El 18 de marzo se reanudaron los bombardeos israelíes sobre Gaza rompiendo un alto al fuego que duraba dos meses y que consiguió la liberación de 25 rehenes israelíes secuestrados por Hamás a cambio de la excarcelación de 1.900 presos palestinos. En las semanas siguientes, miles de israelíes se manifestaron en las calles en contra de la decisión del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de cesar al jefe de Seguridad interior y a la fiscal general del poder judicial. Muchos temen que Netanyahu termine de consumar el asalto al poder judicial que ya venía orquestando desde antes de la guerra.
Por su parte, cientos de gazatíes también salieron a protestar durante varios días contra Hamás y pidiendo el fin de la guerra. Teniendo en cuenta la represión que Hamás ejerce sobre sus opositores, estas manifestaciones marcan un hito y muestran que la población en Gaza ya no puede soportar más el estado de violencia y miseria en el que viven desde hace más de un año y medio, y que se ha cobrado la vida de más de 50.000 personas. Parece que las nuevas conversaciones para un nuevo alto al fuego están estancadas. Mientras, Netanyahu viaja esta semana a Washington por segunda vez desde la toma de poder de Donald Trump.
El escritor israelí Dror Mishani sabe que su postura pacifista y de izquierdas es minoritaria y muy criticada en Israel. Ese espacio político ha ido menguando significativamente en las últimas décadas y de manera drástica tras el 7 de octubre. Defensor de un futuro en el que judíos y árabes puedan convivir en libertad e igualdad de derechos, este popular escritor de novela policiaca, dejó a un lado la ficción cuando comenzó la guerra para escribir un diario. El resultado, Habitación sin vistas, es un testimonio de sus vivencias de los seis primeros meses del conflicto, pero también una exposición de sus ideas políticas. Al principio, no tenía intención de publicarlo en su país.
―Tu libro se publicó primero en Alemania, luego en Francia y España, y, muy recientemente, en Israel, ¿cómo se ha recibido allí?
―Es sólo el principio. He recibido algunas reacciones positivas, aunque también otras muy negativas. Sabía que el libro sería polémico en Israel, por eso dudé en publicarlo. Pero también hay gente que me dice que se identifica con lo que he vivido y con mi postura política.
―La tregua no ha durado mucho y se ha vuelto al estado de guerra anterior. ¿Cómo está afectando esto a la gente?
―Personalmente estoy destrozado. La guerra ya ha sido muy larga y ha causado daños quizá irreparables en Gaza y a la población palestina, pero también a los israelíes. Esperaba que pudiéramos iniciar el larguísimo proceso de curación, y ahora volver a la guerra es realmente desolador, también porque está claro que la lógica de la guerra es completamente política para el gobierno de Netanyahu.
―¿Las manifestaciones de estas últimas semanas en Israel tienen como objetivo detener la guerra?
―Hay muchas manifestaciones, pero son principalmente para mantener la democracia y contra el intento de Netanyahu de cambiar el sistema judicial. Creo que necesitamos más protestas para detener la guerra y la matanza de palestinos. Pienso que esta es la cuestión clave. No hay democracia para los israelíes cuando hay violencia contra los palestinos.
―¿Tenías esperanzas con la última tregua?
―No hay muchas esperanzas con este gobierno. Tienen muy clara su postura. No quieren dar el poder a la Autoridad Palestina para que intente reconstruir Gaza. La llegada de Trump al poder y sus declaraciones sobre trasladar a los palestinos a otro lugar han sido desastrosas, porque encuentran eco en las ideas de la extrema derecha en Israel. Aunque Trump cambie de opinión en unas semanas o meses, estas ideas ya están alentando movimientos muy peligrosos dentro de la sociedad israelí.
“Creo que mis hijos crecen en un entorno con mucha menos esperanza, en una atmósfera mucho más pesimista”
―¿Crees que la guerra ha fracturado aún más la sociedad israelí?
―Al principio, el trauma del 7 de octubre unificó a la sociedad israelí en torno a la liberación de los rehenes y la lucha contra Hamás. Con el paso del tiempo, están volviendo a aflorar las divisiones entre la extrema derecha que quiere volver a colonizar Gaza y los israelíes que siguen creyendo que debe encontrarse una solución de coexistencia.
―En tu libro, describes con realismo las distintas reacciones de tu hijo y tu hija adolescentes ante la guerra, ¿cómo crees que afectará este conflicto a su generación?
