China va alcanzando en el mundo el puesto que le corresponde por su tamaño. Desde 2007 es el exportador número uno. Su economía aumenta a casi el 10% anual y se convertirá en la más grande del mundo en 2030, según un informe de la OCDE.
Para alimentar su crecimiento, ha hecho de África una mina donde su industria saca materias primas que los propios países del continente son incapaces de explotar. Según datos del año pasado, las inversiones chinas en África superaban ampliamente los 12.000 millones de euros.
También en turismo ha llegado a ser la mayor potencia emisora mundial, por delante de Alemania y Estados Unidos. En 2012, unos 83 millones de turistas chinos gastaron 102.000 millones de dólares alrededor del globo, según datos de la Organización Mundial del Turismo.
Nadie hace ascos al dinero chino, pero esta expansión al extranjero tiene un doble efecto. En bastantes casos, las empresas, los trabajadores y los turistas chinos despiertan recelo.
Los problemas surgidos hace años (cfr. Aceprensa, 13-01-2010) se han repetido recientemente en algunos países africanos. Se quejan de que las empresas chinas explotan los recursos naturales sin contribuir apenas al desarrollo del lugar. En vez de contratar a nativos del país, las grandes compañías se traen de China a la mayoría de los empleados, que no se integran, sino forman colonias aisladas. También hay protestas por daños al medioambiente.
En consecuencia, China está encontrando resistencia en África. En agosto pasado, Chad cerró las operaciones de la petrolera estatal china y expulsó a los directivos al descubrir que vertía el crudo sobrante en el terreno. Gabón inesperadamente retiró a los chinos la licencia para explotar un yacimiento de petróleo y se la dio a una nueva compañía nacional. Níger le ha obligado a renegociar las cláusulas de los convenios firmados, para que se quede en el país una parte mayor de los beneficios que dan los pozos de petróleo. “Esto es todo lo que tenemos –declaró al New York Times el ministro de Petróleo de Níger, Foumakoye Gado–. Si nuestros recursos naturales se regalan, nunca vamos a salir de la pobreza”.
Sin embargo, China es ahora bien recibida en Asia central. En Turkmenistán sellaron un trato para explotar un nuevo yacimiento de gas, el segundo más grande del mundo. Lo inauguró el mismo presidente chino, Xi Jingping, durante su reciente gira por cuatro países de la región este septiembre. En Kazajstán, Xi firmó un acuerdo de 5.000 millones de dólares por el que China participará en la extracción de petróleo en el mar Caspio. El gobierno kazajo ha hecho también un contrato con la empresa china Huawei, fabricante de equipos de telecomunicaciones, para instalar una red 4G que cubrirá todo el país. China tiene dos buenas bazas, según dice al New York Times Dosym Satpayev, director del Grupo de Evaluación de Riesgos Kazajstán: mucho dinero y las buenas condiciones de crédito que ofrece.
Temidos turistas chinos
También los turistas chinos provocan una reacción ambigua en el extranjero, explica el mismo diario. Se han ganado fama de groseros e incivilizados. En el Louvre hay un aviso que solo está en chino, en el que se ruega a los visitantes que no orinen en los jardines ni aledaños del museo. Un caso célebre se produjo en Egipto, donde un chico chino hizo una pintada en un templo de tres milenios y medio de antigüedad para dejar constancia de su visita; el hecho fue muy lamentado en China. En fin, son frecuentes las quejas contra los turistas chinos por hablar a gritos, no guardar cola o arrojar basura al suelo en la calle o en el hotel. Son comportamientos tolerados en China, pero mal vistos en otros lugares.
El gobierno chino es consciente del descrédito que causan las faltas de educación de sus ciudadanos en el extranjero. El viceprimer ministro Wang Yang afirma que estas actitudes “perjudican la imagen de la gente de nuestro país y generan una mala impresión en el extranjero”. Tal es la preocupación, que el gobierno acaba de sacar una ley para sancionar a los turistas chinos que no se comporten como se debe. Zhou Xiaoping, responsable de la Administración Provincial de Turismo de Jiangsu, justifica esta nueva ley ya que “si los viajeros chinos se comportan de manera educada, la imagen de China en el exterior también mejorará”.
Sin embargo, la bloguera Hung Huang afirma que, a juicio de muchos, parte de la culpa es de la propaganda comunista, que durante decenios despreció la cortesía y los buenos modales por considerarlos burgueses. El gobierno parece dispuesto a emprender una campaña para inculcar lo contrario.