EE.UU.: Kamala “coronada”

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La vicepresidenta y candidata demócrata a las elecciones presidenciales, Kamala Harris, en la Convención Nacional de su partido (foto: EuropaPress)

La luz, el color y la música que inundan las convenciones de los partidos para proclamar candidatos al Despacho Oval de la Casa Blanca tienen un efecto amnésico. En la del Partido Demócrata, recién concluida, nadie se acordó de que al veterano presidente que cerró la primera noche del evento, todos los participantes (o casi) le estuvieron deseando días atrás que se largara a pescar truchas a un lago de Delaware y dejara la candidatura en manos de su joven y vigorosa vicepresidenta; ni de que los Obama, quizás calculando una posibilidad para Michelle (ex primera dama), estuvieron arrastrando los pies antes de, finalmente, ofrecerle a aquella su apoyo…

La “ceremonia de coronación” demócrata ha acabado el 22 de agosto con la esperada proclamación de Kamala Harris, en el estadio United Center de Chicago, como la encargada de batirse con Donald Trump en noviembre. Los demócratas están eufóricos porque tienen viento en popa en el buque de las encuestas: el 18 de agosto, CBS/YouGov le daba Harris un 51% de apoyos a nivel nacional frente al 48% de Trump, y tres días después, en plena convención, el New York Times confirmaba un 49% a 47%. Claro que, en materia de elecciones en EE.UU., los sondeos han venido a ser dust in the wind, como quedó demostrado en los comicios de 2016: hasta unas horas antes de comenzar la votación, Hillary Clinton aventajaba a Trump en la consulta de ABC/Washington Post (por 3 puntos), en la de Fox (por 4), en la de Ipsos/Reuters (por 5), en la de NBC (por 7), etc… Pero dos meses después fue el magnate republicano el que juró el cargo.

La Convención Demócrata ha servido para, entre otras cosas, poner a caldo a Trump y a su candidato a vice, J.D. Vance (que se enfrentará en un debate al demócrata Tim Walz, compañero de Kamala, el 1 de octubre), con medias verdades o simples mentiras en boca de los participantes demócratas –el Times ha hecho un fact-checking de lo que se dijo allí sobre los dos republicanos, y ha reconocido que algunos planteamientos han sido “engañosos”, “exagerados” o que “necesitan contexto”.

Por supuesto, la fiesta también ha sido para Kamala una escalinata hacia los altares. De la candidata dijo Biden que elegirla como compañera de fórmula en 2020 fue “la mejor decisión que tomé en mi vida”, un tono categórico que compartió posteriormente el expresidente Barack Obama: “Ella unirá al país”.

Kamala “grita”: Pro-choice!

Se vale discrepar de Obama. A Kamala no la precede fama alguna de ser figura de consenso, y es feroz en un tema tan profundamente divisivo en EE.UU. como el aborto, en el que ella milita decididamente en la causa pro-choice. Lo resume a la perfección Marjorie Dannenfelser, presidenta de la organización provida Susan B. Anthony Pro-Life America: “Mientras que a Joe Biden le cuesta decir la palabra aborto, Kamala Harris la grita”.

Como fiscal general de California, Harris ordenó confiscar materiales que implicaban a Planned Parenthood en el tráfico de partes de bebés abortados

Dannenfelser afirma que la candidata demócrata está “tan comprometida con el aborto” que jamás se ha pronunciado, al ser interrogada en los medios, sobre posibles límites temporales ni sobre supuestos que impedirían acabar con un embarazo. De hecho, en marzo pasado se convirtió en la primera persona en el cargo de vicepresidente que visitó una clínica de la transnacional abortista Parent Parenthood (PP), y ahora, durante la Convención, a escasos metros del estadio, una furgoneta de PP estuvo ofreciendo píldoras abortivas gratis.

