Arabia Saudí: cómo convertirse en un actor geopolítico clave

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Arabia Saudí: cómo convertirse en un actor geopolítico clave
El líder saudí Mohammed Bin Salmán en el Consejo de Cooperación del Golfo, 1-12-2024 (foto: uropa Press / Contacto / Saudi Press Agency)

En un mundo sacudido por los conflictos armados y con una guerra arancelaria incipiente desatada por el nuevo inquilino de la Casa Blanca, las tensiones entre las grandes potencias se han avivado. Sin embargo, hay un actor que parece llevarse bien con todos: Arabia Saudí. No sólo es el aliado más importante de Estados Unidos (aparte de Israel) en la inestable región de Oriente Medio, sino que también mantiene buenas relaciones con Rusia, ha enviado ayuda humanitaria a Ucrania y tiene sólidos vínculos con China, así como con el Reino Unido y países de la Unión Europea. Además, ejerce un liderazgo indiscutible entre los países árabes y en el mundo islámico.

En declaraciones a Aceprensa, Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, explica que las claves del éxito diplomático de Arabia Saudí tienen que ver con que “antepone las relaciones económicas a las alianzas políticas y [aprovecha] su posición de interlocutor mediador en una zona de gran importancia estratégica”. En todo caso, apunta el profesor, “esta postura es compartida por otros estados como Emiratos Árabes Unidos o Qatar”. Uno de los puntos fuertes de Arabia Saudí, explica también, es la buena relación del presidente de EE.UU., Donald Trump, con el príncipe heredero y líder de facto del país, Mohammed Bin Salmán.

Esto ha propiciado que el reino se haya erigido en las últimas semanas en anfitrión de las conversaciones para resolver la guerra de Ucrania. Los representantes de EE.UU. y de Rusia se reunieron en Riad a mediados de febrero, mientras que el pasado martes, en la ciudad saudí de Yeda, fue el turno de negociación de la delegación ucraniana. Tras esta cita, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, anunció que Ucrania aceptaba el plan para un alto al fuego que sería presentado seguidamente a los rusos.

Arabia Saudí, el fiel aliado de EE.UU. en Oriente Medio

Aunque Turquía se había desempeñado como otro actor regional capaz de mediar entre Ucrania y Rusia durante la guerra, “los estadounidenses –explica Gutiérrez de Terán– deseaban un mediador externo a la zona para aumentar las posibilidades de sentar a los rusos”. El hecho de que Turquía comparta frontera a través del Mar Negro con los dos países beligerantes y que pertenezca a la OTAN, argumenta el profesor, supone que “puede tener intereses, aunque sean limitados, en que el conflicto vaya en una dirección u otra, mientras que Arabia Saudí carece de incentivos para apoyar a Kiev contra Moscú y viceversa”.

Trump podría estar ya negociando cómo añadir la preciada firma de su socio saudí a los Acuerdos de Abraham.

Si hay un aliado fiel a EE.UU. desde hace décadas y al que Trump no ha puesto en entredicho al pisar de nuevo el Despacho Oval, ese es Arabia Saudí. No en vano, el presidente estadounidense escogió este país en 2017 como la primera visita internacional de su anterior mandato, y continuó sus negocios personales allí después de perder las elecciones de 2020. Las buenas relaciones entre Trump y Bin Salmán no se vieron afectadas ni siquiera cuando la CIA concluyó que el príncipe había ordenado el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul.

Al llegar a la Casa Blanca, Joe Biden quiso aislar internacionalmente a Bin Salmán por este hecho y por otras violaciones de los derechos humanos de las que se le acusa. Sin embargo, precisamente la guerra de Ucrania y los efectos que tuvo en los precios de los carburantes, así como la amenaza nuclear iraní, llevaron al entonces presidente a viajar a Riad y estrechar la mano del príncipe. Lejos de ser una excepción, EE.UU. volvía a la larga tradición de entendimiento con la monarquía saudí. Uno de los puntos fuertes de cooperación es la seguridad y estabilidad regionales. No en vano, el 80% de la importación en armamento de Arabia Saudí viene de su socio americano.

Gaza: la pieza clave para la firma saudí de los Acuerdos de Abraham

Bin Salmán también convocó el pasado 20 de febrero una cumbre de países árabes en Riad para plantear un plan de reconstrucción de Gaza tras el fin del conflicto. El objetivo era poner sobre la mesa una alternativa a la controvertida “Riviera” de Oriente Medio de Trump, un plan que abogaba, entre otras cosas, por reubicar permanentemente a los habitantes de Gaza en Jordania y en Egipto. Finalmente, el plan árabe se acordó a principios de marzo en otra cumbre en El Cairo, pero fue rechazado por EE.UU.