―Me temo que mis hijos están creciendo en un entorno diferente al mío. Por supuesto que había movimientos de derechas, pero, al mismo tiempo, en los años 80 y 90, el periodismo era más libre, el debate era más intenso, las posiciones de izquierda estaban muy presentes en el discurso público… Ahora, sobre todo después de la conmoción del 7 de octubre, yo diría que el debate público casi no existe, las posiciones de izquierda están mucho menos presentes que antes y los medios de comunicación son casi totalmente de derechas y apoyan esta guerra eterna contra los palestinos. Creo que mis hijos crecen en un entorno con mucha menos esperanza, en una atmósfera mucho más pesimista.
―¿Piensas que las redes sociales potencian esa visión pesimista?
―Estoy seguro de que amplifican el miedo, la sensación de que somos las víctimas y de que tenemos que luchar hasta la muerte. Espero de verdad que puedan, quizá con la ayuda de las generaciones más mayores, ver la realidad de una forma más matizada. Espero que aún podamos conservar algo de esperanza para luchar y creer que una solución pacífica es posible. Si entendemos que [esta guerra] tiene una historia que debería abordarse seriamente, y los problemas fundamentales se plantean, entonces quizás habría una solución.
―En el libro te planteas la posibilidad de abandonar Israel, ¿son muchos los que están emigrando?
―Hay israelíes que se están yendo, igual que hay palestinos que se están yendo. Sé que los israelíes que se marchan son sobre todo los que apoyan la paz, pero se han desesperado, así que buscan un futuro nuevo para sus hijos. Yo no quiero irme. Siento que tengo la responsabilidad de quedarme. Si la gente que apoya la solución de una coexistencia [con los palestinos] en igualdad y libertad decide irse, creo que las posibilidades de paz serán aún menores. Yo quiero quedarme y que esta decisión sea un acto de esperanza y de resistencia.
―En una familia como la tuya, con diferentes puntos de vista políticos, ¿ha supuesto la guerra muchas tensiones entre vosotros?
―En los primeros meses después del 7 de octubre me mantuve en mis posturas y seguí argumentando que no es sólo una masacre cruel perpetrada fuera de todo contexto. Es una masacre muy cruel, pero tiene un contexto histórico. Esto creó tensiones e intenté ser delicado al respecto, pero dije lo que pensaba. Creo que cada vez es más importante que los que pensamos diferente digamos lo que opinamos. Tal vez todo esté perdido, pero tenemos que hablar, manifestarnos, escribir; tenemos que luchar todo lo que podamos. No hay otra manera de seguir viviendo aquí si no luchamos.
“Cuando escribes novelas estás detrás del velo de la ficción, de los personajes, y, de repente, decir «yo» fue un reto”
―¿Qué dificultades has encontrado al escribir por primera vez un libro de no ficción?
―Solía tener dos manos: con una escribía ficción y con la otra ensayos políticos. Este libro era la primera vez que intentaba coger mi pluma literaria y escribir también sobre política, y viceversa: coger mi pluma política y hacer literatura con ella. El primer reto fue exponerme a mí mismo y a mi familia. Cuando escribes novelas estás detrás del velo de la ficción, de los personajes, y, de repente, decir «yo»… Fue un reto, pero también lo fue posicionarme en este momento dentro de la sociedad israelí y declarar en una obra literaria que sigo creyendo que tenemos que tratar al pueblo palestino como nuestro igual y que merecen vivir aquí una vida libre, como nosotros.
―¿Cómo se sintió tu familia al verse expuesta en el libro?
―A mis hijos y a mi mujer les pareció bien. De hecho, mi hija está muy orgullosa. Después de leer el libro me dijo que ella es el mejor personaje, porque es fuerte y dura. No estoy seguro de lo que pensará mi madre. Aún no ha leído el libro.
―¿Crees que es más difícil llegar a la gente desde una obra de no ficción que desde la novela?
―Espero que se pueda llegar a la gente y cambiar su corazón y su cabeza con ambas formas de literatura. De momento, para mí, escribir ficción es casi imposible. No sé cómo hacer ficción sobre lo que vivimos ahora. Espero encontrar la manera. Ahora mismo, las herramientas de las que dispongo son el ensayo político, el diario y las memorias, y eso es lo que estoy utilizando, y espero que también puedan llegar a la gente.
―¿No has retomado nada de ficción?
―Estoy trabajando en una novela que empecé [antes de la guerra]. Se está impregnando del 7 de octubre y de todo lo que ocurrió después. Estoy intentando terminarla y convertirla en una novela negra que capte este momento político de Israel.