Demasiadas disputas y pocas soluciones: crece la desconfianza hacia los políticos en Francia

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Francia en crisis
El ex primer ministro francés Michel Barnier, en la Asamblea Nacional el 4-12-2024, tras el debate de la moción de censura aprobada contra él con los votos del Nuevo Frente Popular y la Agrupación Nacional (Telmo Pinto/DPA vía Europa Press)

La moción de censura contra el primer ministro Michel Barnier ahonda la crisis política de Francia. Pero quizá más fundamental que las disputas entre los parridos es el descrédito de los políticos ante la gente y la poca confianza que le inspiran.

Los franceses aprenden a discutir en la familia y en la escuela. Pero dan la impresión de tener nostalgia de un gran árbitro que zanje sus diferencias: Carlomagno, el Rey Sol…, De Gaulle y tal vez Macron. Al cabo, la revolución que devora a sus hijos comenzó guillotinando al rey. De ahí que se pida hoy la dimisión del presidente de la República, paradójicamente para redimir los pecados de los líderes políticos.

La actual crisis francesa parece casi una parábola del fin, no de la historia, sino de la democracia indirecta. En cierto modo, aboca al populismo, que es, justamente, su mayor enemigo en estos momentos. Así lo deduzco de la actitud final del partido de Marine Le Pen, incapaz de asumir la necesidad del diálogo –de la concesión– en tiempos de crisis. Ha aplicado su fuerza, en perjuicio del intento de resolver lo que de veras preocupa a los ciudadanos. En parte, sus bases no se lo esperaban, justamente para proseguir el camino de alejamiento del radicalismo, en estos momentos asociado sobre todo a la coalición liderada por Jean-Luc Mélenchon y su Francia Insumisa.

Un país descontento

Coincide la dimisión del censurado Michel Barnier con la publicación de una nueva entrega de la encuesta anual sobre las “fracturas” francesas, realizada del 14 al 21 de noviembre por Ipsos para Le Monde, la Fondation Jean Jaurès, Cevipof (centro de investigaciones políticas de Sciences Po) y el Institut Montaigne. El diario de París la presenta con una dura entradilla: el estudio dibuja un país que ha perdido la confianza en sus políticos e instituciones.

El descontento sigue siendo masivo: afecta a más de uno de cada dos encuestados, aunque el sentimiento de pertenencia a una Francia “enfadada y muy contestataria” ha descendido muy ligeramente, hasta el 43%, tras varios años de fuerte crecimiento. Sólo el 3% de los franceses interrogados se declaran “satisfechos o tranquilos”. Incluso entre los partidarios de Renaissance, el partido macronista, sólo el 10% está satisfecho, frente al 37% en 2021.

La dimisión del gobierno, incapaz de lograr apoyos para llevar adelante unos presupuestos del Estado que reduzcan déficit y deuda pública, influirá negativamente en el poder adquisitivo de los ciudadanos, que sigue siendo su primera preocupación: el 70% de los encuestados considera que sus condiciones de vida empeoran cada vez más; sólo uno de cada dos está satisfecho con la vida que lleva y la misma proporción (55%) afirma tener dificultades para llegar a fin de mes. Es muy mayoritaria (73%) la creencia de que Francia va a peor, con la única excepción de los simpatizantes ecologistas (43%). Sólo ha disminuido la percepción negativa de la inmigración.

La mayoría de los franceses considera a los políticos corruptos, por representativos y dedicados a sus intereses personales

La crisis de confianza afecta sobre todo a las instituciones y a los políticos: se los considera corruptos (63%), poco representativos (78%), dedicados a sus intereses personales (83%). En el presidente de la República, garante de la estabilidad institucional, confía aún sólo el 26% de los encuestados (15 puntos menos desde las presidenciales de 2022). Sólo se salvan los alcaldes, que gozan de un 73% de confianza, a años luz de los diputados (22%) y los partidos (14%). La France Insoumise de Mélenchon se valora como más peligrosa para la democracia (53%) que la RN de Le Pen (50%).

A pesar de todo, y de las distintas soluciones para salir de la crisis, el 65% de los encuestados sigue considerando “insustituible” al actual sistema democrático. La desconfianza se proyecta más bien hacia la Unión Europea (62%) y la globalización (64%), vieja tendencia francesa que ha crecido dentro de la crisis actual, mientras que sólo el 51% desearía “limitar al máximo el papel del Estado en la economía francesa y dar la mayor libertad posible a las empresas”.

Muchos piensan que la censura a Michel Barnier encubre el deseo de que Emmanuel Macron dimita como presidente de la República. De hecho, una mayoría, aunque justita, parece partidaria de esa insólita decisión: un 52%, impulsado especialmente por los extremismos a derecha e izquierda. Pero algunos preferirían adelantar la solución de los problemas mediante un incremento de la proporcionalidad en el régimen francés de elecciones, a pesar de sus conocidos límites en tantos países, comenzando por España.

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