Sin embargo, la buena disposición diplomática de Arabia Saudí y su sintonía con el mandatario estadounidense podrían poner a Bin Salmán en una buena posición para renegociar este asunto. “Si aseguran a Trump que ellos correrían con los gastos de este plan y se garantiza una neutralización de Hamás, petición de Riad no explícita pero que, suponemos, es uno de sus postulados, Washington no pondría inconvenientes reseñables”, opina Gutiérrez de Terán.

De hecho, Trump podría estar ya negociando cómo añadir la preciada firma de su socio saudí a los Acuerdos de Abraham, considerados uno de sus mayores logros diplomáticos durante su primer mandato. Aquella firma de paz y el establecimiento de relaciones diplomáticas de Israel con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán suponía la primera vez que el Estado judío normalizaba relaciones con países árabes desde que lo hiciera con Jordania en 1994 y con Egipto en 1978.

El plan “Visión 2030” tiene como principal objetivo reducir la dependencia del petróleo, diversificando la economía saudí y atrayendo a inversores extranjeros.

En cualquier caso, para Arabia Saudí la creación de un Estado palestino es una condición irrenunciable antes de normalizar relaciones diplomáticas con Israel. Gutiérrez de Terán afirma que “los saudíes tienen que recibir una contrapartida del régimen de Tel Aviv, en forma de la retirada total de Gaza, garantías de que no se va a expulsar a nadie y una rebaja de la tensión en Cisjordania”. Y, aunque piensa que es probable que las conversaciones ya estén teniendo lugar, “el principal escollo está en el Ejecutivo israelí actual, reacio a hacer lo que ellos consideran concesiones hacia compromisos con los palestinos”.

“Visión 2030”: la estrategia de poder blando de Bin Salmán

Desde su establecimiento como monarquía en 1727, Arabia Saudí apoyó su legitimidad política en la doctrina wahabí, una forma de salafismo caracterizada por una aplicación muy rígida de la ley islámica. Con el auge de esa corriente en la segunda mitad del siglo XX, el reino vio una oportunidad de extender su influencia a todo el mundo islámico mediante la financiación de escuelas e instituciones religiosas en otros países musulmanes, e incluso en Europa. También promovió y armó grupos extremistas salafistas para que lucharan contra sus enemigos en conflictos regionales como la guerra de Siria.

Rompiendo con la tradición monárquica por la cual la corona pasa al hermano y no al hijo, en abril de 2015, el rey Salmán bin Abdulaziz nombró príncipe heredero a su hijo Mohammed. Un año después, en 2016, el joven presentó su proyecto para el futuro de Arabia Saudí: “Visión 2030”. Este plan tiene como principal objetivo reducir la dependencia del petróleo, diversificando la economía saudí y atrayendo a inversores extranjeros.

Esta apertura en materia económica ha ido acompañada de una retirada de financiación a instituciones religiosas salafistas dentro y fuera de sus fronteras. A cambio, se ha promocionado una versión moderada del islam y se han emprendido reformas sociales encaminadas a rebajar las rígidas imposiciones religiosas, así como a fomentar estilos de vida más liberales, con énfasis en los derechos de las mujeres, que hasta 2017 eran las únicas en el mundo que tenían prohibido conducir. Estas medidas eran necesarias para atraer inversores de países occidentales y para abrirse a mercados tan importantes como el chino.

Uno de los buques insignia de este cambio de rumbo que ha emprendido Bin Salmán es el llamado por sus críticos “sportswashing”, o blanqueamiento deportivo. La estrategia saudí ha consistido en atraer a superestrellas como el futbolista Cristiano Ronaldo, el golfista Jon Rahm o el tenista Rafa Nadal y en acoger eventos como el Mundial de Fútbol de 2034. El reino también ha invertido de manera notable en festivales de música electrónica y en el sector de las infraestructuras y la tecnología, financiando proyectos más allá de sus fronteras, y está potenciando decididamente el turismo.

Así, siguiendo el plan del príncipe heredero, Arabia Saudí se está posicionando como actor geopolítico clave mediante estrategias diplomáticas y económicas, haciendo uso de herramientas de poder blando para dar una imagen social más liberal a nivel interno y de cara al exterior.

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