La ejecutoria de la vicepresidenta en la materia tiene otros hitos extremos, entre ellos, su patrocinio –como fiscal general de California– a una ley del estado que obligaba a los centros de asistencia a embarazadas en situación de vulnerabilidad a informarles sobre la posibilidad de abortar, una medida que fue desautorizada por el Tribunal Supremo porque iba contra la libertad de expresión de esas instituciones. O la persecución contra David Daleiden, un activista provida, que en 2015 se hizo pasar por un laboratorista interesado en comprar tejidos y partes de cuerpos de fetos, y pudo sacar a la luz pública el ignominioso negocio de PP con los bebés abortados. La “sorpresa” fue que, en lugar de investigar a la organización, Harris ordenó una redada en casa de Daleiden para requisar los vídeos que comprometían a PP, y fue contra el joven por el presunto delito de grabar comunicaciones confidenciales sin permiso.

El deseo, por parte de la señora fiscal y de su sucesor Xavier Becerra, de dar un escarmiento a un activista como Daleiden (y a su colaboradora Susan Merritt) le chocó incluso a un diario tan liberal como Los Angeles Times, el cual advirtió, dos años después de la redada, que la decisión de la oficina del Fiscal General de abrir una causa penal contra “personas que estaban tratando de influir en una cuestión controvertida de política pública” era “inquietantemente agresiva”. “El estado [de California] –dijo en un editorial– no necesita amenazar a la pareja con penas de prisión”.

Con estos “méritos” en el expediente de Harris, cuesta imaginar cómo cuadra el círculo una asociación provida como Demócratas por la Vida (DFLA), un grupo minoritario dentro del partido azul que no pierde la esperanza de un retorno a posiciones más moderadas. El primer día de la Convención, Kristen Day, directora ejecutiva de DFLA, hacía suyo en X el razonamiento de un analista: “Todavía es posible que los demócratas provida voten por Harris este otoño con la conciencia tranquila, especialmente teniendo en cuenta la alternativa, pero me temo que llegará el momento en que la conciencia exigirá abandonar el partido. O reconocer que nos ha dejado”.

Sí, todavía “es posible” ser provida y votar por Kamala con la conciencia tranquila. Solo hay que taponarse bien los oídos…

“No vengan: los deportaremos”

Claro que, en la trayectoria y en las propuestas de Harris, hay algo más que esta obsesión proaborto. Tampoco es que la alternativa –Trump– esté limpia de polvo y paja, toda vez que el republicano ha rechazado que se prohíba esta práctica tras las 15 semanas de embarazo y que se restrinjan los tratamientos de fecundación in vitro (FIV).

Como advierte en OSVNews Richard Wood, sociólogo y presidente del Instituto de Estudios Católicos Avanzados de la Universidad del Sur de California, ninguno de los dos candidatos “se alinean plenamente con las enseñanzas de los obispos católicos estadounidenses en una serie de temas verdaderamente cruciales en nuestros días”, razón por la cual los católicos “tendrán que discernir cuidadosamente qué candidato se adecua más estrechamente, no perfectamente, con las opiniones que han formado a través de su fe y su práctica ciudadana”.

Wood valora, no obstante, la labor de Harris en el tema de la inmigración, que Biden le encomendó en 2021 y que la llevó a visitar tanto la frontera con México como Guatemala. “En general –dice–, el trabajo de Harris para abordar las causas fundamentales que permitirían a los potenciales migrantes quedarse y prosperar en sus países de origen, donde la mayoría preferiría estar, se alinea bien con las prioridades católicas”.

El 48% de los estadounidenses consultados en un sondeo de CBS cree que la llegada de inmigrantes indocumentados se incrementará si gana Harris

La vicepresidenta, en efecto, acudió entonces con ayudas privadas por 5.000 millones de dólares para potenciar el empleo y el crecimiento en la región, pero, como apunta la BBC, era una cifra muy baja, si se compara con los 37.000 millones de dólares en remesas que enviaron a casa los inmigrantes centroamericanos en EE.UU. el pasado año. De aquel viaje quedó además una frase lapidaria de Harris: “No vengan. Si vienen a nuestra frontera, los deportaremos”, que no por ser tan tajante ha surtido mayor efecto: si en mayo de 2019, bajo Trump, llegaron a suelo norteamericano unos 150.000 indocumentados, en diciembre del pasado año fueron 302.000.

