran demasiado hacia la extrema derecha. En Brandemburgo, una alianza con los socialistas es probable, y con respecto a la CDU, el líder del partido democristiano ha sido claro. Friedrich Merz dijo hace unos días que las coaliciones con el BSW en Turingia y Sajonia (donde ganó las elecciones) son “muy, muy, muy improbables”. ¿Por qué? Porque el BSW es, a día de hoy y en palabras de Merz, el movimiento de una sola mujer que no está en activo ni en la política regional de Turingia ni de Sajonia. Y es ahí donde se encuentra la clave del futuro de un partido que lleva el nombre de su fundadora: rebasar su figura.

El BSW representa un nuevo tipo de partido populista de izquierdas en Europa, con un programa más allá de la dicotomía de izquierda-derecha y un sincretismo con un objetivo claro: apelar a los votantes de todo tipo de ideologías políticas. El futuro éxito del BSW, tanto en la formación de coaliciones regionales como en la victoria de las elecciones federales, dependerá de si la formación de Sahra Wagenknecht es capaz de sobreponerse al personalismo que lleva inscrito en su nombre, para convertirse en un partido político independiente y, ante todo, sin cordón umbilical.

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