En el programa electoral para estos comicios, los demócratas se comprometen a “presionar al Congreso” para que apruebe una ley eficaz con la que se pueda “asegurar la frontera, reformar el sistema de asilo, ampliar la inmigración legal y mantener unidas a las familias” mediante una vía de regularización para los indocumentados de larga data, así como dar facilidades para que los extranjeros obtengan la autorización de trabajo. Nada de esto es, sin embargo, lo suficientemente sólido como para convencer al público de que lo harán sustancialmente mejor que en estos cuatro años: según una reciente encuesta de CBS, el 48% cree que el número de arribos ilegales aumentará bajo Harris, y el 72% opina que disminuirá si Trump se lleva el gato al agua.

Algunas propuestas de corte social

Si el control de la inmigración no ha sido la mejor asignatura para el tándem Biden-Harris, hay otras en que la candidata demócrata entiende que le puede ir mejor de lo que le ha ido hasta ahora. Como en materia de vivienda.

Según explica The Hill, los costos de esta se han disparado en los últimos cuatro años por factores como las altas tasas de interés, el precio de los seguros y los impuestos a la propiedad.  La fuente cita una investigación del Centro Conjunto de Estudios de la Vivienda, de Harvard: en promedio, el pago mensual de la hipoteca es actualmente de 3.096 dólares, “algo menos que los 3.300 dólares de mediados de 2023, pero significativamente más que los 2.100 dólares al comienzo de la administración Biden-Harris”.

La candidata tiene una receta: un subsidio de 25.000 dólares para los compradores de su primera casa, idea muy aplaudida en sus mítines de campaña, pero recibida con recelo por analistas de distinto signo, por el temor a que termine haciendo subir aun más los precios, pues el problema es de existencias, de déficit habitacional.

Otra cosa es que tenga éxito su propuesta de incentivos para construir 3 millones de viviendas, objetivo para el que las administraciones municipales tendrán que reformar las normas de zonificación y convencer a los vecinos, que a menudo ponen obstáculos a que se construya en sus cercanías. Es el fenómeno NIMBY, de Not In My Backyard (No en mi patio) que florece no solo en estados, ciudades o barrios conservadores, sino también en la muy “progresista” California –“El NIMBYismo está destruyendo el estado”, dijo el gobernador Gavin Newsom al San Francisco Chronicle en mayo de 2022– y también en Nueva York, donde a los políticos se le está “acabando la paciencia” con el enorme poder de bloqueo que ejercen las comunidades de propietarios.

Entre el impulso programático a la vivienda, el prometido incremento del crédito fiscal por hijo durante su primer año de vida (de los actuales 2.000 dólares a los 6.000) y el anuncio de medidas contra la especulación en los precios de los alimentos, Harris quiere mostrar su cara más social. Solo que, como advierten The Economist y otras fuentes expertas, las nuevas erogaciones y los créditos fiscales ahondarían un déficit presupuestario hoy ubicado en el 7%, “un nivel que antes se asociaba a guerras o recesiones, mientras que la deuda nacional sigue aumentando”. Los demócratas estarían por aumentar los impuestos corporativos del 21% al 28% y elevarlos también para aquellas personas que ganen más de 400.000 dólares al año, pero “en conjunto, estos cambios no generarían suficientes ingresos para cubrir el coste total de su agenda”, señala la publicación.

Sin novedad sobre Ucrania, en problemas por Gaza

Por último, respecto a política internacional, Harris heredaría una sartén caliente y con un mango muy corto, con EE.UU. jugándose el tipo frente a una Rusia incapaz de reconocer su enorme error de cálculo en Ucrania y retirarse de una vez, y un Medio Oriente caldeado por el conflicto entre Israel y Hamás, en el que asoman la cabeza otras potencias a las que Washington tiene que mostrar músculo.

Sobre Ucrania, Biden ha marcado rumbo al decir que, si Trump se ha “inclinado” ante Putin, “Kamala Harris nunca lo hará”. No es que la vicepresidenta sea un as de la geopolítica ni que haya mostrado determinación ante el sátrapa ruso desde el inicio –según Time, una semana antes de la invasión del 24 de febrero de 2022, el presidente Zelensky le pidió que impusiera sanciones preventivas contra Moscú y que inundara Ucrania de armas avanzadas en previsión de lo que se veía venir, y Harris le dio nones–, pero una vez desatada la invasión, a EE.UU. no le quedó más remedio que apoyar firmemente a su aliado.

Según el programa de la candidata, el compromiso de la Casa Blanca seguirá en esa línea: en ayudar a Kiev “a detener las atrocidades de Putin y limitar la amenaza de Rusia a las naciones aliadas y los intereses vitales de Estados Unidos”, además de contribuir a la reconstrucción del país agredido y a fortalecer su incipiente democracia.

El apoyo a Israel puede hacer peligrar la elección de Harris en bastiones tradicionalmente demócratas y con importantes poblaciones de origen árabe

En el tema de Ucrania, Harris no tiene que hacer grandes malabarismos, pero de cara a Israel sí. Si en un segmento electoral ha calado la simpatía por la causa palestina –a veces en su peor forma: el rechazo frontal a la existencia del Estado de Israel y a todo apoyo que pueda darle EE.UU.– ha sido entre los votantes demócratas, básicamente entre los jóvenes universitarios, por más que a buena parte de ellos se les escape en qué parte exacta del mapamundi se ubica la Franja de Gaza.

Aquí la candidata tendrá que hilar fino, toda vez que las protestas por la incursión israelí en ese territorio hacen blanco en Biden y en ella por su apoyo a Israel. Si, como recuerda The Economist, desde las guerras de George W. Bush en Afganistán (2001) e Iraq (2003) las simpatías de la comunidad árabe-norteamericana han gravitado mayormente hacia los demócratas, las decenas de miles de muertos en Gaza no le resultan un buen argumento para seguir haciéndolo.

Harris “corre el riesgo de perder estados clave, especialmente algunos como Michigan, donde tenemos la mayor concentración de estadounidenses árabes y musulmanes, gente que conoce de primera mano los efectos y el impacto de los bombardeos financiados por Estados Unidos”, dijo a Político Layla Elabed, líder del movimiento “No Comprometido”. La corriente surgió entre electores tradicionalmente demócratas que, enfadados por el apoyo de Biden a Israel, avisan que su voto quedará en el aire a menos que Washington aplique un embargo de armas a Tel Aviv y le exija un alto el fuego permanente.

Como de momento ello no ha ocurrido, sino que, para más inri, se le negó a un representante del movimiento que tomara el micrófono durante la Convención Demócrata, ya un grupo denominado “Mujeres Musulmanas por Harris-Walz” ha dicho que se disuelve porque sus miembros no podían, “en conciencia”, seguir apoyando a quienes habían negado la palabra al activista palestino-estadounidense. “Rezamos –añadieron– para que el Comité Nacional Demócrata y el equipo de la vicepresidenta Harris tomen la decisión correcta antes de que termine la convención. Por el bien de todos nosotros”.

No parece, sin embargo, que le hayan hecho caso. A fin de cuentas, Harris parece convencida de que, al final, los propalestinos no tendrán más remedio que votar por ella, tomando en cuenta el enorme rechazo que concita Trump en la izquierda más montaraz. Por ello, a unos manifestantes que la acusaban indirectamente de “genocida” durante un mitin en Michigan, el 7 de agosto, les espetó crudamente: “¿Saben qué? Si quieren que Donald Trump gane, díganlo”. Y claro, callaron.

No, las formas no son el fuerte de la sonriente Kamala, si bien, en ocasiones, puede ser aun más temible en el fondo.

Que le pregunten a Daleiden.

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